*Por Hugo Ramos Tapia
El 5 de octubre de este año se cumplen 30 años del más importante y trascendente referéndum cívico-político en la historia de Chile. Tras agitados, violentos y oscuros años en la historia contemporánea de nuestro país, el plebiscito de 1988 tenía como misión realizar una consulta directa a los ciudadanos; si aceptaban la continuidad de la dictadura instaurada en 1973 por 8 años más (concluyendo el nuevo mandato en 1997); o si en su defecto, deseaban poner fin al régimen impuesto y convocar a elecciones de ambas cámaras y presidenciales.
Una de las primeras medidas asumidas por los militares en el poder fue acallar a distintos medios de comunicación, fundamentalmente impresos y radiales, y de paso, silenció para siempre a otros tantos más. Si bien suele recordarse gracias a los registros audiovisuales de la época la llamada Franja Política que fue transmitida por los canales de televisión en cadena nacional, es importante precisar que ambas, como estrategias comunicacionales, no fue sino hasta los últimos meses que pudieron sumarse públicamente a otras formas de manifestaciones que ya existían en la época. Suele recordarse el “Sí” y particularmente el “No”, pero en la década del 80’ y especialmente en los años previos al Plebiscito del 5 de Octubre, se desarrollaron importantes manifestaciones, marchas y campañas en todo el país. Estas ocurrieron con fuerza por las calles de la ciudad, donde el ingenio y el papel fueron relevantes y silenciosos compañeros que se colaron particularmente por las calles de Santiago.
Panfletos, afiches y volantes se colaron por las calles del centro, inmediaciones de edificios públicos relevantes para la época, estaciones de metro y otros lugares de la capital. Pese a que desde el 5 de mayo 1975 el Decreto Ley nº1009 decretaba como delito a quien fuese sorprendido portando material gráfico que fuese aducido como contrario al régimen, en los 80 panfletos, afiches y volantes con contenido político se transformaron en una de las pocas formas de expresión que difundieron y dan cuenta de las polarizadas ideas políticas de este periodo.
La censura impuesta, la violación a los Derechos Humanos, la constante interrogante por los detenidos desaparecidos, las ganas de decir que “No” y el deseo profundo de terminar con la dictadura y el gobierno militar, era graficada y escrita con inteligencia, agudeza e ironía por quienes conformaban “La Oposición”. Sin embargo “Los Pinochetistas” no se quedaron atrás tampoco. Apelando a un discurso moralizante que seguía subyugando a la mujer a labores domésticas y propias del hogar, el milagro económico y el buen gobierno realizado por militares, también existen afiches del otro bando que dan cuenta de su utilización y uso.
A través de un lenguaje escrito y/o gráfico conciso, irónico, directo y provocativo, afiches y volantes se convirtieron en una forma real de saber lo que ocurría, así como también evidenciar desde el anonimato que eran muchos los que creían que esto debía terminar. Las calles de Santiago midieron ese pulso diario a través de este importante material gráfico, que de una u otra manera también testimonia la tensión social que existía, y que los medios de comunicación más tradicionales se veían impedidos de escribir como noticias y comentar. Pegados en los muros, repartidos por el suelo, escondidos en las esquinas donde el viento los dejó, o inclusive viéndolos caer por el aire tras ser puestos en las rendijas de ventilación del Metro, el papel demostró toda su nobleza en una época donde el veto que recayó frente a los medios de comunicación, hacía renacer la importancia de la ciudad, la calle y el rol del afiche y el volante como, instrumento de expresión, difusión, propaganda y denuncia.
Hoy, que apreciamos y solemos fotografiar stickers, afiches, esténciles y admiramos murales que iluminan con sus colores los diversos rincones, olvidamos el valor y la carga histórica que pesa por sobre los muros de la ciudad, y los diversos mensajes que han sido escritos en ellos. De hormigón, cemento o ladrillo, los muros han sido silenciosos testigos de diversos tiempos, viendo crecer los edificios y sus comunidades; derribando a algunos de sus compañeros para el progreso de una nueva calle o avenida; advirtiendo el paso de marchas, viendo como nos separamos y nos violentamos en algún minuto todos los chilenos, así como también festejando ese nuevo mañana y el advenimiento de una nueva democracia tras ese 5 de octubre.