Una amiga me dijo en la inauguración de la exposición de la galería itinerante One Moment Art en Compañía 1263, que el espacio era como sacado de un sueño. Y tiene razón, las dos casonas en donde estos días se alojan las obras de 10 artistas, nos muestra las marcas del abandono y los esfuerzos quijotescos para lograr su recuperación.

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Entrando a la derecha está la Casa Goycolea del año 1900, con su espléndida fachada de columnas, construida como residencia para la familia de ese apellido y que pasó a ser sede de los movimientos feministas de la época (albergó al Club de Señoras de Delia Matte Pérez) y por el lado izquierdo, la construcción de 1860, diseñada por el arquitecto Lucien Hénault, el mismo autor de la iglesia de La Gratitud Nacional y del Palacio Pereira y que fuera sede el ex Club Fernández Concha y de los partidos Conservador y Nacional.

Dos inmuebles enormes, en donde cada salón tiene más de 100 metros cuadrados y en donde la acción de One moment art nos trae imágenes oníricas como escaleras iluminadas que no van a ninguna parte, ventanas que no tienen ventanas, y ni una sola puerta que cruzar en todo el recorrido.

Se trata de un laberíntico trayecto artístico que parte en el primer piso con Q´IPA / NAYRA de Raimundo Edwards que con cintas refractantes y spray flúor sobre tela interviene la fachada de la que uno podría ser es una ruina romana.

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Le siguen por la Casa Goycolea, el manto de papel de 12×3 metros de Magdalena Prado, al que te dan ganas de trepar y ya en el segundo piso los tótem de puertas y maderas gastadas, de la obra Aún no se si soy una torre o un gran cántico de Javier Toro Blum.

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Siguiendo el recorrido está Constelante, el trabajo visual de Claudia Müller a partir de un balde, motor, agua y una cámara de seguridad y la hilera de 31 piedras colgadas de cerámica gres de Josefina Astorga, titulada Ejercicio nº 4 sobre Los Andes. Y un poco más allá la belleza de un espejo de agua y rayos de luces led, Foris, del artista italiano David Scognamiglio.

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De vuelta en el primer nivel, están los cuadros con texturas hechas de hojas y pétalos de Violeta Larraín Mac-Clure y la experiencia sonora de Sebastián Jatz con tres objetos resonantes en donde interactúas. Y también Bodega Nacional, la serie escultórica en madera de Pablo Concha con brazos, cabezas y pies en medio de estantes con libros de química y registros del Partido Conservador mecanografiados con los nombres de sus integrantes.

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Y para terminar, la sala que me pareció más fascinante, en donde está Dionisio de Virginia Guilisasti, quien imita una gigantesca chandelier  con fierros, restos de vidrios, espejos y alambres, ubicado en un salón en donde aún se puede ver las capas y capas de papel mural que vieron pasar una y otra vez a sus primeros habitantes, y hoy a nosotros.

Tremenda experiencia y un imperdible de ese fin de semana.

  • Dónde: Compañía 1263
  • Cuándo: Del 13 al 15 de enero de 19.30 a 23.00 horas
  • Cuánto: Gratis

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