Un túnel de piedra, ladrillo y cal de 27 metros de longitud. Esto fue con lo que encontraron trabajadores de la empresa Enel cuando realizaban obras en avenida La Paz.

Uno de los primeros en recibir la noticia fue el historiador urbano Juan Carlos Arellano quien acompañado de Sebastián Pérez, presidente de la Fundación SCL500 se adentraron en este misterioso camino subterráneo que conecta el Instituto Psiquiátrico (la ex Casa de Orates) en Recoleta con la Facultad de Odontología de la Universidad de Chile en Independencia.  

En la imagen Sebastián Pérez, de SCL 500. Crédito de foto: Juan Carlos Arellano creador de Historias de Huechuraba

Según cálculos preliminares, la obra sería de comienzos del 1900 y sería parte de una red de túneles que conectaban distintos recintos de salud de La Chimba, nombre con el que se conocía al sector al norte del río Mapocho durante tiempos de la Colonia. 

Así lo anunció el mismo alcalde de Independencia, Gonzalo Durán, quien dijo que el descubrimiento es de “alto valor histórico para la ciudad, con lo que se reafirma el enorme valor patrimonial que posee esta zona de la capital”.

De hecho, se constituyó una mesa de trabajo entre representantes municipales, del Hospital Psiquiátrico, de la Universidad de Chile, del Consejo de Monumentos Nacionales y de la Corporación de Cultura y Patrimonio para recuperar la historia y generar una ruta patrimonial o un museo subterráneo.

El cielo del túnel es de ladrillo y el muro de piedra de cantera. Crédito de foto: Juan Carlos Arellano creador de Historias de Huechuraba

Primeras teorías

Hasta ahora se ha dicho que el túnel podría haber sido utilizado para trasladar a enfermos de la que a principios de siglo era la Casa de Orates. De hecho, un texto del Ministerio de Salud, indica que a raíz de la apertura de la avenida La Paz en 1905 se construye un túnel para unir esta Casa con el sector poniente, cuando el recinto hospitalario contaba con mil pacientes. Sin embargo esta teoría está por confirmarse.

Para Juan Carlos Arellano, la obra bajo tierra habría tenido varios usos, no necesariamente el médico, dado que según pudo observar en los muros de la estructura no existen rastros de ningún sistema de iluminación ni de anclaje para algún tipo de lámparas. “No podrías pasar pacientes si no tienes sistema de iluminación a gas o eléctrico”, nos contó agregando que también hay que observar de cerca el suelo para determinar si pudo haber sido para transportar material de carga o servir de paso para carruajes.

Otra cosa que le llamó la atención al historiador urbano, que se ha especializado en a historia del norte de Santiago (revisa la nota de archivo aquí), es la loza de cemento que observaron al adentrarse en el túnel lo que se explicaría por las obras que removieron los adoquines de la avenida. Es decir, la estructura ya habría sido vista anteriormente.

Cuando le preguntamos sobre la sensación de estar bajo tierra, nos describe que el túnel es amplio e irregular, llegando a dos metros de ancho y tres de alto. Asimismo, está interrumpido con escombros en dos fragmentos, es absolutamente oscuro, y los gruesos muros dejan pasar poca humedad por lo que el piso está prácticamente seco. Está fabricado con piedra de cantera, probablemente del cerro Blanco, ladrillo y también cuenta e algunas partes con un revestimiento posterior de cemento.

En el momento del hallazgo se encontraron huesos, que llegaron a alertar a quienes estaban en el lugar. Sin embargo, el mismo día se confirmó que se trababa de restos de una cazuela. De hecho también había una botella de vino tinto. En la imagen Juan Carlos Arellano, entrando al túnel
X