Por el local de San Diego 236 ha pasado de todo. Desde bailarines, vedettes, orquestas y humoristas, hasta películas en rotativo, concentraciones políticas, tocatas de cumbia, lucha libre y también los clásicos sanguches y terremotos de la que fuera sede del Bar Las Tejas. Hoy, su nuevo dueño, el empresario inmobiliario Carlos García, empuja un proyecto que espera convertir el espacio en el escenario unplugged de Santiago, donde la música y calidad del sonido sean los protagonistas. Las largas cortinas de la sala ya están instaladas y en los muros se pintan seres mitológicos, en lo que son los preparativos del evento de pre lanzamiento programado para este miércoles.
Han pasado casi 70 años y el cartel del Teatro Roma sigue prácticamente intacto. No así, el rubro de la sala que se ubica justo debajo y que ha tenido una multifacética trayectoria.
El edificio, construido en 1953, nació en medio del boom de cines y teatros que iluminaban la noche de calle San Diego. Fue diseñado por Héctor Davanzo Angulo, su propietario y también autor del vecino Teatro SATCH, rebautizado Teatro Cariola y que fue edificado entre 1949 y 1954 para el estreno de obras nacionales. El arquitecto de la Universidad Católica se especializó en inmuebles dedicados a las artes escénicas y cinematográficas, teniendo en su portafolio al Teatro Hollywood, el Monumental, el Excelsior, el Ideal Cinema, el América, el Selecta, además de los Teatros Chile e Italia y el Diana de Cartagena.
Según el escritor Luis Villalobos, autor del libro Teatros de Chile (Ocho Libros, año 2024), cuando se abrió el eje vehicular de San Diego, al sur de la Alameda, se creó un circuito que vino a emular lo que pasaba en las calles Huérfanos y Estado. Carteles luminosos anunciaban espectáculos de revista, teatro y también cine.
Así la calle San Diego fue parte de la edad dorada de la bohemia santiaguina, llegando a compararse con la avenida Corrientes de Buenos Aires. El autor señala que “esa época tuvo su auge entre los ‘40 y ‘50, momento en que el territorio cultural de Santiago se expande, sale del centro histórico y el primer radio que aparece es este. La calle San Diego siempre tuvo ese toque más popular, popular en el sentido de clase social y popular en el sentido de gustos, con una vida bohemia que se mantuvo hasta principios de los ´60 cuando los espectáculos de este tipo decaen, por los cambios sociales y también por el impacto del cine sonoro” que se convierte en una opción más rentable y masiva.

Teatro Roma en San Diego, cuando la calle tenía sentido vehicular de norte a sur lo que facilitaba la expansión de los comercios atrayendo a los trabajadores que ocupaban la vía al salir de sus trabajos. Al fondo se ubica la tienda de moda de Enrique Guendelman.
Una apuesta por el barrio
Con el ánimo de devolver algo de brillo al sector y abrir un nuevo escenario para la música, el empresario inmobiliario Carlos García inició un largo proceso de compra del inmueble. Se enteró de su venta el año 2018, sin embargo, los trámites legales de la propiedad, que tenía 17 herederos, postergó la adquisición hasta marzo de 2020 en medio de las consecuencias del estallido social y cuando partía la pandemia. Recién en el verano de 2023, recibió el teatro, pudiendo iniciar la primera remodelación y arrendándolo desde entonces, sólo para un par de fiestas.
Carlos García asegura que nunca pensó en demoler, todo lo contrario. “La idea fue siempre rescatar el edificio, que tiene en total 9 departamentos y dos locales comerciales”. Uno de ellos, es el que ocupaba el Bar Las Tejas (con la sala de teatro al fondo), y el otro el que fuera el Café y fuente de soda Roma, hoy alquilado a un pequeño casino.

Los preparativos continúan a todo máquina para el evento de prelanzamiento que se realizará este miércoles 26 de marzo.
¿Qué implicaron los trabajos y cuáles han sido los principales desafíos?
El actual proyecto contempla varias etapas. Lo primero que hicimos fue la remodelación del salón principal y la reparación de los baños. Para una segunda etapa quedarán los camarines y los arreglos en el sector de la platea alta y para el final la recuperación de la fachada.
El principal desafío ha sido mantener un poco la esencia de lo que era, pero a la vez mejorar la acústica del lugar, porque sí queremos hacer conciertos, necesitamos que suene bien y ahí está el principal desafío, no perder la esencia y la arquitectura, pero sí mejorar el sonido. La semana pasada se cumplen cinco años desde la compra, y a eso se suma el año y medio de resolver los temas de título, por lo que también ha sido un desafío desde el punto de vista económico.
¿El cartel del Teatro Roma volverá a iluminarse?
Originalmente el cartel tenía luces de neón. Para el evento de este miércoles colocaremos unas cintas LED, pero esperamos poder restaurarlo prontamente.
¿Cuáles son los próximos pasos?
Lo primero es conseguir las patentes, la de cabaret que me permite hacer shows en vivo, traer bandas y vender alcohol; y la patente de restaurante y turismo que permite poder bailar. La idea es traer bandas nacionales, y de afuera. El sueño es convertir el Teatro Roma en el espacio unplugged de Santiago, donde las bandas y cantantes vengan a hacer sus versiones acústicas con un público reducido, en dónde estés en un entorno increíble y dónde el sonido sea lo principal del lugar, con el mejor equipamiento y la mejor acústica.
Imágenes de los trabajos de remodelación del interior del Teatro Roma. Fotografías de Amo Santiago, marzo de 2025:
- La entrada a la sala y la platea alta.
- La vista del escenario despejada.
Las otras vidas del Roma
Según describe el investigador Criss Salazar en su blog Urbatorium, el Roma fue presentado al público en 1954 como un teatro elegante, publicitándose como el único del país que contaba con una pasarela de cristal iluminada, “al estilo de los grandes teatros revisteriles del mundo”. Esta prolongaba el escenario hasta las butacas de la platea, sirviendo de soporte para los desfiles de las bailarinas de la Compañía de Revistas Tro-Lo-Ló. El espectáculo era dirigido por el dramaturgo y escritor Gustavo Campaña y el empresario uruguayo y director de orquestas, Antonio Felis Peña, Buddy Day. El mismo del Teatro Ópera, que saltó a la fama criolla por el célebre show de comedia y cabaret Bim Bam Bum.
De acuerdo a las notas de prensa de la época, recopiladas por Salazar, pasaron también por el escenario, números tan variados como el de la Orquesta Espectáculo Capricho Español, por entonces astros del Waldorf Astoria de Nueva York y el de la vedette brasileña de burlesque Naja Karamuru, que sorprendió a los santiaguinos con sus performances con boas amazónicas.
A esto se sumaron películas en sesiones de rotativo, que se mantuvieron hasta avanzada la década de los 70. Filmes como D´Artagnan contra los Tres Mosqueteros, El jinete negro, La tragedia de Oscar Wilde y El amor llamó dos veces, son ejemplos de la cartelera que figuraba en los diarios en 1965. “Eran cinco funciones que se hacían desde las 4 de la tarde, debió ser un tipo de cine del estilo de programación del barrio, como el del Teatro Esmeralda, el Santiago, el Prat, el Portugal, el Imperial o el Lira” precisa el escritor Luis Villalobos.

Cartelera del diario La Tercera de La Hora, año 1965. Recopilación de Amo Santiago.
El cine en el Teatro Roma convivió también con el de manifestaciones políticas hasta mediados de los ’70. Fue en aquella época cuando se suma a la historia, el capítulo del Bar Las Tejas.
El clásico restaurante que nació en los años ´20 se trasladó en 1974 desde San Pablo con sus chichas, perniles y parrilladas a San Diego 236. El local se convirtió en una picada tradicional de Santiago, siendo bautizado como el “Palacio del Terremoto” por sus famosos pipeños, con helado de piña y granadina. Gastronomía criolla que no se olvidó de la música. A las cuecas y el folclor que se mantuvieron en el escenario, se agregaron en la primera década del 2000, bandas emergentes de la nueva cumbia chilena. Tal como recuerda, Haroldo Salas, del proyecto Los Bares son Patrimonio, Las Tejas «era en un lugar típico chileno, muy ligado al tema del campo, a la comida de chicha y chancho, perniles arrollados, pipeños, y después con el tiempo se transforma también en un lugar más cercano al público universitario, que es cuando también yo lo empecé a visitar más, cuando empezó a abrir las puertas a estas nuevas tocatas de cumbia, del Chico Trujillo, Juana Fé y Guachupé, entre otros».

El Bar Las Tejas ocupaba la sala del Teatro Roma. El restaurante se trasladó en el 2022 a su nueva sede en el Paseo Bulnes y también abrió un teatro en Vicuña Mackenna. Fotografía Diario La Tercera.

En los muros del Teatro Roma aún quedan vestigios de las pegatinas del Bar Las Tejas.
La familiaridad del restaurante también se vivía con la presencia del acordeonista Egidio Altamirano, «que era un señor que se paseaba por las mesas y uno le pedía cualquier canción y él la interpretaba con mucha picardía» argrega Salas. Algo similar, pero en mayor intimidad, ocurría en la fuente de soda Roma, ubicada en San Diego 240, local que era parte del mismo edificio del Teatro y en donde originalmente se ubicaba su boletería.
Atendía don Giulano de Luca, quien según Salas, «era un anfitrión muy cordial, un tipo muy culto, cercano y querendón de sus trabajadores. Durante sus inicios, fue un café en la clásica lógica de que al lado de cada teatro había una cafetería tipo confitería. Con los años, el Café Roma se empezó a transformar en una fuente de soda, media estilo italiano, que se caracterizaba por el mobiliario clásico de pisos apernados a la barra, sillones pegados de lado y lado y harto espejo, donde encontrabas comida rápida y buenos menús a la hora de almuerzo. Producto de la decadencia del barrio San Diego, empezó a tener que cerrar más temprano, pero siempre fue un lugar muy acogedor al cual con gente del proyecto asistíamos bastante y tuvimos la fortuna-desgracia, de estar el día del cierre y ser los últimos que nos tomamos una cerveza con don Giulano, cuando tuvo que cerrar el local luego que la familia vendiera el inmueble completo».
Hoy, el Teatro Roma empieza un nuevo capítulo que lo llevará a la música y al espectáculo, y en donde su famoso cartel vertical volverá a iluminarse.

El Teatro Roma en vecino del Teatro Cariola, abierto en el año 1954. Estas salas se sumaron a otros teatros del sector como el Teatro Esmeralda (1922) en San Diego 1035 y el Teatro Prat (años 20) en San Diego 2117, antecesores del más grande de todos: el Caupolicán (1936) ubicado en San Diego 850, con capacidad para 4.500 personas y que fue el predilecto para las despedidas de los artistas que partían de gira o regresaban al país.

En los permisos de edificación de julio de 1953 figura que la propiedad ocuparía un terreno de 740 metros cuadrados para levantar un teatro de cuatro pisos. Las obras que terminaron en diciembre del mismo año y que obtuvieron la recepción definitiva en junio de 1955, tuvieron un costo de 5 millones de pesos. Héctor Davanzo Angulo (1902 – 1964), fue su dueño y arquitecto.

El letrero del Teatro Roma se volverá a encender en el mediano plazo. En el intertanto se instalarán luces LED para resaltarlo.