Las arquitectas Macarena Núñez y Paulina Alvarado investigaron sobre el origen de estos pequeños espacios privados que se insertan en la vía pública, y que son parte de la red verde del sector declarado Zona Típica en el año 2016.
«Con la pandemia se reforzó la importancia de estar contacto con una porción de naturaleza aunque sea dentro de la ciudad, ya sea en tu patio interior o en el espacio público donde tiene mucho más valor porque se está entregando algo a los demás» señalan las autoras de libro Jardines del Barrio Matta Sur.
* Fotografías Macarena Núñez, Paulina Alvarado y Pablo Letelier.
Ningún jardín es igual a otro en el Barrio Matta Sur. Por décadas, los vecinos han estado al cuidado de sus “patios delanteros”, con una dedicación tal, que en muchos casos, los han transformado en pequeños oasis verdes, con senderos y bancas para disfrutar del sol, las flores y las plantas.
Aloes, acantos, cardenales, lavandas, cactus, plantas de jades y don Diegos de la Noche se entremezclan con fresnos, ciruelos en flor, gomeros, plátanos orientales, quillayes y jacarandás. Vistos desde el aire, estos jardines conocidos como platabandas tienen una continuidad y conforman una red de vegetación que se suman a las tazas de los árboles, las plazas y los bandejones de las calles más anchas, mantenidas por la Municipalidad de Santiago.
La importancia de este paisajismo y cómo se inserta en el valor patrimonial del barrio, fue lo que motivó la investigación de las arquitectas Macarena Núñez y Paulina Alvarado, quienes junto al sociólogo Isaías Castro y el agrónomo Álvaro Pumarino, documentaron y perfilaron los jardines de este sector declarado Zona Típica el año 2016.
“Nos llamó la atención las platabandas, esos espacios amplios entre la vereda y la calzada, que llegan a medir entre 10 a 30 metros cuadrados y que los vecinos convirtieron en jardines. Hay unas con bancas, otras con caminitos por dentro, otras que son huertos, es tal el nivel de diversidad que es muy interesante y lo más característico que tiene el barrio. También están los microjardines, que son menos, y que se instalan cuando la calle no tiene espacio para área verde, entonces la gente se toma las rejas de sus ventanas y le pone muchos maceteros con plantitas, son pequeños espacios de resistencia” nos dice Macarena Núñez, quien por un periodo también fue vecina del lugar.
Dada su importancia territorial, Paulina Alvarado explica que el decreto de declaratoria de la Zona Típica menciona estas áreas verdes, como algo más que simples jardines urbanos tradicionales, ya que tienen una vinculación patrimonial con el barrio, un valor en términos paisajísticos y botánicos en la ciudad y un componente comunitario. “Sin el sentido de pertenencia de los vecinos, estos jardines no existirían, no sería igual, no tendría la misma relevancia dentro del barrio, aquí hay un compromiso con el jardín que se tiene frente a la casa”, asegura.
En el libro en donde publican su investigación, detallan el perfil de quienes mantienen estos espacios. La mayoría mujeres, de más de 60 años, que presentan un fuerte apego con sus plantas, además de vecinos más jóvenes que recién están llegando al barrio y que están optando por prácticas de jardinería y huertos en el espacio público.
“Nosotros salimos a limpiar el jardín, la gente se acerca a conversar y nos pregunta ‘qué árbol es este, qué planta, y nos hemos visto en la necesidad de investigar. Eso ha significado un camino de construcción de conocimiento. Hay mucha gente que sabe mucho y que también te dice ‘oye esa es tal plantita y tienes estos cuidados’. La gente mayor sabe muchísimo de plantas y te dicen ‘mira a esa planta le falta sol, córrela pa’ acá’ ” señala Patricia una de las vecinas.
El barrio se consolidó como tal en la segunda mitad del siglo XX, con viviendas destinadas a la población obrera y que vinieron a ocupar el lugar de las chacras, ranchos y arrabales que estaban al sur del Camino de Cintura, ex Alameda de los Monos y actual Avenida Matta.
La Ley de Pavimentación de 1927 fue clave para el origen de las platabandas, dado que la normativa determinaba un ancho de 8 metros para las calzadas y 2,5 metros para las veredas, sin embargo, gran parte de las nuevas avenidas y calles de Santiago sobrepasaban los 13 metros de calzada, por lo que los costos de pavimentarlos se hacía inalcanzable para los municipios. Fue así como quedaron terrenos «a libre disposición» que fueron aprovechados por los vecinos en beneficio de la comunidad, especialmente en un Barrio como Matta en donde faltaban espacios verdes planificados para el sector.
Según explica la investigación, cuando la ciudad se preparaba para celebrar los 400 años de la Fundación de Santiago, es decir 1941, se aprobó la propuesta de la construcción de las platabandas con responsabilidades compartidas: los vecinos serían los encargados de los jardines y el municipio entregaría tierra, semillas y almácigos y pagaría la mitad de los costos de consumo de agua para quienes los mantuvieran en buen estado. Incluso estaba la idea de premiar una vez al año al vecino que tuviera el jardín más cuidado. Tremendas ideas que podrían replicarse en todos los municipios.
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