Tengo en mis manos el primer volumen de la serie Espacios Públicos Urbanos, Vialidad Ciclo-Inclusiva. Ciento veintiocho páginas desarrolladas por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo en donde se entregan recomendaciones de diseño para hacer mejores ciudades. Mejores ciudades en cuanto a acceso y al uso de la bicicleta como un componente integrado en el sistema de transporte.
En Chile casi el 90% de la población vive en zonas urbanas, lo que nos coloca el tremendo desafío de convivir juntos y revueltos, peatones, ciclistas y automovilistas.
De ahí, la importancia de esta guía que define la red vial ciclo-inclusiva como la suma de:
- vías de tránsito compartido, en donde las bicis conviven con vehículos motorizados que se mueven a una velocidad máxima de 30 km/h
- segregadas, con pistas para ciclistas separadas del flujo motorizado que circula entre 30 y 50 km/h
- y las exclusivamente para usuarios de la bicicleta, que se ubican en parques, riberas de ríos, lagos y bordes marítimos.
La publicación nos invita así a recordar que vivir la ciudad es reconocimiento mutuo, encuentro y permanencia, argumentando en todo momento que la integración de la bici con el transporte público es la respuesta más eficiente.
Esto considerando el aumento de viajes pedaleando. Sólo en Santiago alcanzó un crecimiento de 6,8% en el último año, duplicando la cantidad de viajes del periodo 2001-2012, según mediciones de la Secretaría de Planificación de Transporte, Sectra.
Entre las medidas que se proponen y que podrían aplicar directamente los municipios se cuentan: priorizar los centros peatonales, controlar la oferta de estacionamientos de autos (por cada estacionamiento hay un viaje en auto esperando ser realizado), reducir la velocidad máxima , redistribuir el espacio vial (ampliando las vías peatonales e implementando otras exclusivas para la bicicleta) y el pago de peaje urbano a los usuarios de automóviles.
Sin embargo, el punto central del libro escrito por Manuel Jiménez y Claudio Olivares (Bicivilízate.com), son los seis principios de diseño que se deben considerar para tener verdaderamente rutas ciclo-inclusivas. Estos son:
- Conexión: La ruta debe permitir la vinculación entre otras rutas del sistema vial o bien unir de manera efectiva orígenes y destinos potenciales. Rutas aisladas dentro de la ciudad o sin salida no sirven.
- Coherencia: Para que una ruta sea coherente, sus elementos más relevantes son aquellos que definen el camino con claridad.
- Vías directas: La infraestructura ciclo-inclusiva debe propiciar rutas lo más directas posibles y con pocas detenciones.
- Seguras: La clave está en evitar los encuentros con tránsito motorizado de alta velocidad, ya sea disminuyendo la velocidad de los vehículos con motor o creando una separación física entre estos y las bicicletas, poniendo especial atención en los cruces.
- Cómoda: Que el viaje en bicicleta sea una experiencia placentera y cómoda ayuda a portenciar su uso. Esto se logra con pavimentos adecuados, geometría correcta, y la minimización de detenciones y posibles conflictos con otros usuarios.
- Atractivas: Si el viaje es atractivo para el usuario, disminuyen los costos percibidos y se convierte en una experiencia de mayor beneficio.
Pero la propuesta no se detiene ahí. La publicación nos entrega ejemplos y alternativas a la hora de pistas segregadas y cruces, propone uso de nuevas señaléticas viales y promueve la iluminación adecuada en las vías, además de la disposición de biciestacionamientos seguros, cómodos y protegidos.
El segundo volumen se mete de lleno en recomendaciones para la construcción de las ciclovías y el tercero en estacionamientos para bicicletas en el espacio público.
Sin duda aportes que no benefician a todos y que esperamos sean replicados por los municipios en el corto plazo. Estaremos más que atentos.