*Texto y registro audiovisual por Paulina A. Cabrera Cortés

Santiago nunca deja de sorprender. Hace una semana la prácticamente inhabitada Iglesia del Monasterio del Carmen Bajo de San Rafael de Independencia abrió sus puertas a la comunidad. ¿La invitación? Ninguna misa, ni ningún otro oficio religioso, sino que un concierto audiovisual que llenó las paredes de luces y sonidos hipnóticos y palpitantes.

La artista Andrea Gana estuvo a cargo de la música, Sergio Mora-Díaz y Marco Martínez del mapping y Julio Escobar Mellado de la iluminación, en una obra producida por Delight Lab y Chincol y titulada Sonpendular, Devenir de ondas inpermanentes.

“Trabajo en la Municipalidad de Independencia y una de mis obsesiones es buscar lugares con potencial para sacarles brillo y ponerlos en valor y hacer cosas entretenidas en ellos: liceos abandonados, plazas, y en este caso esta iglesia. Conversamos con personas de la Vicaría Norte (en el lugar tienen oficinas administrativas) y se mostraron encantados de ocupar el templo con actividades artísticas y ciudadanas”, nos cuenta el día del concierto Henry Bauer, encargado de innovación del municipio.

Así, ese sábado 7 de julio, fue atravesar el patio del que fuera el convento de las Carmelitas Descalzas, cruzar la puerta del templo y entrar a una experiencia envolvente que no dejó indiferente a ninguno de los presentes que llenaron todas las bancas de madera.

La Iglesia terminada de construir en 1777, declarada Monumento Histórico Nacional en 1983, es ícono de la comuna pero paradójicamente poco conocida porque la iglesia del barrio es su “hermana” la de las Carmelitos ubicada en General Borgoño 1051. “Básicamente es patrimonio en desuso, con muy poco acceso a público. Aquí nunca se han hecho misas, se construyó para monasterio (funcionó así hasta 1958), es decir lo ocupaban las monjas que residían antiguamente, nunca fue una iglesia de uso público corriente”, nos detalla Henry sobre la oportunidad de poder habitar el espacio por algunas horas.

De ahí la intención de los artistas de plantear un ritual que despertara el espacio, a través de un espectáculo inmersivo de exactos 40 minutos, que esperó al público con un ambiente algo tenebroso, y en donde la luz fue develando los detalles de las figuras religiosas, las columnas, el púlpito y el altar principal. 

Según nos explica Henry, arquitecto de profesión, el templo es la segunda versión de sí mismo, luego que una gran inundación del río Mapocho en 1783, causara graves daños a los muros de adobe del monasterio y socavara los cimientos de la iglesia y su torre. Un siglo más tarde la fachada y el cuerpo de la estructura fueron refaccionados, por lo que se evidencian dos estilos. El claustro contiguo del periodo colonial, con cuerpos angostos, muros de adobe y cubiertas de tejas, y la iglesia remodelada en 1870 bajo las instrucciones del arquitecto Fermín Vivaceta que reestructuraron sus cimientos y la fachada, donde predomina una inspiración neoclásica, con elementos del renacimiento francés e italiano. En esta época fue también cuando a la torre  se le agregó una imagen del Arcángel Rafael.4

“Hacer entrar a personas a un espacio abandonado, con esta magnitud de riqueza arquitectónica a través de una puesta en valor lumínica y sonora, te hace recordar mucho más los lugares, los pone en valor, los pone en la cabeza de las personas, ese es el experimento, una experiencia sensorial que nos ayude a vivir los lugares”, concluye Henry sobre el que espera ser el primero de varios eventos.

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