*Por Claudia Araneda Maureira

Esta es la primera semana de vacaciones de invierno de los niños y en las semanas previas vi y escuché a no pocas madres, padres y cuidadores agarrarse la cabeza con un signo de exclamación gigante sobre ella. ¿Qué hacemos para entretenerlos dos semanas?. Una pregunta con la cual me cuadro, porque no es fácil llenar de “entretención” un poco más de diez días sin “jardín”. Produce cierto vértigo cuando traduces esos diez días a horas, minutos, segundos, todos completitos de tus hijos esperando lo mejor de tí… en realidad es para agarrarse la cabeza creo yo. ¡Pero! puedo decir que lo que he podido aprender en mis casi 5 años de madre de 2 pre escolares, es que la diversión de estos pequeños individuos pasa más por la simpleza que por la pomposidad o popularidad del panorama.

En lo personal me produce distancia automática “el panorama de: fin de semana, vacaciones, día de…”. Ya el solo concepto “panorama” me pone un poco a la defensiva y me imagino de inmediato mares de familias intentando pasarlo bien con la actividad sugerida y finalmente haciendo filas interminables, amontonándose en eventos o actividades con las que no se identifican. Resultado: niños cansados, indignados y/o muy frustrados. Nunca digo de esta agua no he bebido, porque todos los padres nos hemos visto en ésta más de una vez. Pero, sí me gusta decir que darle una vuelta más y escuchar a mis hijos, tomar atención de sus intereses y mantenerme dentro de la simpleza me ha entregado maravillosos e insospechados desenlaces. Resultado: niños felices, iluminados y agradecidos.

En esta columna expondré (con cierto pudor) mi recorrido buscando experiencias más allá del panorama típico (y uno que otro panorama típico también, ¿porqué no?). Mi anhelo y obsesión será encontrar espacios donde la ciudad escucha a los niños, donde les habla y los deja “ojiabiertos”, satisfechos como piratas que acaban de encontrar su tesoro y me encantará compartir con ustedes esas impresiones de mis hijos, que sin duda serán a veces termómetro y otras jueces de lo que iremos encontrando para ellos en nuestro recorrido por la capital.

Este será un espacio para reflexionar sobre como los adultos podríamos invitar a nuestros hijos a habitar su ciudad de una manera positiva y enriquecedora. Siempre he pensado que el “panorama” más que aparatoso, taquillero, trending o qué se yo, debiera dentro de lo posible ser edificante para todos los miembros de la familia, en alguna medida debe hacernos sentir gratificados.

Esto trae inevitablemente a mi cabeza la fantástica exposición de Theo Jansen instalada casi tres meses en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo de forma gratuita. Nosotros fuimos el 1 de julio, el último día.  Por mil razones adultas postergamos la visita durante los tres meses y estuvimos a punto de perderla. Mi hijo de 4 años hasta hoy habla de Animaris Ordis y Animaris Plaudens Vela e intenta hacer sus propias criaturas, habla del viento y del movimiento, aprendió que en entre otras cosas los inventores aún existen y que él puede ser uno de ellos, que las criaturas fantásticas que están en los cuentos y en su imaginación pueden cobrar vida en sus manos con un poco de ingenio. Yo salí con el profundo deseo de que ningún niño se lo hubiera perdido, porque fue una experiencia única que todo niño de esta ciudad debiera haber vivido.

Mi búsqueda siempre ha sido y será acompañar a mis hijos a lugares o situaciones de la ciudad que los identifiqué a ellos con este territorio, a espacios que los llenen de felicidad, que iluminen su mente, su espíritu, germinando desde sus primeros años esa conexión emocional con la ciudad en la que viven.

 

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