Elegante, culta, sofisticada y progresista. Su mundo abarcó mucho más que su casa, como ocurría para las mujeres de su tiempo. “No me achico con nada” decía ella. Y así lo hizo, con un profundo sentido de servicio público, se convirtió en la primera alcaldesa de Providencia y en la primera mujer en asumir un cargo de representación popular en toda Sudamérica.

Por Coty Vitalic y Paulina Cabrera

Afiche de campaña 1935.

Según la revista Zig Zag, Alicia Cañas era “una de las mujeres más bellas de su época”. Tanto que tras su elección, mal intencionados comentarios de la prensa rumoreaban que había ganado sólo por ser “bonita”. Sus más cercanos dirían que lo hizo por su gran carisma e inteligencia.

No militaba en el movimiento feminista, pero estaba claro que su personalidad rompía con los cánones de su generación. Manejaba su propio auto, tomaba whisky sour y se vestía siguiendo la moda europea. Según recuerda su nieta Soledad del Villar, Alicia usaba tres anillos en el mismo dedo, cada uno con un brillante gigantesco.

Nacida en una familia acomodada -vivió sus primeros siete años en París- donde volvería a los 24 luego que su primer marido, Arturo Sanfuentes -hijo del Presidente Juan Luis Sanfuentes- se suicidara tras quebrar su negocio. Fue en la capital francesa donde vivió su duelo junto a su pequeña hija y en donde se inspiró para convertir a Providencia en una comuna jardín.

«Estando en Europa ella conoce otra realidad de lo que eran las mujeres y cuando en Chile sale la ley que les permite a las mujeres presentarse a un cargo de elección popular y tienen derecho a votar y a presentarte como candidata ella lo hace por Providencia. Ella es la primera mujer a nivel latinoamericano en ocupar un cargo de representación popular. En esa época ella llegó a acuerdos para gobernar», detalla Gloria Godoy, historiadora del departamento de Barrio y Patrimonio de la Municipalidad de Providencia.

Sector de Pedro de Valdivia Norte, año 1940. Archivo de Municipalidad de Providencia.

Quien la convenció de postularse, fue su amigo Arturo Alessandri. Al momento de las elecciones municipales, en abril de 1935, Alicia tenía 34 años. Se trataba de los primeros comicios con voto femenino que se vivían en medio de un clima político adverso, con acusaciones de cohecho, suplantación y anulación de sufragios. El conteo a mano, tardaría cerca de un mes: el resultado final, 4.000 votos a favor, que la pondrían a la cabeza del municipio de Providencia.

En ese entonces, la comuna no era lo que es ahora. En Tobalaba había chacras de frutillas, los tranvías llegaban hasta avenida Los Leones y en la ribera del Mapocho, había zarzamoras.

Sector de Tobalaba, año 1926. Archivo de Municipalidad de Providencia.

Apenas pisa la alcaldía, se pone manos a la obra y contrata al paisajista austríaco-alemán Óscar Prager con quien desarrollan un plan urbanístico con parques, plazas y avenidas arboladas, como los de las calles Pocuro y Los Leones. A lo que sumaría la construcción de la avenida costanera Andrés Bello, el parque Bretaña, hoy Balmaceda y el ensanche de la avenida Providencia.

En 1941 es electa por segunda vez como alcaldesa de Providencia, y es en este periodo cuando inaugura el Mercado Municipal, donde las propias dueñas de casa salían a hacer sus compras en vez de enviar a sus empleadas. Una verdadera revolución a la rutina de las compras, y que se convirtió en paseo obligado de todos quienes iban a la misa de la iglesia de la Divina Providencia, ubicada por el frente. La misma Alicia frecuentaría los locales de flores, pescados y empanadas, hasta ya avanzada su edad.

«Este es uno de sus grandes legados porque el mercado tenía además como una misión especial, porque además de ir a comprar era como una zona de esparcimiento femenino, porque para ella era importante que la mujer a parte de ir a comprar conversara con otras personas, estuviera en un entorno agradable. Estamos hablando de los años cuarenta, eso hoy día sería terrible pero en esa época era lo que se buscaba y el mercado fue durante muchos años un centro neurálgico de la comuna», agrega Gloria Godoy.

Consciente de su posición, ayudaría a las familias de escasos recursos. Instaló el Restaurante Popular, en un local de la calle Alférez Real; construyó una población para los obreros en el sector de Miguel Claro; firmó un convenio con la famosa Casa García (lo más parecido a una multitienda en ese entonces) para que se pudiera comprar a crédito; creó el célebre Club de Fútbol y mandó a construir alcantarillado. Cuando le tocaban el timbre personas en situación de calle, ella los hacía pasar y les daba comida. Y era confiada, siendo alcaldesa ascendió a secretario municipal al encargado del riego, porque encontró en su mirada lealtad y honestidad.

Su letra manuscrita en un acta municipal de mayo de 1941.

También dejó huella con sus actividades de beneficencia. Asqueada de la política, dedicaría casi 50 años a ser patrocinadora del Hogar de Ciegos Santa Lucía, de San Miguel, al mismo tiempo que colaboraría en la creación de la 13ª Compañía de Bomberos de Santiago.

Disfrutaría de la vida familiar junto a su segundo marido, el abogado Augusto Errázuriz, y sus cuatro hijos, en una gran casona, en Suecia con Bilbao, perteneciente al fundo Los Leones, de los Lyon Cousiño. Aquí celebraría sus cumpleaños rodeada de sus amigos y se mantendría activa y conversadora hasta el final de sus días.

“Me acuerdo que todos los mozos estaban en su funeral. Y como cada vez tenía menos amigas de su edad, salía con las amigas de su hija mayor, mi abuela”, recuerda su bisnieta Soledad Reyes, sobre sus salidas al restaurante Carrusel.

En la comuna que tanto quiso dedicó dos lugares a figuras importantes de su vida: bautizó con el nombre de su padre Rafael Cañas, la pequeña calle que da a avenida Providencia y con el de su marido, la plaza Agustín Errázuriz, de Pocuro con Tobalaba.

La historia le devolvería, con su cargo, pero sin su nombre, el reconocimiento a su obra justo un año antes de morir. La Plaza La Alcaldesa en su honor, a pocos metros de donde vivió casi toda su vida.

Fuentes de investigación y referencias:

* Este reportaje es parte del proyecto Biografías de Amo Santiago, personajes que marcaron la historia de la capital y que contempla también una versión de podcast publicado en los canales de Spotify de Amo Santiago y prontamente en el del Museo Histórico Nacional. Este proyecto está financiado por el Fondo de Medios del Consejo Regional y del Ministerio Secretaría General de Gobierno.

Archivo fotografía familiar junto a  su segundo esposo Augusto Errázuriz y sus hijos.

Revisa la conversación con la nieta mayor de Alicia Cañas, Soledad del Villar y la bisnieta Soledad Reyes:

 ¿Conociste a tu abuela, cómo la recuerdas?
Claro que la conocí, muchísimo. Murió de 101 años. Una mujer muy entretenida para conversar, hablaba de todos los temas y nunca repetía un cuento. También era muy directa para decir las cosas, no se guardaba nada. Siempre muy bien vestida y elegante, tenía tres solitarios impactantes, cada uno con un brillante gigantesco y le gustaba usar los tres juntos en el mismo dedo. Tomaba whisky sour, hasta para eso era elegante…

¿Cuáles eran sus causas sociales, cómo se relacionaba con el resto?
Adoraba a sus ciegos, todos sus cumpleaños iban a cantarles y ella gozaba. Nosotros teníamos que escucharlos en el silencio más estricto. Vivía en una casona antigua, en Suecia con Bilbao, nada le gustaba más que celebrar sus cumpleaños, donde iba gente de todos lados y edades diferentes. También cuando cumplió 90 años, hizo la tremenda fiesta porque decía que podía ser su último cumpleaños, y ¡tuvo diez más!

Hasta el final de sus días le gustaba salir a carretear, iba al Carrusel, en Providencia. Me acuerdo que todos los mozos estaban en su funeral. Y como cada vez tenía menos amigas de su edad, salía con las amigas de su hija mayor (mi abuela).

¿Qué rasgo es el que más destacan de ella?
Era muy generosa, a veces le tocaban el timbre gente en situación de calle, y ella los hacía pasar y les daba comida. Mi mamá era su nieta regalona, se querían muchísimo.

¿Porqué nació en París?
No tenemos claro por qué nació en París. Enviudó del primer matrimonio, un golpe tremendo, pero supo reponerse. Luego volvió a casarse con Augusto Errázuriz, tuvo cuatro hijos, de los cuales una (Rosario) murió a los 10 años de apendicitis. Ese fue un dolor que la marcaría de por vida.

¿Qué comentaba de su paso por la política?
Era muy sociable y muy conversadora, pero nunca hablaba de política. Jamás volvió a postularse a nada, y eso que se lo pedían todo el tiempo. Pero no le gustaba hablar de ese tema.

¿Cómo era la relación con sus hijos?
Muy buena relación con sus hijos, los apoyaba en todo. Les inculcaba la importancia de la familia y la lealtad ante todo. Super cariñosa, con sus hijos y nietos, se preocupaba de todos los detalles, siempre.

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