* Por Paula Bonnet

Una sale de una almeja turquesa bañada en glitter. Otra tiene barba, decorada con escarcha y pintura a tono. Por supuesto que en la mayoría de los casos no faltan las pelucas altas hasta el cielo, los tacos eternos. Otra sale al escenario con actitud desafiante, parece que el público le debiera algo. Sin embargo, al final del lip sync, cuando la canción ya pasó su peak dramático, su temple es el mismo de una novia dejada en el altar. Muchas son bien perras, diosas latinas sensuales. Un selecto grupo aparece como esfinges envueltas en alta costura. Bailan, cantan, desfilan, sorprenden, provocan. Así son las drag queens locales.

Un poco de historia

Una investigación rápida en internet muestra que el arte del drag existe hace más de 2000 años, cuando en el teatro griego las mujeres estaban prohibidas sobre el escenario. Así los hombres continuaron con el rol (y la vestimenta y maquillaje) de sus compañeras por miles de años, hasta tiempos de Shakespeare y más.

La primera mitad del siglo pasado dejó exponentes de todo tipo. Gene (o Jean) Malin fue un performer de Nueva York que en los años 30 buscaba romper los límites del género. En la misma década, Francis Renault hizo populares sus shows, donde imitaba a la actriz del momento, Lillian Russell. Con su increíble voz, Lavern Cummings se adueñó de los años cincuenta. Desde el escenario de un club de San Francisco sorprendía al público con su rango vocal que empezaba bien alto y al final revelaba su género.

El drag hoy

La principal fuente de inspiración de nuestras queens santiaguinas viene hace un par de décadas atrás. La cultura de los balls de los barrios bajos de Nueva York que muestra el tristemente hermoso documental Paris is Burning (disponible en Netflix) es un buen punto de partida. Se trata de verdaderas galas donde la comunidad gay, sobre todo afroamericana y latina, muestra lo que tiene para ofrecer. Se disfrazan en base a categorías (“primera vez en drag”, “mujer real”, entre otras) y compiten por la gloria. Se dividen en casas, “houses” o “hauses”, que son en realidad verdaderas familias, donde estos chicos encontraron la contención emocional que faltaba en sus casas.

A fines de la década pasada comenzó un programa de televisión que llevó al mundo drag al mainstream. Se trata de RuPaul’s Drag Race, un reality show (también disponible en Netflix) donde participantes de lo más diversas compiten para ver quién es el mejor exponente de este arte al norte del Río Bravo.

En todos estos años el drag pasó de ser hombres vestidos con ropa de mujer e interpretando sus roles en una obra de teatro a una práctica mucho más compleja y llena de aristas. Así lo explica la transformista argentina Sofía Camará, que participó en el reality de Mega The Switch, “el transformismo se asocia a la realización de un personaje de ficción del género opuesto de quien interpreta. El drag puede excluirse de esto, permite la caracterización de un personaje de ilusión y fantasía, hasta con objetos y estructuras en su look”.

Otra exponente local, la intensa Blair Palermo, reconoce la diversidad de la práctica: “somos chicos que vestimos como chicas, con distintos objetivos. Algunos solo porque les gusta el maquillaje o lo actoral, otros para explotar un lado de la personalidad que no tenían desarrollado, otros por motivos políticos y de protesta, etc. Es un género muy amplio, con distintas manifestaciones, pero todas igualmente válidas”.

La sexy Brianna Queen tiene un punto de vista determinante: “(el drag es) una obra de arte viviente. Una obra llena de magia, dedicación y por sobre todo de mucha pasión”.

Un estilo propio

Con una práctica tan diversa, encontrar el estilo es clave. Sofía Camará tiene una belleza clásica y una lengua irreverente y honesta que parece no tenerle miedo a nada. Si no fuera por la altura, quizás pasaría piola en una multitud de mujeres. Al fin y al cabo, son ellas su mayor inspiración. “Mi personaje es mi verdadero alter ego femenino, llevado a través de técnicas actorales y de caracterización a una creación efectiva y realista”, cuenta Sofía.

Brianna y Blair se destacan por sus looks cuidados y vanguardistas. Blair tiene una mirada que perfora y unas piernas divinas. Su impronta de fashion victim es un reflejo de su personaje drag: “fue creada desde varias corrientes, recuerdos de infancia, mi propia identidad masculina y referentes de la cultura pop. Blair es por Blair Waldorf, la protagonista de una serie llamada Gossip Girl y Palermo es por dos motivos, por el Barrio Palermo de Buenos Aires, que frecuentaba mucho el año que viví en Argentina y me encanta, y por Olivia Palermo, una socialité de Nueva York muy frívola y estilosa”.

Brianna es una especie de camaleón, en una presentación es una diosa en tecnicolor, en otra una descendiente moderna de Frida Kahlo. Su identidad latina está siempre latente: “se fue dando a partir de la carencia de este estilo en el ambiente actual, quería ofrecer algo nuevo y fresco. Para eso me inspiro en mis celebridades favoritas: Rihanna, Kim Kardashian, Kylie Jenner y Naomi Campbell, pero también referentes drags, principalmente participantes de RuPaul’s Drag Race, como Naomi Smalls, Tatianna y Valentina (esta última mezcla perfectamente la elegancia con sus raíces latinas)”.

La escena local

Sofía Camará comparte un poco de historia sobre el ambiente drag en Santiago: “nació en los circos donde se daba lugar a los transformistas. Esos personajes femeninos que hacían humor, fueron luego a las Discotecas, pasando por el teatro, para desencadenar hoy en la televisión. Es pequeña y limitada, partiendo de la base que es practicada y fomentada por la minoría sexual y llevada a cabo en el circuito gay de bares, pubs, restó y discos gay”.

El interés por el mundo drag en Chile, y principalmente en Santiago, se evidencia con la existencia de shows como The Switch o con las constantes visitas de participantes del Drag Race (Violet Chachki viene el 17 de febrero y Katya el 11 de marzo). Sin embargo, hay otros eventos que también valen la pena una visita.

Por un lado Brianna y Blair coinciden en las fiestas Lemon Lab (los mismos que traen a Katya), que organizan eventos temáticos (Glee, Reggaetón versus Pop o Moulin Rouge) y ponen a las queen locales en el centro del escenario con performances de ensueño. Sofia Camará recomienda Fausto Discotheque y Club Burdel (aquí también se presenta Blair y otras exponentes locales como Sofía Es Flúor y Paulina Montenegro). Club Divino es otro de los preferidos de Blair. Según ella, “los locales más underground se enfocan en nuevos talentos, con un discurso más rebelde y ligado a la identidad y libertad de género”.

Brianna también cree en la diversidad de propuestas de la escena local y en especial, en los detalles inesperados que vienen con los nuevos exponentes: “uno nunca sabe con qué cosas nuevas pueden salir en un nuevo evento, tiene ese factor sorpresa que te llama la atención para bien o para mal, ya sea por show, look o make-up”. Uno de sus espacios preferidos son los Balls (desfiles competitivos) de la House of Keller. Cabe aclarar que la madre de esta Haus es Neptune Keller, una diosa turquesa que se presenta muy seguido con sus infartantes shows de voguing.

Irreverencia, estilo y un poco de glitter
La diversidad de estilos en la escena local actual es solo un ejemplo de cómo el drag es una plataforma ideal para dejar atrás los miedos y las inhibiciones para encontrar una identidad alternativa, pero no por eso menos verdadera y sincera. Las capas de maquillaje, las pestañas falsas, los tacos de vértigo y las pelucas coloridas son solo una forma de adornar y celebrar la personalidad de quienes los usan. Si lo pensamos bien, es algo que en realidad todos hacemos. Como dice RuPaul, quizás la drag queen más famosa del mundo, “todos nacemos desnudos y el resto es drag”.

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