Mantel de plástico, un plato de cazuela o un sánguche de pernil. Una caña de vino sobre la barra y al fondo, un éxito de Lucho Gatica o el partido de fútbol de la semana. La intimidad de cantinas, fuentes de soda y picadas son la narrativa de Los Bares son Patrimonio, proyecto que inició hace dos años el periodista Haroldo Salas con el fin de recopilar las historias de estos lugares antes de que desaparezcan.
Todo partió con una imagen. “Tomé una foto de un bar antiguo de Santiago, la subí a mis redes y muchos amigos me empezaron a preguntar dónde estaba ese lugar que parecía detenido en el tiempo. El primero fue el Restaurante Coltauco en el barrio San Isidro. De ahí decido abrir una cuenta en instagram, y como ando mucho en bicicleta, empecé a tomar fotos a los bares a los que iba entrando y conociendo” nos cuenta Haroldo Salas (43) sobre la iniciativa que ya suma más de nueve mil seguidores y que tiene a su haber una serie audiovisual de ocho capítulos y un podcast.
En cada uno de estos contenidos logra captar en formato documental, la esencia de las cantinas, que son parada para taxistas, obreros y también parroquianos que han hecho de estos espacios, su segundo hogar. Fuentes de soda, restaurantes, bares y quintas de recreo donde sobra la nostalgia y donde no necesariamente existe dependencia o problemas con el alcohol, ya que aquí también hay amistad y largas tardes para conversar.
“Nosotros hacemos un registro súper poco invasivo. Muchas veces vamos a los lugares, conversamos con los dueños, y cuando registramos lo hacemos con la autorización de dueños y parroquianos. Nos ha tomado meses incluso, grabar en algunos. Y está bien. Son sus espacios. Es su casa” agrega el realizador audiovisual, quien tiene en su equipo a Marco Muñoz (sonido), Denisse Biscarra (producción), Gabriel Belmar (gráficas), además de Elena Pantoja y Estefanía Labrín (podcast).
La pandemia ha significado un nuevo desafío para estos locales, que han visto en sus décadas de historia, la amenaza de proyectos inmobiliarios y el simple cambio generacional, que ha hecho que los hijos de los propietarios no tengan intención de seguir con el negocio.
Pese a todo, algunos del centenar de bares documentados por Haroldo siguen funcionando en formato delivery o con terrazas, y otros a puertas cerradas, esperan que se levanten en algún momento las restricciones sanitarias. En el intertanto, hay mucho por compartir de Los Bares son Patrimonio, que nos conecta con esos rincones olvidados de Santiago.
¿Cuál es la importancia de los bares y sus parroquianos?
Para los parroquianos, los bares son como su casa. Es el lugar donde comparten, pasan parte del día y establecen relaciones de amistad. Muchos no tiene familias, son viudos(as) o solos, y encuentran en aquí, un espacio democrático, un lugar de pertenencia donde todos y todas son iguales.
Cada espacio tiene sus códigos y rituales. Se establece relación con los dueños. Se puede conversar una caña de vino, una cerveza helada en la tarde. Ver un partido, jugar dominó, naipe, y también escuchar música. Aunque son mayormente espacios más silenciosos, alejados de la lógica moderna de bares con música fuerte y grandes cantidades de personas. Tienen otro ritmo. Muchos funcionan más de día que de noche.
Cada vez van quedando menos bares de este tipo en Santiago, y la pandemia suma un nuevo factor de incertidumbre ¿Cómo ves su continua desaparición?
Para los parroquianos el cierre es una muerte dolorosa. Saben que no les queda mucho tiempo, pues en muy pocos hay traspaso generacional, y el cansancio, enfermedad o muerte de los dueños es también la muerte del Bar. Eso es lo que muchos nos han comentado.
¿Cuál crees que es el rol de Los Bares son Patrimonio?
Grabamos con una sola cámara y un pequeño micrófono. Sin luz, ni nada. Tratamos de no alterar el hábitat natural de cada lugar. Y el registro es en primera persona. Son los dueños(as) y parroquianos de los bares los que cuentan la historia. Nosotros no tenemos mucho que contar la verdad. Es un puente el que hacemos para que estas historias no se pierdan en el tiempo.
En el libro La reflexión cotidiana, Humberto Giannini piensa el bar como aquel lugar que produce discontinuidad en ir y venir cotidiano. Una espacio que busca restarse a la urgencia y expandir la temporalidad. Algo hay de hierofántico en el acontecer del bar.