Este lunes 6 de junio se conmemora el Día Nacional del Comercio y la fecha no es al azar. La efeméride original es por la muerte de Diego Portales. Santo patrono no solo de los comerciantes, sino de la República. Una figura controversial, tan admirada como odiada. Y sin embargo, es posiblemente el chileno que más calles y monumentos tiene a lo largo del país, junto a Bernardo O´Higgins y Arturo Prat.

Arquitecto de la República, artífice del “Estado en forma”, “genio” o “estadista” son algunos de los muchos sobrenombres que pesan sobre el todopoderoso ministro Diego Portales Palazuelos (Santiago, 16 de junio de 1793 – Valparaíso, 6 de junio de 1837). O eso dice la historiografía conservadora. Historiadores más contemporáneos, principalmente Sergio Villalobos, se han encargado de cuestionar el mito de Portales, pues consideran que su papel como organizador de la República está sobrevalorado. Otros, como Gabriel Salazar, lo tildan simplemente como un “tirano” y uno de los grandes villanos de nuestra historia, imagen que ya pesaba sobre los hombros de Portales mientras estaba con vida y que lo llevó precisamente a morir fusilado.

Retrato de Portales basado en el hecho por Narciso Desmadryl hacia 1854.

Lo concreto, es que don Diego se propuso convertir a Chile en la “Inglaterra del Pacífico” (Sí, de aquí salió el cliché de los “ingleses de Sudamérica”), para lo cual era imperativo dejar caer el “peso de la noche” que asegurara que “cada resorte de la máquina” del Estado funcionara. Es decir, un Estado centralizado y autoritario. Una República presidencialista, cuyo Presidente era prácticamente un rey sin corona. Y donde castigos como pasear a los presos en jaulas con ruedas eran bastante comunes.

¿Dónde parte la historia de don Diego Portales? En Amo Santiago hicimos un recorrido por la capital, pero también por Valparaíso y Quillota, buscando seguir los pasos de uno de los chilenos más famosos del siglo XIX.

1.- Escudo de los Portales en La Moneda
La vida de don Diego está íntimamente ligada a la de su padre, don José Santiago Portales y Larraín, superintendente de la Real Casa de Moneda.

Como miembro de la aristocracia criolla, don José Santiago hacía gala de su propio escudo familiar. Dicho emblema lo instaló, ni más ni menos que en su lugar de trabajo, y aún hoy es posible apreciarlo en el actual Palacio de La Moneda, específicamente en el Patio de los Naranjos. También podemos encontrar el mismo heraldo en el Museo Histórico Nacional y en la Universidad Diego Portales, cuyo escudo está basado libremente en este emblema.

Dentro de estos muros pasó mucho tiempo el joven Diego Portales, llegando a trabajar como capellán de La Moneda en 1808, y posteriormente como “ensayador”, dedicado a la docimasia o ensayo de  minerales para determinar los metales que contienen y en qué proporción, en 1817. Así y todo, al crecer Portales se rebeló contra los deseos de su padre. No quería ser funcionario público, y decía que no le interesaba la política. Su gran pasión eran los negocios, y su meta en la vida, ser un empresario exitoso. No obstante, contrariando a sus deseos, el destino de Diego Portales estaría inextricablemente ligado a la política.

2.- Casa de los Portales
Fue en el solar ubicado en la esquina de Santo Domingo con Morandé, donde nació Diego Portales Palazuelos un 16 de junio de 1793. Hijo de don José y de doña María Fernández de Palazuelos, “matrimonio feliz y tranquilo que en el estilo bíblico de la existencia dio al mundo 23 vástagos, cantidad exagerada aún para aquellos tiempos”, nos describe Villalobos.

Aquí creció el pequeño Dieguito Portales junto a sus más de 20 hermanos, y ya en esa época se hizo fama de Daniel el Travieso, o más bien de Bart Simpson: era conocido por sus bromas pesadas y por su facilidad para poner apodos. Se cuenta que, estando en el colegio, llegó a romper las ollas de cocina para que no le pudieran dar de comer a los alumnos y así los mandaran a la casa más temprano.

En su hogar, sus bromas contra la servidumbre eran peores. Un esclavo negro de su padre, a quien Dieguito había apodado “el comesapos”, solía usar un sombrero de latón, y al pequeño Portales no se le ocurrió nada mejor que poner el sombrero en un brasero y, acto seguido, pasárselo como si nada al sirviente… incluso en la oficina de su padre se mandó más de una travesura. Se cuenta que llegó a encerrar al portero de La Moneda en un taller para el relave de plata, específicamente en una especie de estanque, y acto seguido, el pequeño Diego lo inundó con agua, y el tipo casi muere ahogado (o eso es lo que describe Benjamín Vicuña Mackenna, al menos).

La casona de los Portales fue posteriormente demolida, y en 1874 el arquitecto Emilio Doguere construyó en su lugar el Palacio Vial Guzmán. Actualmente este inmueble le pertenece a Carabineros.

3.- Iglesia de Santa Ana
Al día siguiente de haber nacido, y a muy pocas calles de su casa, Portales fue bautizado en la Parroquia de Santa Ana (mismo lugar donde también se encuentra enterrado José Zapiola, por cierto).

La religión fue un factor importante en la vida de Diego Portales. Su padre tenía en mente que su hijo hiciera carrera como sacerdote, de ahí que le consiguió el cargo de capellán de la Casa de Moneda en enero de 1808. No obstante, el adolescente Portales no estuvo mucho tiempo trabajando en dicho palacio, ya que poco después vino la Primera Junta Nacional de gobierno, y se dio inicio así al proceso de Independencia.

Si bien tras la muerte de Josefa, su joven esposa, don Diego se vio tentado a volverse cura, finalmente desechó la idea. Más adelante, ya como ministro, evidenció que tenía una visión más bien utilitaria de la religión, al señalarle en una carta a su amigo Mariano Egaña “usted cree en Dios, pero yo creo en los curas”. Para Portales, Iglesia y Estado debían seguir unidas en aras de mantener el orden colonial, así como el control social y político de las masas, el “peso de la noche”.

4.- Casa donde pernoctó en Quillota
En esta casona de origen colonial, ubicada a muy cerca de la Plaza de Armas de Quillota (en San Martín 336), funciona desde 1997 el Museo Histórico-Arqueológico de Quillota. No obstante, para 1837, era la residencia del gobernador José Agustín Morán.

El Presidente José Joaquín Prieto ya va por su segundo mandato, y los conservadores acumulan 6 años en el poder. Durante todo ese tiempo, el gobierno ha puesto en práctica la filosofía del ministro Portales de que a los chilenos había que gobernarlos a punta de “palo y bizcochuelo”. En medio de un orden represivo y autoritario, Portales había impulsado una de sus medidas más impopulares: la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana.

La placa indica como fecha de detención el 2 de julio de 1837, sin embargo diversas fuentes indican como fecha de muerte el 6 de junio de ese mismo año, por lo que se presume un error en esta pieza conmemorativa.

En ese contexto, no eran pocos los que ya se habían manifestado en contra de la “tiranía” de Portales. Desde que los conservadores habían llegado al gobierno, habían debido hacer frente a por lo menos 10 intentos de revolución, conspiración o motín. Para 1837, lo peor parecía haber pasado, o al menos eso creía Diego Portales. Mal que mal, ya había ordenado fusilar a muchos conspiradores, incluso a héroes veteranos de la Independencia. El implacable ministro llegó a afirmar: “Si mi padre se metiera en una revolución, a mi padre lo fusilaba”.

Ya había rumores de un intento de complot, y precisamente en Quillota, incluso el almirante Manuel Blanco Encalada llegó a sugerirle a Portales que no viajara a dicho pueblo, pero éste no hizo caso y llegó al valle del Aconcagua el 2 de junio, acompañado de su secretario Manuel Cavada y del coronel Eugenio Necochea.

En Quillota se estaba preparando la primera expedición chilena que viajaría a pelear en la guerra contra la Confederación, y Portales llegó a revisar las tropas, para lo cual se hospedó en la casa del gobernador.

Unos días atrás en Santiago, el ministro recibió una carta donde se le alertaba de un rumor: el coronel José Antonio Vidaurre estaría conspirando contra el gobierno. Portales lo llamó a su oficina, lo interrogó y Vidaurre respondió con una sonrisa y una frase notable: “Señor ministro, cuando yo le haga revolución, su señoría será el primero en saberlo”. Siguieron siendo tan amigos como siempre, es más, la noche del 2 de junio en Quillota, Portales le llevó como regalo una gorra y una espada. Vidaurre le dio las gracias de forma escueta, y tras una breve visita, se retiró de la casa del gobernador. Testigos cuentan que se le notó particularmente serio e incómodo esa noche. Portales lo atribuyó al exceso de trabajo.

Vidaurre fue el Judas de la última cena de Diego Portales. Sería el inicio de una larga Pasión. La Pasión de Portales.

5.- Plaza de Quillota
La mañana del 3 de junio, lo primero que llamó la atención de Portales y del coronel Necochea fue que no todos los soldados se presentaron en la plaza de Quillota para hacer los ejercicios correspondientes. Después del almuerzo, Portales fue a revisar las tropas. Tras una serie de movimientos extraños, los soldados terminaron rodeando a los visitantes. Desconcertado, Portales vio cómo un capitán se le acercaba y le apuntaba una pistola al pecho, mientras que otro uniformado exclamó: “Usted preso, señor ministro, pues así conviene a los intereses de la República”.

Poco después, se dio un hecho curioso: de acuerdo al relato de Necochea, Vidaurre intentó mostrarse sorprendido por los hechos, pero cuando fue conminado a sumarse, él respondió: “¡Señores, estoy con ustedes, viva la República! ¡No más tiranos!”. Por lo visto, Vidaurre buscó mantener una postura ambigua lo más que pudo.

Portales, Necochea y el gobernador Morán, fueron encerrados en un calabozo, donde el ministro, convencido de que la revolución de Vidaurre lograría su objetivo de derrocar a los conservadores, meditó: “¡Desgraciado país! Hoy se ha perdido cuanto se ha trabajado por su mejoramiento”. El próximo paso de los complotadores eran trasladar a los prisioneros a la ciudad donde se habían atrincherado las tropas rebeldes: Valparaíso.

Estos hechos son recreados en el “Monumento al Árbol” de la escultora quillotana Lidia Pezoa. Dicho monumento fue construido a partir de un ciprés de la misma plaza derribado por un temporal en 1980. Durante mucho tiempo, el árbol quedó con sus raíces al aire, y eso inspiró a la escultora a crear una obra artística. En el lado norte del árbol, Pezoa esculpió a mano la escena del motín de Vidaurre.

6.- Cerro Barón
Existe una confusión sobre el lugar exacto en donde fue asesinado Portales. La historia nos dice que el fusilamiento fue en el Cerro Barón, pero el monumento se ubica en el cerro Los Placeres. Sucede que el fusilamiento fue en la quebrada de Cabritería de Valparaíso, justo en el límite entre el cerro Barón y Los Placeres. Es justamente en ese límite, en la esquina de Los Placeres con Manuel Antonio Matta, donde se ubica actualmente el obelisco inaugurado el 21 de septiembre de 1919.

Hasta aquí los amotinados trajeron a los prisioneros la madrugada del 6 de junio de 1837. Solo unas cuadras más adelante ya se estaban enfrentando las fuerzas del gobierno contra los rebeldes.

Portales, engrillado, fue hecho descender con dificultad del carruaje. Dos soldados lo ayudaron a bajar, incluso uno de ellos lo ayudó a arreglar la capa que se le caía (escena esculpida en mármol en el monumento). “¿Para qué quiere capa?”, dijo el capitán Santiago Florín (hijastro de Vidaurre), quien guiaba al grupo. Allí a Portales no le quedó ninguna duda: lo iban a fusilar.

El pelotón se formó, y el capitán Florín dio la orden de disparar. Los soldados dudaron, y Portales, sin inmutarse, los interpeló: “¿Es posible, soldados, que me tiréis a mí?”. Florín debió romper el hielo acercándose él mismo con su pistola y apuntando directo a la cabeza de Portales. El ministro, sereno y firme como siempre, simplemente la apartó con la mano izquierda, pero el arma se disparó y le voló la mandíbula y el dedo anular. Mientras Portales se desangraba, los soldados dispararon. Dado que siguió vivo contorsionándose en el piso, hubo que rematarlo con bayonetazos. Entremedio, Manuel Cavada intentó escapar y corrió hacia el mar, pero un sargento lo mató de un disparo. Era las 3:30 AM, y faltaban pocos días para que Portales cumpliera 44 años.

7.- Catedral de Valparaíso
Como se sabe, la revolución fracasó, los conspiradores fueron enjuiciados, y Vidaurre fue fusilado. La muerte de Portales, si bien produjo un rechazo unánime en la sociedad chilena, no fueron pocos los que se manifestaron aliviados con la muerte del ministro, incluso sus partidarios.

Un buen ejemplo de lo anterior lo vemos en el juez José Antonio Álvarez, encargado de enjuiciar a los amotinados. En una carta que envió a su amigo (y futuro Presidente) Manuel Montt, el magistrado señaló que, si bien seguía siendo un gran admirador de Portales, advirtió que “se iba ya corrompiendo poco a poco”, y sobre su asesinato, declaró: “Como hombre, se me partió el alma al ver el cadáver de Portales; derramé sobre él lágrimas muy sinceras, hubiera dado mi vida por resucitar a este hombre tan grande (…), pero como chileno, bendigo la mano de la Providencia que nos libró en un solo día de traidores infames y de un ministro que amenazaba nuestras libertades”.

Cabe señalar que esta carta no fue citada por ningún historiador (mucho menos los “portalianos”) hasta el libro de Villalobos en 1989.

La autopsia reveló varios detalles interesantes del cuerpo de Portales: primero, usaba una peluca que le cubría una avanzada calvicie; su uretra presentaba síntomas de gonorrea y tenía su corazón hipertrofiado. Así y todo, el Presidente Prieto ordenó que se le extrajera el corazón y el cuerpo fuera embalsamado. Mientras que el cadáver debía regresar a Santiago, el hipertrofiado corazón se quedaba, pues “el corazón de Portales pertenecía a Valparaíso” según el Mandatario.

La reliquia fue guardada en un copón dorado, donde permanece hasta hoy, y pasó por distintas ubicaciones. Primero estuvo en la Iglesia Matriz de Valparaíso, después fue llevado a la Iglesia del Espíritu Santo, que estaba frente a la plaza Orrego (actual plaza Victoria), y mismo lugar donde fue fusilado Vidaurre.

Finalmente, el ánfora fue ubicada en un altar construido especialmente para albergarla, en el Cementerio Nº 1 del cerro Panteón. Allí permaneció durante mucho tiempo, hasta el terremoto de Valparaíso de 1906. Los 8,2 grados Richter destruyeron la ciudad porteña, incluyendo el monolito que almacenaba el ánfora, por lo cual fue nuevamente trasladada. Permaneció un tiempo en una bóveda del Banco Edwards, hasta que llegó, en la década de 1990, a la Catedral de Valparaíso, donde se encuentra actualmente.

Portales no solo pasó sus años como comerciante en dicha ciudad, sino que llegó a ser gobernador de la misma. Eso, y el corazón del ministro, también moldearon la geografía urbana: la caleta Portales y la Avenida Portales nos recuerdan todos los días que, como bien dijo el Presidente Prieto, el corazón de don Diego pertenecía a Valparaíso.

8.- Tumba en Catedral Metropolitana
El 13 de julio la caravana mortuoria con el cuerpo embalsamado de Portales llegó a Santiago y dos días después, el 15 de julio de 1837, fue sepultado en la Catedral Metropolitana, 40 días después de muerto.

Se supone que su cuerpo fue embalsamado porque “así vivirá en la memoria de sus compatriotas y de sus afligidos amigos, este gran ciudadano, y escaparán a la acción destructora del tiempo sus reliquias inanimadas”, escribió el médico encargado del procedimiento. No obstante, la aversión que existía hacia la figura de Portales era tal, que se optó por retirar la placa que indicaba el lugar exacto donde fue enterrado.

Como se sabe, bajo el piso de la Catedral son docenas los aristócratas y próceres de la patria que se encuentran enterrados, pero de casi ninguno de ellos se sabe el lugar exacto donde se encuentran sus restos. Sobre Portales, la ubicación de su cuerpo fue un misterio durante generaciones, hasta el año 2005. Dicho año, mientras se llevaban a cabo excavaciones arqueológicas, unos obreros que estaban excavando en torno al altar de la catedral, descubrieron dos ataúdes con dos cuerpos: el primero estaba vestido de militar y el segundo, de civil. Se confirmó que el primero correspondía a Diego Portales, y el segundo a su secretario privado don Manuel Cavada.

Al año siguiente, el cuerpo fue enterrado nuevamente, con una lápida ad hoc, tras el altar de la Catedral (siempre custodiada por guardias para evitar atentados).

9.- Estatua en la Plaza de la Constitución
El monumento fue inaugurado en 1860, a fines de los gobiernos conservadores y es obra del escultor francés Jean-Joseph Perraud. No es menor que, durante mucho tiempo, fue la única estatua en torno a La Moneda, antes de que empezaran a erigir monumentos a ex Mandatarios (recién en 1937 se inauguró el monumento al Presidente Bulnes en la Alameda).

Hasta los años ´90, era común que miembros de la Cámara Nacional del Comercio vinieran aquí cada 6 de junio a realizar un homenaje a Diego Portales, de quien también tienen un busto en la entrada de su sede en el Palacio Bruna (algo bastante contradictorio, pensando que Portales fue un empresario fracasado y corrupto, pero bueno).

Una tragicómica coincidencia se dio con el golpe de Estado de 1973: una de las balas disparadas por los militares dio en la mejilla izquierda del monumento Portales, más menos el mismo lugar donde recibió la bala que le arrancó la mandíbula en 1837.

Otras balas locas también dieron en el cuerpo del monumento, pero ninguna fue tan visible como la “herida” que persiste hasta hoy en el pétreo rostro del ministro, quien vigila al palacio de gobierno desde su patio trasero. Siempre vigilante, y siempre en la trastienda del poder.

Una ruta que comienza y termina en La Moneda. El círculo está completo.

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