*Por Paulina Cabrera y Daniela Jorquera
Al final de la calle Walker Martínez en la comuna de La Florida se levanta sin mayor explicación, una cruz de ladrillos pintada de blanco. Rodeada de flores y ubicada entre el canal San Carlos y la avenida Tobalaba, mira hacia el poniente bajo los cables del tendido eléctrico. Para quienes la conocen un poco más, saben que se le da el carácter de hito conmemorativo de la masacre de Lo Cañas de 1891, el triste episodio de la Guerra Civil en donde murió un grupo de jóvenes aristócratas y artesanos, que no poseían conocimiento militar ni armamento para combatir.
El cronista urbano Criss Salazar hizo en el 2013 una profusa investigación que da cuenta de las tres cruces asociadas a la matanza. La de ladrillos -reconstruida tras el terremoto de 2010 y que también pudiese estar vinculada a la capilla Santa Irene ubicada a corta distancia en Walker Martínez-; la de fierro forjado levantada en el lugar exacto de los fusilamientos, a unos cuatro kilómetros en línea recta desde la cruz de ladrillos y hoy en terrenos privados; y una tercera de madera, en la loma de un pequeño cerro al costado sur del terreno donde se halla el escenario principal de la masacre y la mencionada cruz de fierro.
Lo cierto es que con falta de certezas incluida, es el sitio donde ocurrió la matanza, el declarado como Monumento Histórico. En su ficha, el Consejo de Monumentos indica que “el lugar donde se realizaron los fusilamientos está señalado en la actualidad con una cruz de hierro de carácter conmemorativo, ubicada por sobre la cota mil del Fundo El Panul. A unos 10 metros se ubica un muro de adobe, identificado en algunas crónicas como la pared que habría servido de paredón, información respecto de la cual no hay certeza”.
La matanza
Carlos Walker Martínez -abogado, ministro, parlamentario y figura del Partido Conservador- fue dueño del mencionado fundo de más de 90 hectáreas; del terreno en donde se instaló la primera municipalidad de la comuna (en la esquina de las calles Rojas Magallanes y Avenida La Florida) y aparentemente también de la bellísima casona amarilla llamada popularmente “el Castillo” que se ubicaba en plena avenida Vicuña Mackenna con Rojas Magallanes.
Sin embargo, fue en su primera propiedad en donde se produjeron los trágicos hechos que marcaron la guerra que enfrentaba al gobierno del Presidente Balmaceda con el Poder Legislativo. La noche del 18 de agosto de 1891, el grupo de 86 jóvenes que se organizaba para cortar el puente del río Maipo y así dificultar la comunicación del gobierno y sus tropas, fueron sorprendidos por las tropas del comandante Alejo San Martín, quien actuó sobre ellos con total rudeza.
“El comandante San Martín, atacó a la montonera propinándole una derrota que, dada la disparidad de fuerzas, tuvo más el rostro de masacre, que de enfrentamiento bélico regular. Pero el 19 de agosto, ocurrió lo peor: los sobrevivientes fueron perseguidos hasta encontrarlos siendo detenidos, algunos de ellos asesinados, sin ninguna compasión (como registran los relatos de testigos) y otros fusilados sin juicio justo”, indica el Archivo Nacional sobre los abusos y torturas que sufrieron los jóvenes.
Al menos 41 víctimas están contabilizadas en la escultura de Virginio Arias en honor a los jóvenes muertos y que se encuentra en el Patio 38 del Cementerio General de Recoleta, en el cruce de las calles Dávila y Cipreses.
La primera municipalidad y «el Castill» que hacen alusión, eran propiedad de Victorino Rojas Magallanes (ahí el nombre de la calle) no de Carlos Walker. Saludos.