Primero la noticia de la inminente erupción del volcán Maipo, luego los temblores, las cenizas, el pánico y la evacuación en masa de todo el Santiago que conocemos. En esta ciudad silenciosa, cubierta con una densa nube de humo negro, despiertan las estatuas de los próceres, reanudan sus conversaciones históricas y se enfrentan a un fatídico e inimaginado universo paralelo.
La profunda admiración por el patrimonio y los monumentos hizo que la trama de uno de los cuentos de su primer libro versara precisamente de su obsesión por las figuras de metal. Diego Escobedo (26), periodista y recién titulado historiador, es el autor de Chile Mutante, un compendio de siete relatos de ciencia ficción que son producto de cuatro años de trabajo y una permanente reescritura de la historia.
Cuando le preguntamos de donde vienen las «alucinaciones» de sus cuentos, nos detalla su proceso creativo que incluyó volver a leer sus clásicos favoritos, como H. G. Wells, Asimov y Vicente Huidobro, y una profunda investigación histórica, y también científica, para dar veracidad a las tramas. «Después seleccioné los mejores cuentos que tenía, y me preocupé de cubrir todo el territorio nacional: desde el desierto nortino a la Antártica. Tomé el discurso de ‘Chile es espectacular geografía’ y le di una vuelta, lo desdoblé, lo estrujé, y quedó este resultado. Es una suerte de Perico trepa por Chile, quizás, pero con dragones y cohetes. Varios cuentos los reescribí, a algunos les cambié el final, y en otros fui especialmente meticuloso con los diálogos. Me pasa mucho que, cuando me voy a acostar, o cuando estoy haciendo cualquier otra cosa, de repente me acuerdo de un fragmento muy azaroso y me digo ´esto quedaría mejor así´. Si son cosas chicas, lo anoto en un post it y lo reescribo cuando puedo. Si me quita el sueño, prendo el notebook y me desvelo escribiendo. Cada uno tiene su método para escribir».
Así, este santiaguino que comenzó a escribir a los 9 años, dio vida a los personajes e historias que acumuló en los últimos años y en donde se vislumbra su pasión por la ficción y la influencia de sus referentes: Isaac Asimov y George Orwell, y los chilenos Jorge Baradit , Francisco Ortega y Hugo Correa.
– En tu libro hay muchas referencias a mitología, al conocimiento ancestral indígena y a clásicos. ¿Qué investigación realizaste?
Bueno, el primer cuento, que es sobre la colonia, lo escribí por la misma época que era ayudante del curso Historia de Chile Colonial, así que me fue fácil reconstruir la época en que se ambienta el cuento. Claro que me tomé algunas licencias creativas, pero me preocupé que la verosimilitud histórica estuviese bien lograda. De hecho un verano viajé a Valdivia específicamente para ver de nuevo los torreones. Es una ciudad que me encanta, volvería cien veces. Con el cuento de la Guerra del Pacífico, me sirvió harto el Museo Guerra del Pacífico que está en calle Cienfuegos. Soy amigo de su director, Marcelo Villalba, así que pude empaparme de la época y salirme un poco de los clichés sobre la guerra. Para el cuento de las estatuas, sólo me di un par de vueltas en bicicleta por el casco histórico de Santiago, tomando nota de detalles que me llamaran la atención. Lo demás, pura biblioteca y lectura.
– Los dos cuentos El viajero del tiempo y Vacaciones familiares no son para nada felices con lo que esperas del futuro imaginario, ¿qué de estos futuros creen que son más factibles en la realidad chilena?
Hoy mismo vivimos una distopía. Pandemia mundial, militares con mascarilla en la calle, y en el futuro cercano dos años de recesión. En este minuto, sospecho que los dos cuentos que mencionas tienen un final feliz al lado de lo que se nos viene. No obstante, soy optimista. Después de la tormenta, viene la paz. Y eso es lo bonito del futuro. Por más gris que sea una época, no puede durar para siempre. Siempre puede haber algo mejor después. Ninguna distopía es eterna, así como tampoco la utopía. Tiendo a pensar que cada una tiene su ciclo, eso es algo que no debiera sorprendernos. La prosperidad eterna no existe, inevitablemente le sucederán tiempos difíciles, alternándose indefinidamente.
– El diálogo de las estatuas en Balance patriótico también resulta sorprendente y fantasioso, ¿te imaginaste esos diálogos recorriendo estos monumentos? ¿Cómo nació este cuento?
Nace de mi amor por el patrimonio. De tanto hacer rutas y escribir reportajes sobre la ciudad, una de las muchas cosas que pensaba era «¿qué pasaría si estos personajes de metal cobraran vida, de qué conversarían, qué dirían respecto al Chile actual?». Eso lo crucé con una vieja obsesión mía: la pugna entre ohigginistas y carreristas. Una pelea fundacional de la disciplina histórica en Chile. No sé si logré resolverla, pero sí resumir algunos de sus puntos más clásicos. Por lo demás, siempre es un ejercicio controversial el preguntarse «qué diría esta persona muerta». Son personajes más menos conocidos por todo el mundo, así que me preocupé de meterme bien en la psiquis de cada uno y responder lo que, probablemente hubiesen dicho o hecho, ante tales circunstancias. Si lo logré convincentemente o no, lo dejo a criterio del lector.
– En El funeral del Presidente diste vuelta toda la historia y la revolviste. ¿Cuál de todos los personajes que nombraste te resulta más atractivo?
Supongo que Miguel Serrano. Es nuestro autor maldito. El escritor nazi. Es complejo hablar de él, para algunos incluso tabú, aunque hay que reconocer que era buen escritor. Hace tiempo hice un reportaje de él para un curso de periodismo. Pude hablar con la viuda y con distintas personas que lo conocieron. Es un auténtico personaje, su vida de por sí parece una ficción. Era amigo del Dalai Lama, y conoció a grandes líderes y escritores en su labor diplomática. Por sus polémicas ideas nunca le dieron el Premio Nacional de Literatura, y no obstante es un autor de culto para muchos.
¿Qué te resultó más cómodo reescribir la historia pasada o imaginar la del futuro?
Escribir la del futuro, pues te da más libertad. Con el pasado, por más ucrónico o fantástico que sea, tienes que preocuparte de lograr cierta verosimilitud. Eso se logra con mucha descripción y precisión histórica. A menos que quieres escribir algo de fantasía medieval, tipo Tolkien, algo de realidad tiene que tener tu trama, algo familiar o apegado a los hechos reales. Con el futuro en cambio, nada es seguro y todo es posible. Tomas cosas del presente, que la gente pueda reconocer y las extrapolas hacia el futuro, y descubres que el cielo no es el límite. Todo lo contrario, es el comienzo de una aventura más grande.
- Chile Mutante, alucinaciones de un territorio caótico – editado por Biblioteca de Chilenia. Disponible en la librería del GAM, el Rincón del Libro de San Diego y la Que Leo Forestal.
- Como adelanto, Diego nos compartió su cuento favorito: Balance patriótico