Fue una imagen nueva: tomar la bicicleta, bajar por una rampla y andar a velocidad media a un metro de las aguas del Mapocho. Y es que por unas horas un costado del lecho del río se transformó en una ciclovía. Tan simple y tan lindo.

Algo, que esperemos que prontamente se convierta en realidad, entusiasmó a más de cuatro mil personas entre ciclistas, corredores y caminantes que seguro amaron ver la ciudad desde otra perspectiva.

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Ahí bajo de los puentes, con un aire fresco en la cara y el maravilloso sonido del agua pasar, fuimos testigos de un asombroso redescrubrimiento: el río, el mismo de aguas barrosas por años contaminado, el que une cordillera y mar, el que es hogar de gaviotas y espacio para un museo de luces y graffitis. El río, querido y burlado, fue por un ratito el rey de todos.

* La iniciativa fue de las organizaciones Mapocho pedaleable y la comunidad Happyciclistas que buscan promover el rescate de la ribera sur del río para convertirlo en una vía de encuentro.

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