Una niña de siete centímetros. Eso fue lo que me encontré caminando el otro día por el Barrio Lastarria. Colgada de un columpio en la rama de un árbol, justo a la vista del caminante, estaba esta pequeña escultura en papel, solitaria y pensativa para quien tuviera la atención de mirarla. Así, sin más explicación que un mini letrero con los datos de su autora: la ilustradora María José Adasme, alias Cote Pajarito, quien junto a su amigo y compañero de tercer año de arquitectura, Luciano Lizana, idearon esta sutil intervención urbana.

El día que los conocí estaban haciendo su cuarta acción en la calle. Después de dejar un pájaro en la escalera del Museo Nacional de Bellas Artes, los acompañé por el Parque Forestal hasta Purísima, donde fueron colocando sus pequeños tesoros, uno a uno, para ser encontrados. Ambos de 20 años, con una mezcla de dulzura y madurez, me contaron que todo se inició para mostrar el trabajo de Cote de una manera diferente.

“Lo que pasa es que muchas personas hacen los mismo en Instagram entonces el tema era cómo resaltar, cómo darle un regalo a la ciudad, entonces le propuse eso, apropiarse del espacio público, y no simplemente ser un sticker que esté pegado en la pared, sino algo muy con la arquitectura, que esté interactuando con el entorno, por eso tienen un diseño detrás, no solamente es el dibujo”, me explica Luciano.

A lo que asiente Cote, quien se vio sorprendida por la rápida reacción en redes sociales, aún cuando se trate de algo tan delicado y pequeño. “Está hecho en papel de stickers pero solamente lo colocamos, es menos invasivo, se pueda sacar, para que no ensucie ni dañe la superficie. Partimos en calle Concepción un día camino a la universidad (estudian en el Campus Lo Contador de la Universidad Católica), la segunda vez fue en Barrio Italia y hace unas semanas en Lastarria. Al publicarlo en redes me llegó mucha gente que empezó a tomarles fotos y subirlas”.

La estrategia de la dupla es “salir a pegar” los viernes, así los dibujos resisten el fin de semana y tienen mayor oportunidad de ser vistos por los transeúntes. Eligen cuidadosamente el lugar y lo intervienen luego de estudiar el flujo de movimiento de la gente y su contexto.

“Es bien sencillo lo que hacemos, pero al estudiar arquitectura lo pensamos mucho, no es llegar y poner los dibujos en cualquier parte”, recalca Cote. Al tiempo que Luciano recuerda que una de las niñas la puso en estación Baquedano “donde quedó a la vista de las personas pero donde no la pudieran alcanzar, en una baranda donde es casi imposible no verla, pero que ni saltando la pueden alcanzar para romperla”.

Así, árboles, arbustos, bancas y paredes han sido escenario de un centenar de estos personajes, hasta ahora pájaros, la niña del columpio, un murciélago y un oso perezoso, que no tienen ni nombres ni historias, pero que tampoco están hechos a la ligera. De hecho, la niña del columpio tiene un contrapeso interior, una moneda de 10 pesos, que le da el soporte para permanecer “volando”.

“Es súper simple y barato, la idea es hacerlo en serie para poder replicarlo fácilmente. Lo más delicado de hacer fue la niña, y es bonito que justo lo más delicado sea lo que a la gente más le gustó”, me cuenta Cote mientras Luciano cuelga el trozo de papel sobre otra rama.

Cuándo les pregunto por lo que se viene, concuerdan en que quieren probar otras figuras y personajes siempre en contexto y que puedan “responder a un tipo de movimiento en la ciudad”. También está la idea de pasarles sus dibujos a sus amigos para ampliar las intervenciones a otras comunas y ciudades. Ya hay una amiga que instalará sus pequeños personajes en Valparaíso. “Algunas veces iremos anunciando en los barrios que estaremos, pero otras veces simplemente los dejaremos ahí para ser encontrados”, me avisan.

Y  el cariño se les nota por cada figurita de papel. “Pensé la ilustración en cosas pequeñas, ver personas pequeñas es más tierno, queremos hacer un hombre empujando algo, otros como limpiadores de vidrios en una ventana, siempre personajes chiquititos”, dice Cote.

– «¿Y qué te dice la gente cuándo los ve», le pregunto.
– «En general la gente se ríe, pero cuando alguien le gusta y le saca una foto se me llena el corazón», responde.

¡Y damos prueba de eso!

X