Un muro abandonado o el portón metálico de un taller mecánico. Cualquier superficie puede servir para que un grupo de artistas plasme su obra en la calle. Yaikel, Santiago Ascui, Poyho, Brako y José Benmayor son parte de este grupo de creadores jóvenes que han extendido su que hacer más allá de la frontera del taller que comparten en calle Angamos, en el viejo Santiago.

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Spray barato y látex son los materiales que necesitan para dibujar y pintar, transformando en unas horas una pared gris en el hogar de meteoritos, árboles, seres de otros mundos y mensajes que sólo unos pocos pueden descrifrar.  Recorriendo el sector de general Jofré y Portugal, Yaikel y Santiago me muestran sus trabajos y los de sus compañeros sobre paredes de fábricas y panderetas, incluyendo un mural ubicado en un sitio eriazo con casa abandonada, basuras varias y residente misterioso.

Para Santiago, quien fue invitado para exponer en Londres en el marco de los Juegos Olímpicos, el dejar una huella en la ciudad tiene un valor único. «Incluso a veces se grafitean los nombres de personas que han muerto, como una forma de darles un homenaje», dice.

Para Yaikel es lo mismo. Aún cuando hay algunos que pintan sin respetar la antigüedad de las obras «hay otros que sobreviven intactos como el tomate de Benmayor», asegura recalcando que más allá de todo, opta por pintar en la calle «porque interviniendo la ciudad, la haces más tuya».

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