Es 28 de julio y nuestros hermanos del Perú celebran un nuevo aniversario de su independencia. Sus Fiestas Patrias también se celebran en la capital chilena: el Club Hípico de Santiago es tradicionalmente punto de reunión de los inmigrantes peruanos, pero no es el único lugar significativo para los hijos del Inca, o donde se puede respirar la peruanidad. No por nada, hablamos de la segunda colonia extranjera más grande en nuestro país, después de los venezolanos.

Con motivo de la efeméride, en Amo Santiago nos pusimos a buscar las huellas de la cultura peruana en las calles de la ciudad. Y no nos referimos a los típicos restaurantes peruanos o a calles con nombres como Huáscar, Miguel Grau o Augusto Leguía. En el valle del Mapocho, también encontramos diversos monumentos con el inconfundible sello de las tierras del Rímac.

Santa Rosa de Lima
Un clásico de la Plaza de Armas, y punto de encuentro para los inmigrantes peruanos en Santiago. En lo alto de la Catedral Metropolitana, en la esquina de Catedral con el Paseo Puente, se yergue, misericordiosa, pero no menos divina, la icónica Santa Rosa de Lima, primera Santa de América.

Isabel Flores de Oliva (1586-1617), nació en Lima, cuando la ciudad era capital del virreinato. Poco después de morir, fue beatificada y después canonizada en 1671, durante el pontificado de Clemente X. Aunque se le atribuyen cientos de milagros, el Vaticano solo le reconoció nueve: cinco en Perú y cuatro en Italia. La leyenda cuenta que el Papa, tras oír los argumentos sobre su canonización dijo: “¡Hum! ¡Patrona y Santa! ¿Y Rosa? que llueva flores sobre mi escritorio si es verdad”. Tras exclamar esto, milagrosamente una fragante lluvia de rosas cayó sobre la mesa del pontífice, quien en ese momento procedió a la canonización.

Al ser la primera figura santificada del Nuevo Mundo, su culto se extendió rápidamente por Latinoamérica y Filipinas, y persiste hasta hoy. A sus pies, en calle Catedral, los peruanos se sientan a conversar y hacer vida social.

Huamán Poma de Ayala
En la misma Plaza de Armas encontramos otro recuerdo de la época virreinal. En el corazón de Santiago, a los pies del Museo Histórico Nacional, se ubica una placa de metal que reproduce uno de los clásicos dibujos de Guamán Poma de Ayala, específicamente el de la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura.

Felipe Guamán Poma de Ayala fue un indígena peruano del siglo XVI, conocido por ser el autor de la «Nueva Corónica y Buen Gobierno», una extensa crónica ilustrada que escribió entre 1600 y 1615. Dicha obra es un testimonio detallado de la vida y la sociedad peruana durante la época colonial española de casi 1.200 páginas. La crónica está escrita en español, pero también contiene partes en quechua, el idioma nativo del Imperio Inca. A través de sus dibujos y escritos, critica los abusos y la explotación de los indígenas, así como las injusticias sociales y los problemas políticos de la época.

Guamán Poma de Ayala dedicó el libro al rey de España Felipe III, a quien pretendía alertar de todas estas injusticias. No obstante, el rey nunca recibió el manuscrito, y el texto cayó en el olvido. El libro fue redescubierto más de 300 años después, ni más menos que en un biblioteca en Dinamarca en 1909 y hoy es materia de consulta obligada para los historiadores que estudian el período colonial en América.

Cabe destacar que el autor nunca salió del Perú, por lo cual la ciudad de Santiago que se imaginó era muy distinta a la realidad. En el dibujo inmortalizado en el piso de la Plaza de Armas, se aprecia una ciudad medieval europea, amurallada y con altas torres, cuando lo cierto es que el Santiago de 1580 era un pueblito muy chico, con menos de cinco edificios de más de un piso.

En lo que no se equivocó Guamán Poma de Ayala fue en el carácter bélico: Santiago efectivamente parecía más un fuerte militar que una ciudad, debido a la Guerra de Arauco y los constantes ataques indígenas. Durante toda la Colonia, la capital del Mapocho tuvo fama de ser zona de guerra, y un lugar al que casi nadie quería ir. ¿Qué otra cosa se imaginó este autor peruano de Santiago? Si quiere saberlo, no olvide visitar la Plaza de Armas, y mirar fijamente al piso.

Inca Garcilazo de la Vega
Otro escritor emblemático del virreinato peruano, pero uno que gozó de una tremenda fama en vida. Nos referimos a Gómez Suárez de Figueroa, mejor conocido como Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616).

Dicho autor nació en Cuzco, en el seno de una familia mestiza. Su padre era el capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega, y su madre era una princesa inca descendiente del emperador Túpac Yupanqui. Orgullo de su herencia mestiza, adoptó un seudónimo que venía a reivindicar la cultura y patrimonio de su país, en una época en que la hegemonía colonial europea relegó el pasado indígena a segundo plano.

Garcilaso de la Vega es conocido principalmente por su obra «Comentarios Reales de los Incas», escrita en 1609, en la que relata la historia de los incas y el Imperio Incaico. Su crónica es considerada una de las fuentes más importantes sobre la historia precolombina de Perú y la cultura imperial.

Además de su obra histórica, también es reconocido por su producción literaria en la que mezcló elementos incas y españoles. Escribió poesía y sonetos, y su estilo literario refleja su doble herencia cultural. Entre sus obras más destacadas se encuentran «La Florida del Inca», una crónica sobre la expedición de Hernando de Soto a Florida, y «Los Comentarios Reales de los Incas».

El también conocido como “Inca Garcilazo” es considerado uno de los primeros escritores mestizos del continente americano y una figura importante en la literatura y la historia de América Latina. Por todo lo anterior, su busto da la bienvenida a los investigadores que bajan a la Sala de Prensa, en el subterráneo de la Biblioteca Nacional. “A los indios, mestizos y criollos de los reinos y provincias del grande y riquísimo Imperio del Perú, el Inga Garcilazo de la Vega, su hermano, compatriota y paisano, salud y felicidad”, se lee en la placa que acompaña al monumento.

Los incas y el Museo del Carmen de Maipú
Durante la colonia, la Capitanía General de Chile estuvo subyugada al Virreinato del Perú. No obstante, mucho antes de la llega de los españoles, esta larga y angosta franja de tierra ya tenía una estrecha relación con las tierras incaicas: el extremo sur del Tawantinsuyu (como denominaban los incas a su imperio), o sea la mitad norte de Chile, se extendía hasta el Maule.

Sin embargo, tradicionalmente se tendió a resaltar el rol fundacional de los españoles, minusvalorando el pasado incaico de Chile, y particularmente del valle del Mapocho. Durante mucho tiempo, los textos escolares fijaron como fecha fundacional de Santiago (y prácticamente punto de inicio de la historia de Chile) la fijada por Pedro de Valdivia, al 12 de febrero de 1541.

Recién en 2012, el arqueólogo Rubén Stehberg y el historiador Gonzalo Sotomayor publicaron un artículo donde concluyeron que «habría existido un centro urbano Tawantinsuyu, bajo el casco antiguo de la ciudad de Santiago, desde el cual salían caminos incaicos en distintas direcciones y cuya base de sustentación fue la hidroagricultura y la minería de oro y plata” y que «la infraestructura de esta instalación habría sido aprovechada por Pedro de Valdivia para fundar la ciudad de Santiago».

Stehberg definió el asentamiento inca como un «centro administrativo y ceremonial incaico» (no como ciudad, por ser un concepto muy «europeo») y que «estaba en pleno funcionamiento. Aparentemente era la sede administrativa del gobernador incaico», según consignó BBC Mundo.

Lamentablemente, hoy no quedan vestigios de dicha infraestructura indígena en la Plaza de Armas santiaguina (muy distinto es el caso de Lima o Cuzco, entre otros). Sin embargo, en distintos museos del país encontramos valiosísimas piezas de arte colonial traídas del Virreinato del Perú. Tanto el Museo de Arte Colonial de la Iglesia de San Francisco, como en la colección Joaquín Gandarillas de la Universidad Católica, albergan numerosos cuadros y esculturas religiosas de origen cuzqueño. Menos conocido, no obstante, es el Museo del Carmen del Maipú, donde podemos apreciar una magnífica pintura de Santa Rosa de Lima, pero también un ilustrativo cuadro que mezcla el período precolombino con el colonial, titulado “Efigies de los incas o reyes”.

En dicha pintura, se aprecian los 13 emperadores, o “Sapa Inca”, que tuvo el Tawantinsuyu entre el siglo XIV y XVI, desde Manco Cápac, hasta los hermanos Huáscar y Atahualpa. Posteriormente, en el cuadro les suceden los 9 reyes que tuvo España entre 1533 (año que los españoles conquistaron el Perú) y 1759.

Un dato a considerar, es que en varios países andinos (Perú, Bolivia y Ecuador), en el currículum escolar, las clases de historia suelen abarcar desde las culturas preincaicas, pasando por cada uno de estos 13 emperadores incas, para después pasar al período colonial español. No sería mala idea tomar nota de eso.

Chabuca Grande
Es el equivalente a nuestra Violeta Parra. Chabuca Grande fue una destacada cantante y compositora peruana, ampliamente reconocida como una de las figuras más importantes en la historia de la música afroperuana. Nació como María Isabel Granda Larco en 1920, en el distrito de Barranco en Lima, Perú, y falleció en Miami en 1983.

A lo largo de su carrera, Chabuca Grande compuso e interpretó muchas canciones icónicas que se han convertido en parte del patrimonio musical del Perú. Algunas de sus composiciones más famosas incluyen «La Flor de la Canela», «Fina Estampa», «José Antonio» y «Cardo o Ceniza», entre otras. Esta última canción, se la dedicó justamente a su colega chilena Violeta Parra, y es una alegoría a la tormentosa relación que tuvo la folclorista con el músico suizo Gilbert Favre. “Violeta era una señora seis años mayor que yo y se enamoró de un joven suizo, quenista, de la edad de mi segundo hijo… Violeta, que seguramente no sabía que el artista está condenado a la soledad y que debe saber disfrutarlo, él se marchó a La Paz y ella se dio un tiro en la sien“, contó en 1980, cuando se publicó la canción.

La escultura, emplazada en la Plaza Chabuca Grande, frente a la Municipalidad de Recoleta, se levantó en el año 2014. Fue una donación del Distrito de Barranco, en Lima, y es una copia idéntica a la que se ubica allá, en el Puente de Los Suspiros. Tiene un valor cercano a los 20 mil dólares.

El alcalde de la comuna, Daniel Jadue explicó que a través de este gesto se busca dar una señal de que Recoleta «es la capital multicultural de Chile», donde residen, entre otras nacionalidades, más de 7 mil vecinos de Perú, según consignó La Tercera en 2014. Actualmente, se calcula que son más de 17 mil los inmigrantes peruanos en dicha comuna. De ahí que en esta plaza, la Embajada del Perú y la Municipalidad de Recoleta realizaron un acto por el Bicentenario peruano en 2021.

Plaza Perú de Las Condes
En Las Condes, a la altura del metro El Golf, hay una calle llamada Augusto Leguía, en homenaje al Presidente peruano del mismo nombre ¿la razón? Leguía gobernó Perú a comienzos del siglo XX. Primero de 1908 a 1912 y luego de 1919 a 1930, lo que lo convierte en el mandatario que más tiempo ha gobernado el Perú hasta ahora. Fue en esta segunda etapa, conocida como “El Oncenio de Leguía”, que firmó, junto a su par chileno Carlos Ibáñez del Campo, el Tratado de Límites de 1929, que puso fin a la larga controversia por el control chileno de Arica y Tacna, heredado de la Guerra del Pacífico. En dicho tratado, se acordó que Chile devolviera Tacna a Perú, mientras que Arica quedó definitivamente en manos chilenas. De ahí que la comuna de Las Condes bautizó a esta calle con el nombre del jefe de Estado peruano.

Tras la calle, se construyó al norte de avenida Apoquindo, la Plaza Perú. Allí, se levantó a comienzos del siglo XXI un monumento con los mapas de Perú y Chile. Posteriormente, en 2021, la Embajada del Perú instaló un busto en homenaje a Jorge Chávez (1887-1910).

En el primer caso, el monumento fue levantado en 2004 con motivo de conmemorar los 100 años del Club Peruano en Chile. De acuerdo a su escultor, Andrés Becker: “El tema es buscar a través del formato una armonía en las relaciones entre Chile y Perú, mediante la complementariedad de lleno y vacío. Los países están sobre soportes con sus límites definidos que pretenden comunicarse en su composición”.

¿Pero quién es el personaje del busto?: Jorge Chávez Dartnell. Pionero de la aviación peruana y sudamericana. Efectuó el primer vuelo en aeroplano que logró trasmontar los Alpes entre Suiza e Italia, consolidando a la aviación como un medio de conectividad y unión entre los pueblos (23 de septiembre de 1910)”, se lee en la placa ubicada en el pedestal.

Desafortunadamente, durante el aterrizaje en Domodossola (Italia), el avión de Chávez sufrió un accidente y él resultó gravemente herido. Fue llevado a un hospital donde murió cuatro días después, el 27 de septiembre de 1910, a la edad de 23 años. Según el testimonio de su amigo y compañero aviador Juan Bielovucic, sus últimas palabras fueron: “Más alto. Siempre más alto”.​

No en vano, el aeropuerto de Lima lleva su nombre.

Club peruano de Chile
Como bien dijimos, el Club Peruano acumula ya más de cien años de historia. Fundado en 1904, su sede ha pasado por distintas ubicaciones: calle Agustinas, Alameda, Alonso de Ovalle, avenida Brasil y la calle Guardia Vieja, para finalmente establecerse desde 1996 en Paine, específicamente en el sector de Lomas del Águila.

En su momento, fue el único restaurant peruano con el que contó Santiago. Ya con mucha más variedad gastronómica en la capital, la organización mutó en un club de campo y se instaló en Paine ¿el motivo? «Después de tantos años que habíamos formado la Casa del Perú, el Presidente de ese entonces, Romualdo Kolokszo, hoy fallecido, donó dos parcelas al Club Peruano», explica Rado Milosevic, actual presidente de la institución.

La nueva sede del Club Peruano cuenta con piscina y quincho, pero lo más llamativo, es que en sus dependencias se aprecia el escudo nacional del Perú, y una placa donde se lee “Conmemoración de los 100 años del Club Peruano en Chile”, y junto con los nombres del directorio, hacia el final figura el nombre del alcalde de Las Condes, Francisco de la Maza. “En ese momento, nuestro presidente, Manuel del Carpio, era bastante allegado con el alcalde de Las Condes”, explica Milosevic, y agrega que la placa se hizo en paralelo al monumento de la Plaza Perú.

Miguel Grau
La placa y el mapa no son los únicos monumentos elaborados por el Club Peruano. Mientras tuvieron su sede en avenida Brasil, los comensales del restaurante compartieron el espacio con un busto de Miguel Grau. “Como cambiamos nuestra sede a Paine, la dimos en comodato a la Embajada del Perú, con cuidado de la agregaduría naval que está en la embajada”, explica Milosevic.

Para los chilenos, Miguel Grau es el némesis de Arturo Prat. Para los peruanos, es el Caballero de los Mares, y uno de los más grandes de su historia. No es raro que cuando al Presidente del Perú le toca hablar en cadena nacional, lo haga con un cuadro de Grau de fondo. Jorge Basadre (el “historiador de la República”, como es conocido por los peruanos), lo describió así en su famosa Efigie de Grau: “Como del carbón sale el diamante, así de la negrura de esta guerra sale Grau. La posterioridad ha indultado a su generación infausta porque a ella perteneció el comandante del Huáscar. Olvida desastres y miserias y la mira con envidia porque le vio y le admiró”.

Marino y diputado, el Almirante Grau fue el terror de la marina chilena mientras comandó el Monitor Huáscar, hasta que el barco fue capturado en Punta Angamos, cerca de Mejillones, el 8 de octubre de 1879 (cuatro meses después del combate naval de Iquique). En dicho enfrentamiento, Grau perdió la vida, razón por la cual el 8 de octubre se conmemora el Día de la Marina del Perú.

“Grau expresa las potencialidades que, a pesar de todo, hay en nuestras gentes; nos da un incorruptible tesoro espiritual: hierro de heroísmo, plata de aptitud, oro de bondad. Y, como todos los grandes de esta América para la que la Historia es sólo prólogo, puede ser llamado Adelantado, Fundador, Padre”, sentencia Basadre.

La Embajada de Perú se ubica en Avenida Andrés Bello a la altura del metro Pedro de Valdivia. Junto al busto de Grau, en el mismo patio, se yergue también un busto de Bernardo O´Higgins, “Gran Mariscal del Perú”, como se puede leer en el pedestal.

Muralismo revolucionario andino
Pero no solo héroes militares, intelectuales y artistas tienen su eco en las tierras del sur. Como todos los países, Perú también tiene su lado oscuro.

La guerrilla terrorista Sendero Luminoso –cuyo nombre completo es Partido Comunista del Perú  Sendero Luminoso (PCP-SL)- , estuvo activa durante la década de los ´80 y principios de los ´90, desatando un conflicto que dejó cerca de 70 mil muertos. Su líder, Abimael Guzmán, fue un profesor de filosofía que adoptó el alias de “Camarada Gonzalo” o “Presidente Gonzalo”. El objetivo del grupo, de ideología marxista-maoista, era derrocar el gobierno, apoderarse del Perú e instaurar el comunismo, para lo cual procedieron con métodos extremadamente violentos y sanguinarios. El llamado “Conflicto Armado Interno”, se extendió hasta la captura de Guzmán en 1992.

A pesar de su conocida crueldad, la guerrilla también se hizo famosa por una importante producción artístico-cultural. Canciones, marchas, himnos, y un característico estilo muralista, de influencias andinas y chinas, que son parte de su inconfundible sello.

Un ejemplo de lo anterior, es este mural ubicado en la Villa Francia (Estación Central), pintado poco después de que Guzmán murió en prisión, el 11 de septiembre de 2021. En él, junto con el rostro del “Presidente Gonzalo”, se aprecia la clásica tipografía y estilo pictórico de los senderistas (conocidos popularmente como “terrucos” entre los peruanos). En la misma Villa Francia, también es común encontrar graffitis reivindicando a la “Guerra Popular”.

Otro mural que cabe destacar fue pintado en la población La Victoria (comuna de Pedro Aguirre Cerda). No tiene nada que ver con Sendero Luminoso, pero sí se aprecian algunos elementos pictóricos en común, propios del muralismo andino.

La obra, de la artista peruana Pandora Bermellón, fue pintada con motivo del Estallido Social, y en ella se puede leer “Libertad a los Presos Políticos de Chile, Perú y el Mundo”. Junto con personajes de rasgos andinos, se aprecia el inconfundible Negro Matapacos y el vacío pedestal del general Baquedano.

Estemos de acuerdo o no con la ideología de la artista, salta a la vista que junto con una historia en común, y un intenso intercambio humano y cultural, ambos pueblos, chileno y peruano, tienen una serie de dolores y problemáticas en común. Y es que sea en la Plaza Pizarro o en la Plaza Italia, siempre es un buen lugar para cantar “¡Somos libres! / Seámoslo siempre…”.

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