Un espacio de esta enorme casona de estilo neogótico de 1906 se encuentra en su última etapa de restauración. Aquí se mostrará la historia de la mansión y la de su arquitecto, el también autor de la Iglesia de Los Sacramentinos, la Población Huemul y el Palacio Íñiguez. Y además se abrirá una cafetería.
La Casa Valdés que ahora pasará a conocerse como Casa Ricardo Larraín Bravo es Monumento Nacional desde 2018. Su fachada fue restaurada el 2006 por su actual dueña, la arquitecta Mabel Briceño, quien ganó el Premio Iberoamericano por la mejor intervención en obras sobre patrimonio edificado.

La mansión fue construida en albañilería de ladrillo con entramados de madera, siendo inaugurada en 1906.
“Teníamos un proyecto, pero a medida que íbamos avanzando, las paredes nos iban hablando” dice Mabel Briceño, arquitecta y dueña de una de las mansiones diseñadas por Ricardo Larraín Bravo, en donde abrirá en un par de meses un espacio que reconocerá la trayectoria del arquitecto.
Las paredes dijeron por ejemplo, dejar a la vista unos de los muros en su estado previo a la restauración, con sus molduras y color verdoso, y también llevaron a descubrir un cielo original de la casona, que estaba tapado por planchas de cielo americano desde el año 1955. “Este cielo se mantuvo impecable todo este tiempo”, dice Mabel sobre el espacio contiguo al café, que no estaba previsto para el proyecto pero que decidió anexar como una sala de exposiciones. La arquitecta detalla que abrieron un pasillo para unir ambos espacios. “En esta sala expondremos láminas con las obras de Larraín Bravo, como la Población Huemul y Los Sacramentinos y probablemente también, las que realizó con su socio y cuñado Alberto Cruz Montt”, el Palacio Iñiguez, el que fue restaurado por la Constructora Briceño y Cía. Ltda.
El recinto tiene varios otros detalles. Como el registro estatigráfico de las distintas pinturas que tuvo el muro del primer piso; un revestimiento de tela en uno de los cielos, que fue bajado lavado, restaurado y vuelto a instalar y un escudo familiar de origen desconocido que se encontró bajo el arco ojival de una de las puertas. A esto se suman elementos antiguos recuperados de otros lugares, como las sillas, mesas de madera y los faroles de fierro forjado; además de otros nuevos, como la iconografía dibujada por el historiador patrimonial Mario Rojas Torrejón, que será el logo de la Casa.

En el espacio se dispondrán de pantallas con la historia de la casona y se pondrán a la venta libros patrimoniales, y los dibujos de Mario Rojas Torrejón, creador de Patrimonio Ilustrado y autor del logo de la Casa Ricardo Larraín Bravo.

Este es el cielo original de la casona y cuya sala se anexará como espacio de exposiciones.
Una mansión de 119 años
En 1905 Carlos Matte Eyzaguirre compró un terreno en los alrededores de la Iglesia de San Ignacio para edificar cuatro viviendas diferentes pero armoniosas en su conjunto. Todas ellas, las encargó a Larraín Bravo, quien para ese entonces tenía apenas 26 años.
Siguiendo la tendencia de imitar los estilos arquitectónicos europeos de la época, es posible que el arquitecto se inspirara en el Palacio de los Príncipes Obispos de Lieja de Bélgica para la casa esquina de Alonso Ovalle con San Ignacio. De esta manera, proyectó un inmueble de tres niveles, destacando en su fachada, arcos ojivales, pináculos, mansardas y escudos familiares.
De acuerdo al libro La Belle Epoque de Santiago Sur Poniente 1865 – 1925, el ingreso a la casa era por calle San Ignacio y tras cruzar el zaguán, se llegaba a un amplio hall de distribución de doble altura, iluminado desde el techo por una colorida claraboya. “En el primer nivel estaban el salón, el escritorio, el comedor principal y de diario, más la cocina y su patio de luz. En el segundo piso se encontraban los dormitorios de la familia con dos amplios baños. Por una escalera posterior, se accedía al tercer nivel, donde se ubicaban las dependencias del personal de servicio”.
Tres años después de su construcción, en 1909, la fabulosa mansión fue comprada por el historiador y político Francisco Valdés Vergara (hermano del alcalde Ismael Valdés Vergara) y su mujer Ángela Bustamante. Desde entonces toma el nombre de Casa Valdés Bustamante. La habitan la familia y sus descendientes hasta 1951. Y en 1955 la compra el empresario Chukry Hasbún Selman como propiedad de renta, ya que se había dividido en cuatro locales comerciales. Posteriormente la hereda su viuda y sus hijos y luego se reparte la herencia quedando Antonio Hasbún y su esposa Mabel Briceño como propietarios hasta la actualidad.
La casona, que tiene 700 metros construidos, luce hoy una impecable fachada. Aquí la arquitecta y su empresa Constructora Briceño tuvieron su primera oficina, en la década de los ´70, cuando trabajaba para el Metro de Santiago, y es precisamente en esta misma casa, en el primer piso, en donde abrirá el espacio de reconocimiento y la cafetería.
Un homenaje a la obra arquitectónica
Según explica Mario Rojas Torrejón, co-fundador de Estudio Brügmann y creador de Patrimonio Ilustrado, “Larraín Bravo participó en la configuración del Santiago de principios del siglo XX, primero en sociedad con Cruz Montt y luego en solitario, dejando su huella en barrios de la capital, desde el barrio París Londres hasta Dieciocho, Ejército, República y el centro histórico. Además de entregar algunos hitos de nuestro paisaje como la Iglesia de los Sacramentinos”.
En ese sentido, detalla que en el Barrio Dieciocho participó de la creación de edificios emblemáticos como el Palacio Íñiguez, “pero también cuadras muy especiales como Alonso de Ovalle donde se dio una apuesta inmobiliaria de crear casas modernas de estilo eclécticos, para crear una manzana uniforme que no solo fuera bonita sino que respondiera a la comodidad y el confort moderno. Estas casas son muy amplias, luminosas, tenían calefacción, electricidad, conexión para teléfono, cosas que hoy podrían parecernos muy simples pero en esa época eran modernidad pura. Dentro de esto se construye la casa esquina de grandes proporciones, que viene a completar esta cuadra. Es una mansión muy delicada a nivel ornamental donde Larraín reinterpreta el neogótico”.
Precisamente por el valor y el extenso legado de Larraín Bravo, es que Mabel Briceño está cumpliendo su sueño de honrar al que es llamado el “arquitecto de los arquitectos”.
“Yo vengo transmitiendo 20 a 30 años que hay muy pocos homenajes a nuestros arquitectos patrimoniales, en Santiago y Chile”, dice. Y esta iniciativa viene por fin a cumplir ese merecido reconocimiento.
“El encargo de este logo para mí es también reencontrarme con un arquitecto que he dibujado en tantas oportunidades, y observar su maestría en el uso de las proporciones y la disposición de elementos ornamentales para crear obras que más que impresionar por su tamaño, se transforman en un referente de un barrio. El proceso de dibujo es lento, investigo, hago bocetos y elegimos las mejores secciones para dibujar. Optamos por la esquina que muestra no solo la magia del neogótico sino que también ese saliente enmaderado, tan característico de la construcción”, afirma el historiador Mario Rojas Torrejón sobre la creación del logo de Casa Larraín Bravo.

La casona se encuentra en la esquina de calle Alonso Ovalle y San Ignacio, justo en la diagonal a la Iglesia San Ignacio. La arquitecta Mabel Briceño, y Constructora Briceño y Cía. Ltda. y su equipo especializado en restauración y diseño gráfico, en que se destaca el restaurador ruso Wladimir Vasiliev, han sido los responsables de la recuperación del inmueble. Con recursos propios, restauró su fachada y en el 2006 ganó el Premio Iberoamericano por su intervención en obras que involucran patrimonio edificado.