En los zurcos de la tierra crecen zanahorias, zapallos y berenjenas. Unos metros más allá se abren camino lechugas y rúculas y más al fondo girasoles y un hermoso amaranto rojo.

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Pareciera que estuviéramos en pleno campo, pero estamos a casi 800 metros sobre el nivel del mar en el cerro más visitado de todo Santiago. Cerca de la cima del San Cristóbal, a unos pasos de la Plaza México, existe desde hace tres años el Vivero Cumbre. La iniciativa de la Fundación Sendero de Chile que recuperó esta ladera para habitarla de suculentas, flores, plantas y hortalizas.

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El fin de semana pasado, tomamos el funicular y fuimos a conocerlo. Pasando la puerta de entrada te reciben unas coloridas terrazas en donde crecen tomates y caléndulas, y un poco más abajo una construcción de amplios ventanales en donde cada sábado se imparten talleres gratuitos para aprender de compost y plantas medicinales. Constanza Avendaño, Nicolás Rosello y Aníbal Fuentes son el corazón del proyecto liderado por Daniela Venegas, que junto con dictar cursos y organizar grupos de voluntariado, trabajan día a día en mantener la huerta.

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“La Fundación encontró este espacio y se hizo un convenio con el Parque Metropolitano para tener la administración. Este era un vivero productivo, en donde se hacía toda la producción de árboles para la forestación del parque” nos cuenta Constanza.

Cuando llegaron existían las plantabandas pero el lugar estaba prácticamente abandonado. Tuvieron que empezar de cero y literarmente arar la tierra para recuperarlo.

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Hoy cosechan todo tipo de hortalizas, recolectan semillas, hacen mermelada y desde hace un año comenzaron a reproducir árboles, específicamente quillayes que regalan a otras fundaciones o a los mismos voluntarios.

Lo que no se come o se regala, lo reutilizan para compost y humus. Un ciclo perfecto que se va acomodando de acuerdo a las estaciones del año.

En estos meses preinvernales por ejemplo toca sembrar la familia de los coles, brócolis y coliflores, que se suman a las lechugas que resisten cosecha y siembra en toda temporada.

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En el Vivero Cumbre tienes la posibilidad de ir miércoles y viernes a realizar las tareas de la huerta y los sábados a sumar conocimientos teóricos de huerto y sustentabilidad. El día que fuimos, la clase que dictó Aníbal, abordó la importancia del suelo, de cómo diferenciar uno muerto (típico de las tazas de los árboles de las veredas: opaco, seco y duro) de uno vivo, ese de color oscuro, con olor y de textura esponjosa.

“En un puñado de tierra de bosque están contenidos 6 millones de microorganismos” nos dijo.

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Después de la clase teórica, vino la parte práctica. La tarea fue repartida en grupos. Mientras algunos desmalezamos y preparamos la tierra para la siembra, otros ocuparon el material orgánico para hacer una pira de compost. Por primera vez usé una hoz y una horqueta y luego colaboré en hacer zurcos en la tierra.

El frío de ese día nublado quedó rápidamente atrás y surgió la felicidad de estar esa mañana en la punta de uno de mis cerros favoritos, cosechando un tomate cherry y una mini berenjena.

Más info: www.senderodechile.cl

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De izquierda a derecha: Nicolás Rosello, Constanza Avendaño y Aníbal Fuentes.

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