Estamos dentro del Palacio Álamos en el barrio Yungay y aún se puede sentir el olor a recién pintado de sus paredes. Un agradable aroma a nuevo que proviene de esta reluciente y restaurada construcción que reabrió sus puertas hace dos semanas como centro comunitario.

Fue un año y medio de trabajos para recuperar la gloria del inmueble construido entre 1921 y 1925 y que en sus primeros 20 años fue la residencia del magnate salitrero Ignacio Álamos, su esposa Dolores Igualt y sus ocho hijos. Su sobrino, el arquitecto Alberto Álamos -autor de varios edificios del barrio Concha y Toro y de las calles París y Londres- y su colega, Humberto Bravo, deben mirar orgullosos desde donde estén, cómo la estructura que diseñaron volvió a cobrar el esplendor de sus inicios. Un trabajo minucioso de la firma Proyectos y Rehabilitaciones Kalam (los mismos de la recuperación del Palacio Cousiño) que hizo brillar de nuevo los parquet, las molduras de los cielos y la escalera de mármol blanco en forma de espiral, que está protegida por columnas y rejas de fierro fundido e iluminada por grandes ventanas que dejan pasar el sol entre sus vidrios en tono rosa y amarillo.

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“El edificio estaba en muy malas condiciones, casi no podías ver el piso y arriba en donde están hoy las terrazas, habían hecho unas oficinas de material ligero, que tras ser abandonadas sufrieron daños con las palomas” nos cuenta un feliz Pedro Morales (26), encargado administrativo del espacio.

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La casona de 1.295 metros cuadrados tiene tres pisos, y su arquitectura contempla elementos neoclásicos, del art noveau y del beaux arts. Mientras fue la residencia de la familia Álamos albergó una notable colección de arte con obras de pintores nacionales y numerosos autores extranjeros, la que fue subastada en un famoso remate en 1946.

De ahí en adelante el palacio comenzó su historia de sucesión de dueños. La Universidad de Chile la usó como internado para estudiantes de regiones y la Sociedad de Derechos de Autor como oficina. En los ochenta, el arquitecto Juan Honold, Premio Nacional de Urbanismo en el 2010, hizo trabajos de restauración, sin embargo, el edificio volvió a caer en abandono hasta el año 2012. Lo habitaron personas en situación de calle, se rompieron sus vitrales y sus paredes se llenaron de graffitis. Los vecinos de Yungay siguieron atentos y preocupados el riesgo de un posible incendio o un destino poco feliz para la construcción. Sin embargo, las buenas noticias llegaron hace cuatro años cuando el Ministerio de Bienes Nacionales anunció su intención de entregar el edificio en concesión a la Municipalidad de Santiago. Esto por fin se hizo realidad el 2014, momento en que partió el proceso de la licitación de las obras que tuvieron un costo de mil millones de pesos y que además de la recuperación, también vino a reforzar la estructura dañada con el último terremoto.

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Crédito de foto: Ministerio de Bienes Nacionales

“En un principio era un comodato por 15 años, pero en la inauguración del centro, el ministro (de Bienes Nacionales, Víctor Osorio) anunció en su discurso el traspaso total de la propiedad al municipio, lo que fue una sorpresa para todos ese día”, revela Pedro, ligado al trabajo municipal desde su práctica profesional, en la que contribuyó a la primera Botica Comunitaria.

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Es así, como esta maravilla, declarada inmueble de Conservación Histórica y parte de la Zona Típica Barrios Yungay y Brasil, está completamente abierta a la comunidad. Vecinos y no vecinos pueden ocupar el recinto con wifi gratuita, para estudiar, trabajar, dar talleres y realizar reuniones. En el primer piso funciona la biblioteca que cuenta con dos mil títulos (parte de BiblioRedes y la Dibam), una sala multiuso, un patio de luz, baños públicos y prontamente una cafetería.
En el segundo nivel se acondicionó un auditorio con capacidad para 70 personas, más salas de reuniones, otra para exposiciones de arte, otra con 12 computadores y una más pequeña dedicada especialmente para que niños y niñas puedan jugar.

El tercer piso es otra cosa, con dos grandes terrazas desde donde se tiene una vista privilegiada al barrio que vio crecer a la familia Álamos, amiga también de los Domeyko y a la iglesia San Antonio de Padua, de la Orden de los Capuchinos, de la que Ignacio Álamos fue benefactor.

Un hermoso nuevo espacio para la comunidad que ya recibe 150 visitantes a diario.

“Fue un desafío convertir una casa habitación en un centro comunitario, pensar en un diseño en que pudiéramos respetar el patrimonio y generar la modernidad, porque acá se instaló un ascensor, rampla de acceso para personas con movilidad reducida, baños para personas en sillas de ruedas, hicimos una mezcla entre lo patrimonial y lo moderno con mucho respeto. Este es un ejemplo de que sí podemos recuperar edificios y darle nuevos usos, un espacio patrimonial que se mantiene vivo con gente y harto movimiento, la vida no la da la infraestructura sino los personas”, concluye Pedro, y estamos seguros de eso.

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  • Dónde: Santo Domingo 2398, esquina General Bulnes (Metro Cumming, Línea 5)
  • Cuándo: De lunes a viernes de 10.00 a 21.00 horas y sábados de 10.00 a 18.00 horas
  • Pregunta por la programación y uso del espacio en palacioalamos@munistgo.cl y los teléfonos 226162925 y 226162926
  • Más info en www.santiagocultura.cl

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