*Por Paulina Cabrera / Fotos y recorrido: Gonzalo Orellana, Daniela Jorquera y Paulina Quiroz

Hace ya varias semanas el historiador urbano Juan Carlos Arellano nos llevó a recorrer Huechuraba. La comuna en donde nació hace 46 años (cuando era Conchalí) y que es el centro de su amor y defensa por el patrimonio.

Conocedor a fondo de la historia de este territorio ubicado al norte de la capital, nos reveló 5 secretos de la comuna  que debe su nombre al vocablo mapudungún wechurawe (lugar de la greda), todos ellos de rotunda importancia histórica y que recorren ni más ni menos que desde la prehistoria hasta el Santiago colonial. ¿Cuáles son estas historias? Aquí te contamos:

1.- Milodón santiaguino

Corría el 13 de septiembre de 1966 y el trabajador Luis Sandoval de la ex fábrica de ladrillos Cerámicas Princesa no podía creer lo que veían sus ojos. Durante una excavación se encontró con parte del esqueleto de un animal prehistórico, provocando gran conmoción entre los vecinos y la prensa de la época que querían ver de cerca al “dinosaurio”. Se dijo que era un megaterio, pero estudios posteriores indicaron que se trataba de un scelidodón, un mamífero extinto antecesor del perezoso que tendría 10 mil años de antigüedad, primo hermano del famoso Milodón de Puerto Natales.

Así como lo lees. El hallazgo fue específicamente en los terrenos de la ex fábrica ubicada en calle Guanaco Norte y Santa Rosa, cuando el sector era parte de la comuna de Conchalí.

Según nos cuenta Juan Carlos, que siguió la historia desde que era un niño, investigaciones de la época dirigidas por Guillermo Mann (director del Centro de Investigaciones Zoológicas de la Universidad de Chile), permitieron dar con otro scelidodón más pequeño, además de un par de caballos americanos también extintos. Si bien los restos están protegidos en el Museo de Historia Natural, los terrenos pertenecen a una inmobiliaria, haciendo peligrar su potencial  paleontológico, y estudios más acabados.  Sería lamentable que finalmente ganara la pala mecánica y se arrasara con todo.

El hallazgo del fósil en la edición de revista Flash de 1966.

El sitio que ocupaba la ex fábrica de ladrillos Princesa. Crédito de foto: Daniela Jorquera

2.- Callejón incaico
La segunda historia que nos cuenta Juan Carlos obedece a una tesis que guarda relación con el asentamiento incaico que existía antes de la llegada de los españoles. En la línea de los hallazgos de los arqueólogos Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor que cambiaron la historia que teníamos sobre la fundación de Santiago, el conchalino asegura que Pedro de Valdivia ingresó al valle del Mapocho por el Qhapaq Ñan, el llamado camino del inca o el camino de Chile. “El trazado de este camino viene de las lomas de lo que es hoy Pedro Fontova, sigue por calle Guanaco y se desvía a Independencia a la altura de lo que es hoy Plaza Chacabuco”, asegura Juan Carlos.

Según la información que ha recolectado, esta suerte de callejón que conduce al cerro Blanco no fue asignado por Valdivia a ningún miembro de su tropa porque habría sido cedido al cacique Huechuraba como símbolo de tregua y así  seguir tranquilo y en paz para cruzar el río Mapocho y fundar la ciudad.

3.- Un fundo con 400 años de historia
A metros de avenida Américo Vespucio, en calle Guanaco existe un terreno histórico. Aquí se encontró cerámica y utensilios de cobre incaico que confirman la convivencia entre españoles e indígenas (el hallazgo data de 1967, un año después del “megaterio”) y existe una loma desde donde sin esfuerzo, se tiene una vista panorámica a toda la ciudad (existen antecedentes de que era lugar de adoración de los incas). En este lugar se han construido al menos tres casonas que tienen directa relación con los inicios de la patria.

Bartolomé Flores llegó junto con Valdivia en 1540 y once años después compra los terrenos de Huechuraba a Gaspar Villarroel, otro español de las tropas conquistadoras, quien además era dueño de los terrenos de las actuales Lampa y Quilicura. Bartolomé se casa con Elvira de Talagante, cuya hija Agüeda Flores, contrae nupcias con Pedro Lisperguer. Si este apellido te es familiar estás en lo correcto: Pedro es abuelo de la temida Quintrala.

La casona en reconstrucción. Crédito de foto: Gonzalo Orellana

Crédito de foto: Daniela Jorquera

Tras una serie de sucesiones, el fundo pasa a manos de Francisco Ovalle Esparza una vez que se casa con Agustina Rosa Fernández Lisperguer. Su nieta y heredera Carmen Ovalle Errázuriz, vende el fundo a Absalón Cifuentes en 1864, y años después tras la guerra civil, en 1891 lo vende a Pío Díaz de Valdés Videla de Carrera. ¿Adivinen de quien es nieto? Claro, de doña Javiera Carrera Verdugo. Con esta familia se quedó hasta el siglo pasado, cuando en 1981 la familia Díaz de Valdés (la misma de la actriz Javiera Díaz de Valdés) vende los terrenos a la empresa Transocéanica (estos encontraron artefactos y un túnel construido por los jesuitas para transportar oro).  Sin embargo en el 2017 el sitio y su casona se vuelve a vender, esta vez a la familia Sweet, que comienza un proceso de restauración para convertir el espacio en un centro de eventos. En la investigación ha trabajado el arqueólogo Rubén  Stehberg y Juan Carlos Arellano. 

Sobreviven murallas en la parte trasera de la casa que corresponderían al 1700 y de la capilla levantada un siglo más tarde.

Pese a los intentos aún no se ha declarado Monumento Histórico, y existe un camino prometido por la municipalidad para unir Mall Plaza Norte y Ciudad Empresarial sin tomar Américo Vespucio (sic).

Crédito de foto: Daniela Jorquera

4.- Canal El Carmen
En Huechuraba existe también un canal de 100 años, prolongación del canal San Carlos una vez que atraviesa el río Mapocho y que se construye cuando Abraham Ovalle era presidente de la Sociedad de Canalistas del Maipo. La poderosa asociación que nació en 1827 tras un acuerdo entre los propietarios de regadores de las aguas del canal.

El Carmen regaba los fundos «El Salto», «San Ignacio» y «Conchalí» en los años 30, todos ellos en el norte de Santiago y comunica  la población La Pincoya con los condominios más acomodados de Huechuraba.

Este canal, que resulta toda una sorpresa apacible y llena de naturaleza, debe su nombre a Carmen Ovalle Errázuriz, dueña del fundo El Guanaco.

A unos pasos del canal, y en paralelo a Américo Vespucio está la Acequia de Huechuraba, parte de la red incaica de canales que servía para regar los cultivos. Tanta historia ¿no?

Crédito de foto: Gonzalo Orellana

Crédito de foto: Gonzalo Orellana

5.- Piscina Mirasol
Y a menos de un kilómetro de la Casona Pío Díaz de Valdés encontramos nuestro quinto y último secreto:  la piscina Mirasol. Un camino lleno de añosos árboles te lleva hasta la entrada de esta piscina inaugurada en 1967. Según nos cuenta Juan Carlos, llama la atención las tinajas de greda que se pueden divisar entre los matorrales, algunas de las 15 que habrían sido fabricadas por los monjes jesuitas. ¿Recuerdan la historia del megaterio de más arriba? Bueno, estas tinajas se hicieron con la arcilla de la cantera de greda, la misma que después fue terreno de la fábrica Princesa.

De la piscina recuerda su era de gloria, entre los años 60 y 90 cuando tenía graderías, medidas olímpicas y hasta un trampolín de donde se lanzaban sólo los más valientes.

Y a este último relato, se suma otro totalmente anecdótico. Las decenas de pollos y gallos de diverso plumaje que puedes encontrarte corriendo por los prados. Así felices como fuimos ese día de marzo que recorrimos Huechuraba.

Crédito de foto: Daniela Jorquera

Crédito de foto: Gonzalo Orellana

Crédito de foto: Daniela Jorquera

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