En el altar lateral izquierdo de la iglesia de San Agustín se encuentra la figura del Señor de la Agonía, conocido popularmente como el Cristo de Mayo. Pieza de madera policromada que representa a Jesús crucificado y que desde 1647 se dice es el protector contra los terremotos.

Cerca de las 10 de la noche el 13 de mayo de ese año un intenso sismo provocó la muerte de mil personas (un quinto de la población de la época) que perecieron aplastados por las tejas y adobes que cayeron por los derrumbes. Casas y edificios públicos se vinieron abajo, e incluso grandes peñascos se desprendieron del cerro Santa Lucía causando pavor entre los sobrevivientes.

Sin embargo, un objeto quedó intacto, casi intacto: la figura del Cristo. El fuerte temblor provocó que la corona de espinas se deslizara hasta el cuello de la escultura, e inexplicablemente las dos veces que los frailes agustinos intentaron volverla a su lugar, se produjeron réplicas.

“Tienen estos padres un devotísimo crucifijo…estaba en el tabique, que cerraba un arco tan fácil de caer, que no tenía que obrar en el temblor y caía la nave toda, quedó fijo en su cruz sin que se lastimase el dosel. Halláronle con la corona de espinas en la garganta como dando a entender que le lastimaba una tan severa sentencia; i nos prometimos para lo que quedaba su grande misericordia” dicen las crónicas de la época del Fray Gaspar de Villarroel.

El hecho fue calificado como un milagro y un símbolo de esperanza entre el caos y la destrucción que dejó a Santiago en escombros y en donde quedaron en pie sólo la iglesia de San Francisco y unos muros de la iglesia de San Agustín.

Al año siguiente, en mayo de 1648, el cabildo de Santiago ordenó que la imagen fuera sacada en procesión “con grandes clamores, con muchas lágrimas y universales gemidos”, en un recorrido desde el templo hasta la Plaza de Armas invocando la protección del Cristo de Mayo contra los desastres naturales. Tradición que se mantiene hasta el día de hoy, y que se ha visto interrumpida solo unas cuentas ocasiones, como la de este miércoles, en momentos en que Santiago vive como todo el mundo, la pandemia del coronavirus.

La imagen fue tallada por el fray peruano Pedro de Figueroa en 1613. El sacerdote había llegado a la Orden de San Agustín en Santiago y ante la falta de imágenes y esculturas para los fieles creó esta y otras figuras que se distribuyeron en los corredores del convento y en otros templos de la ciudad.

La Quintrala

Uno de los mitos de la época, dice que la mismísima Catalina de los Ríos y Lisperguer, La Quintrala, tuvo en su casa al Cristo de Mayo y que cada vez que ella azotaba brutalmente a sus esclavos y peones, o cometía una de sus habituales tropelías, se terminaba encontrando con la mirada triste del Señor de la Agonía. Lo que habría provocado devolver la imagen a los religiosos, no sin antes advertirles que “no soporto que un hombre me ponga mala cara en mi propia casa”.

Otra versión dice que Catalina le prometió al Cristo una manda si era declarada inocente y se libraba de la prisión por sus crímenes. Esta historia señala que fue absuelta de la acusación, y cumplió la promesa encendiendo todos los días una vela ante la imagen.

Un tercer relato indica que Catalina de los Ríos estaba enamorada del sacerdote peruano creador de la figura. Al comprender que su amor no era correspondido y para vengarse de Pedro de Figueroa, habría expulsado la imagen de su casa. El sacerdote habría recuperado la obra y la habría colocado en la Iglesia de San Agustín.

Terremoto de 1647. Ilustración de Heinrich von Kleist.

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