Motocos, motoqueros, moteros, ruteros, enduristas. Entre los seguidores de estas -a veces- ruidosas máquinas de dos ruedas, se encuentran personas de todas las edades, profesiones e intereses, que coinciden en la sensación de libertad que les provoca ir de lado a lado en sus motos. Conoce la historia de cinco seguidores de esta disciplina y sus consejos para mantenerse en ruta.

Una de estas motoqueras es Sandra Burgos, Shanny para sus amistades o La Morena en el mundo tuerca. Su historia con las motos comenzó temprano, a los 8 años, junto a sus primos. La anécdota de esa época es bien particular: “Me llevaron detenida a los 13 años por andar en una moto scooter de mi papá, obviamente sin documentos, y fue cuando supe que jamás me bajaría”.

Con el paso de los años y luego de formar familia “me preocupé por ser más hábil y conocer la máquina que conducía, tomé algunos cursos de señalización y me equipé con un buen casco, siempre certificado, que es lo primordial, chaqueta con protecciones y un buen botín».

Sobre lo bueno y lo malo de andar en moto, dice que lo mejor es “la sensación de libertad» que la llevó a usar este medio de transporte a diario. «Es una gran aliada para optimizar los desplazamientos, además de la economía y versatilidad que otorga. El contra, es el mal conducir de algunos automovilistas”.

Las recomendaciones de La Morena para quienes se quieren sumar en esta aventura permanente, son “siempre estar pendientes de mantener buenos neumáticos pues Santiago no es muy amigable para nuestras compañeras por los ‘eventos’ en las calzadas”.

Sandra Burgos maneja tres motos diferentes: una Kawasaki Versys,  una Cafe Racer y una Honda XR.  Y disfruta cada una sus motocicletas: “Ser motera me han dado la fortuna de conocer grandes amistades, pero también, ha logrado generar en mí y en muchas otras personas, la autonomía de poder llegar a lugares, que por costos quizás no podría haber conocido”.

Un conductor más místico es José Esteban, para quien “el concepto de motoquero es amplio como el universo mismo”, pues “es más que pilotar una moto. Es hacerse uno con la máquina, sentir de forma placentera los olores, los cambios de temperatura, ese olor a asfalto o tierra y ni hablar de lo maravilloso de rodar bajo la lluvia. Eres parte de, más bien estás inmerso en el entorno”.
Para este mecánico experto en motos –era que no- andar en dos ruedas es una pasión. A sus 46 años, ha andado “más de 120.000 km en diferentes motos de baja y media cilindrada”, pese a que antes de prenderse ese bichito encontraba que la moto era “un medio de transporte básico y aburrido”.

A diferencia de La Morena, su gusto por este medio de transporte comenzó más tarde, “aproximadamente a los 29 después de dos experiencias que redefinieron mi gusto por las motos. La primera es que uno de los soldadores que trabajaba en mi taller me prestó su moto para ir a comprar a una ferretería, la sensación me encantó y me quede con ganas de más”. A eso se sumó que un cuñado de esa época “tenía una Yamaha enduro 175cc de 2 tiempos, una moto rabiosa q me permitió dominarla”.

Antes de conocerlas “era un feliz enlatado apasionado por el Off road 4×4, apodado el ‘Loco Pepe’, corrí en rally amateur, pese a que me hice de buenas aventuras, la moto me llevó a un nivel inimaginable”.

Los elementos imprescindibles para un motoquero, son “primeramente que la moto esté en buen estado electromecánico y con toda la documentación al día”. Además, si el viaje es por lugares apartados o con poco tránsito “es recomendable llevar herramientas básicas y kit para reparar un posible pinchazo de neumático”, además de un cargador para el celular, snaks y bebidas de hidratación, fijándose siempre en no dejar desechos en el paisaje. Otro imprescindible “es la ropa de moto, que es un equipamiento de seguridad por lo que jamás hay que salir a ruta sin la ropa adecuada. Esto incluye casco, guantes, chaqueta con protección, pantalones con rodilleras, calzado con caña alta y mejor si se posee botas de motociclismo. Otro imprescindible es, si se viaja solo, dar aviso de la posible ruta y la hora de retorno”.

Para este aventurero, lo mejor es aprovechar los fines de semana para “recorrer las rutas y lugares maravillosos de la Región Metropolitana” donde “cuestas y naturaleza son la combinación perfecta para ser feliz”.  José Esteban desclasifica dos gestos de la tribu motoquera: dos dedos de la mano izquierda bajo el manillar como saludo, y casco en el suelo al costado de una moto, cuando se requiere de ayuda en la ruta.

Su mayor sentencia: “Nadie nace motero, la pasión puede ser transmitida o adquirida, pero jamás fingida”.

Alpoc es otro férreo seguidor de las motos. Con un intenso trabajo de lunes a viernes que también le apasiona, aprovecha cada oportunidad para subirse a sus dos ruedas, amor que le surgió en plena pandemia. “Fui muy bien influenciado por un gran amigo español. Con el encierro vi una oportunidad de atreverme a hacer algo nuevo, allí comenzó todo”.

Sobre la relación hombre-moto, sostiene que “es un vínculo difícil de explicar, cuando te subes a tu máquina, te vuelves uno con ella. No hay manera que sea de otra manera, la posibilidad de estar en el presente, atento y conectado a la ruta. Convierte a la experiencia de manejo, en algo único e irrepetible”. Por lo mismo no extraña que para él “rodar en dos ruedas es una actitud de vida y como tal debe tomarse con alegría, disposición y ganas de conocer”.

“Hay un antes y un después en la vida de un ‘motoco’, todo depende de la experiencia, grupos de apoyo y rutas realizadas. En mi experiencia personal, es un viaje, que estoy recién comenzando y disfrutando cada vez que se me sea posible”, reconoció.

Sobre sus recomendaciones para los principiantes, este rutero señala: “En modo base, una buena manera de aferrase a la conducción es la cotidianidad, ir al trabajo, hacer la compra, visitar a los amigos, soltar la mano… a un nivel intermedio, recomiendo unas salidas de fin de semana o por el día al campo. Unas buenas alternativas son Buin, Paine o Melipilla, además de paseos a Pirque o Cuesta barriga. Para el nivel avanzado, recomiendo siempre ir con más personas, ojalá más experimentados, a rutas como Los Andes, el Cajón del Maipo, o la Ruta de Los Cóndores”.

Como buen motero, los cuidados que hay que tener antes de enfrentarse a la ruta es revisar “el estado óptimo de la moto: revisión de neumáticos, nivel de aceite, frenos, luces. Luego elementos de protección pasiva indispensables como casco, guantes y chaqueta adecuada. Además, es fundamental revisar las condiciones climáticas, no beber alcohol antes o durante el trayecto”, pero por sobre todo “manejar en modo defensivo».

Rodrigo Cabrera es otro motoquero que defiende y alaba la presencia de este vehículo en su vida. Este joven profesional afirma que andar en moto “para algunas personas reemplaza perfectamente a un psicólogo, no solamente porque te olvidas completamente de lo que sucedió en el día, pues necesitas un 100% de concentración para evitar accidentes, sino también, a que puedes libremente hablar de tus temas en el grupo de amigos que están en la misma sintonía. Así que es clave el poder salir a lo menos una vez por semana, aunque sea una vuelta corta”.

“Además, te ayuda a sobrepasar tus limites o miedos. Bajadas que ni a pie puedes hacer o subidas que piensas que jamás subirás. La sensación de superación, es impagable”, añade agradeciendo la experiencia.

Para Rodrigo, la moto sirve no sólo como elemento para conectarse con la naturaleza, también lo usa en su faceta laboral. Por ello, tiene una visión bien clara de lo que significa la presencia de las motos en la urbe: “La moto en ciudad está muy, pero muy mal evaluada por los mismos motoristas. El adelantar indebidamente, el nuevo tipo de robo (motochorro) o la imprudencia de andar sin ningún tipo de papel obligatorio, hace que mucha gente asocie a todas las motos como algo inseguro o peligroso y en donde claramente los accidentes son en su gran mayoría producidos por el mismo conductor”.

Como recomendación, este joven adicto a las dos ruedas recomienda partir en ciudad y de a poco comenzar a cambiar de escenario. De hecho, “el cerro te hace experto en imprevistos, debido al nivel de concentración que se requiere. Como es el adelantar a lo que pudiese suceder o aparecer en el camino, en donde debes reaccionar muchísimo más rápido que en la ciudad”.

“Siempre te harás de amigos en el cerro. Los grupos siempre son abiertos. Todos son bienvenidos y los más expertos transmiten sus experiencias a los más nuevos. Por tanto, si no tienes grupo o eres nuevo, es el menor de los temas… siempre hay alguien que te presentará a muchos otros enduristas”, agrega entusiasta. «Nunca es tarde para comenzar y no necesitas la moto último modelo o la más potente. Tengo amigos que dan clases de talento con motos de hace 10 años. Así que todo depende de que tantas ganas tienes… además, después que te subes, nunca más te bajas”.

Entre las recomendaciones para quienes quieran comenzar en este mundo, señala “siempre asistir a un mecánico si es una moto usada y siempre ser consciente de las habilidades personales versus la potencia de la moto. Como todo deporte, se debe tomar el tiempo para aprender técnicas básicas que te permitirán en un futuro ocupar de mejor manera la moto y disfrutar cada salida”.

También aconseja “no tener miedo… como dice un amigo ‘el miedo no anda en moto’, por lo que hay que andar, andar y andar… es lo único que te hará mejor”.

Carlos Miyake es otro citadino que se transforma al subirse a su moto. Su fascinación por las motos viene desde pequeño, cuando prefería mil veces disfrutar de una película en la que aparecieran motos -o algo que se le pareciera- ante cualquier otra máquina. Pese a que ya son 26 años en los que sólo se transporta en moto, sólo de adulto lo ha hecho de manera “legal”, porque “cuando era joven ese sentimiento de andar en la línea de lo ilegal era prácticamente andar sin licencia, pero cuando maduré me di cuenta que era importante tener licencia porque después quise hacer rutas más largas, no solo andar en la ciudad, sino que salir a regiones o incluso a otros países”.

Este cocinero pertenece a un grupo especial de moteros: los chopper, donde es común ponerle nombre a sus máquinas. “Yo voy en mi sexta cambiada de moto y dependiendo de su chasis, su peso, tamaño, o alguna característica, uno le va poniendo nombre. Mi moto más chica le decían ‘la vieja verde’ porque me la compré usada y la mandé a pintar de ese color; después pasé a la ‘Pamela Díaz’ porque era una moto Harley con maletas atrás, con las que se veía muy culona, luego vino la ‘Vetsy del camino’ porque era un poco más chica y delgada, así uno le va poniendo nombres dependiendo de sus características”, comenta divertido.

Para este amante de los caminos, la moto es parte esencial de su vida. “Dicen que los motociclistas son los únicos que entienden a los perros con la felicidad cuando andan a gran velocidad mirando por la ventana de los autos en los que pasean, disfrutando del viento, es precisamente eso» señala.

Miyake explica las diferencias entre los distintos grupos de amantes de las motos: “Existen las agrupaciones, que son grupos grandes con distintas marcas de motos; existen también los Moto Group, que junta a gente con motos de una sola marca o estilo, pero sin mayor organización, y después están los Moto Club, que son mucho más formales donde hay un estamento con normas y habitualmente son solo de hombres o solo de mujeres”. De estos grupos surgen los parches “que luces en tu chaqueta, donde cada uno reconoce un grado o un reconocimiento a tu carrera”.

Miyake contó que los motoclubes “comenzaron luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando les entregaban motos a los jubilados de guerra y se juntaban a andar siempre manteniendo rangos y el régimen”. También surgieron “los que le llaman el 1% que son los motoclubes de la ‘gente mala’, que no eran de militares sino de tipos que andaban buscando pelea, andaban asaltando y andaban en moto, como parte de la leyenda americana”.

Este chopper de corazón aprovechó de recomendar ante todo “nunca creerse más que la moto. De la más chica a la más grande siempre te va a estar pidiendo un poco más, aumentar la velocidad, y en eso siempre hay que ser prudente. Es fundamental siempre andar con casco y nunca creerse el cuento de que me las sé todas, porque un simple hoyo en el camino, un tornillo, una mancha de aceite, arena… puede hacer que tengas un accidente. La primera norma es ser prudente con la velocidad, más aún si andas con más gente”.

Otros consejos son “ver que los lugares de destino tengan provisión de bencina y lugares para comer, que siempre son buscados por los que salen en moto”. No se trata de cualquier restaurante, pues para los motoqueros es importante “que tengan lugares amplios para estacionar la moto, porque él que come le gusta hacerlo mirando su moto”.

Los mejores lugares para pasear en la Región Metropolitana
La Morena recomienda:

  • El Toyo, en el Cajón del Maipo, dónde siempre te encontrarás con amigos ruteros. «Es un ambiente colaborador y muy amistoso, independiente de qué moto conduzcas».
  • Cuesta Barriga en Padre Hurtado. «Siempre lleva abrigo por si cambia el clima».
  • El mirador de la Pirámide y Piedra Roja

José Esteban propone:

  • También el Cajón del Maipo
  • Camino de montaña a Valle Nevado
  • Cuesta Lo Prado
  • Lampa, Til Til y Cuesta La Dormida
  • Paseo dominical por Melipilla, Chócalan, Buin, Paine o Pirque
  • Cuesta Mallarauco
  • Curacaví hacia cuesta Colliguay
  • A Melipilla por María Pinto y Bollenar
  • Cuesta Ibacache
  • Cuesta Chacabuco
  • A los Maitenes y el Alfalfal

Recomendados de Rodrigo:

  • El principal de todos y uno de los más conocidos es Pirque
  • Shangrila “fullwheels”
  • Nido de Cóndores
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