El fotógrafo Sergio Larraín pasó a la historia por ser un avanzado de su época. Su forma de captar la realidad ha sido un referente para muchos de nosotros y para otros un secreto bien guardado. «Muchas de los encuadres o del tratamiento documental de su trabajo es algo que hoy vemos y que no nos sorprende, pero en su momento él fue un pionero» nos cuenta Luis Weinsten, uno de los organizadores de la exposición que hasta el 15 de julio se toma las paredes de la sala Matta en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Grabamos una cápsula para Click Cultural y tuvimos la suerte de estar en el montaje de las 157 instantáneas en blanco y negro. Ahí mismo, estaban las cajas de embalaje con el timbre de Magnum y a un costado de las paredes, las frases y las descripciones aún por pegar. Concentración máxima entre la curadora Agnes Sire y los organizadores Verónica Besnier y Luis Weinstein. Unidos preparando hasta el último detalleel orden de las imágenes, las revistas donde publicó Larraín y los dibujos y satoris con lo que terminó tempranamente su carrera cuando dio un paso al costado a los 40 años.
Ya el domingo, días después, fue ir a ver la muestra instalada. Momentos azarosos tomados por Larraín en los años 50 y 60 en la capital, en Valparaíso, Chiloé, Buenos Aires, Roma, Sicilia, pueblos de Perú y Bolivia.
El instante en que a una señora se le cae una caja, santiaguinas con peinados ondulados caminando por el centro, transeúntes reflejados en las pozas de agua tras la lluvia, escaleras, plazas, paisajes nubosos de Londres, palomas en la Plaza de Trafalgar, dos hermanas jugando en una caleta de pescadores en Horcón, niños viviendo a orillas del Mapocho y otros más sin zapatos, con pies sucios.
Sin embargo, las escenas que me quedaron más grabadas fueron la serie tomada en los bares de Valparaíso. En el bar Los siete espejos, marinos, mujeres desnudas, travestis, hombres. Todos como en una escena de película, donde los personajes buscan imitar la elegancia, pero tienen una mirada que conmueve. El que mejor lo describe es el propio Larraín: «Los bares de prostitutas más miserables tratan de elevar la categoría imitando los más elegantes y cuelgan en las paredes grandes espejos de marcos dorados. Uno de ellos, Los siete espejos, los espejos estaban colgados con cordeles, de tal forma que quedaban ligeramente inclinados y se reflejaban los unos a los otros, a la vez que reflejaban el salón, a la manera de un caleidoscopio. Era fantástico».
Revisa la guía para ver la exposición, que tendrá itinerancia en La Serena, Concepción y Punta Arenas.