*Por Claudia Araneda Maureira

Como les conté en mi primera columna, tengo aversión por los panoramas masivos, usualmente recomendados en las carteleras de los noticieros y a los que finalmente te enfrentas casi como si estuvieras en un concierto de la banda más top del momento. La experiencia la tenemos, lo hemos hecho y finalmente siempre resultó un fiasco: niños cansados, hambrientos, Y pataleta segura a causa del temido “sueñambre».

Este fin de semana hicimos algo que mi Lola estaba deseando hace mucho tiempo: Salida de mamá e hija. Cuando tienes 2 hijos o más, la búsqueda de su propia individualidad es vital y me he ido dando cuenta que si como papás no nos avispamos dando esos espacios exclusivos para cada uno, muchas veces entramos en periodos negros donde nada los conforma, parece que nada los hará felices y lo peor, cualquier mínimo detalle es capaz de desencadenar un incendio troyano.

Cuando estamos en esos oscuros trances nos agarramos la cabeza pensando en qué hemos fallado, cuál la mejor forma para divertirlos: ¿ llevarlos a bucear con delfines rosados?, ¿Visita guiada a la Nasa?, ¿Parapente?, ¿Cabalgata en Unicorno?. ¡STOP!.

No dejemos que esto de “qué hacer” con los niños nos desquicie. Ellos son sencillos y su felicidad no está en tener deseos pomposos, si no en disfrutar lo que tienen, especialmente si se trata de su familia. En estos casi 5 años de mamá las lecciones más importantes y sencillas sobre maternidad las he aprendido de mis hijos, cuándo realmente los he escuchado, en sus juegos, en su cariño, en su simpleza he entendido muchas cosas. Un paseito simple y con exclusividad puede ser memorable para ellos.

¿No les pasa que cargando con los días, el trabajo, los compromisos, los horarios, el cansancio, la preocupaciones, nos olvidamos de escuchar a nuestros hijos?. A veces los subimos a trenes en los que ellos no quieren estar y en cambio sus deseos son tan simples como tener unos minutos a solas contigo.

Este sábado ocurrió algo parecido y la casualidad fue nuestra guía. Salimos a dar un paseo sin expectativas por el parque Bustamante y resultó ser una tarde maravillosa. Por una cosa de intereses, naturalmente separamos aguas. Tati se fue con su papá y Lola y yo nos quedamos a mirar la Milonga Callejera que se presentaba en la pequeña explanada detrás del Café Literario.

Después de un rato prudente para mi reloj adulto pensé: “Bueno, ya es suficiente” y emprendí retirada, pero Lola decidida me tomó de la mano y me dijo: “Mamá quiero ver más milonga”. Fue revelador, le gustó tanto ver a estas personas que se movían con aquella prestancia y destreza. Estuvimos un buen rato mirándolas y luego nos sumamos satelitalmente a la clase gratuita que se dio ahí mismo. Estaba en llamas: “Mamá, estamos todos bailando”, “Mamá, mira ese señor”, “mamá dame vueltas”, “mamá hagamos eso”, “Mamá mira mis pieses”, “Mamá otra vez”, “Mamá no te canses”.

Incluso aprendimos un par de pasos. La vi tan feliz de tenerme solo para ella, tan concentrada queriendo aprender los movimientos y tan tierna haciendo el paso retrocediendo y entre cruzando sus “pieses” (palabra acuñada en su diccionario personal). Fue una tarde exquisita, de risas compartidas, abrazos, agradecimiento mutuo y sobre todo florecimiento de su propio yo. Ella, manifestando sus propios deseos y cosechando sus propios recuerdos. Tanto así que al día siguiente se detuvo un par veces para decirme chocha: “¿mamá te acuerdas cuando bailamos milonga?”. Más claro echarle agua ¿no?. Su felicidad brotando por ojitos y cuerpo en forma de brillo resplandeciente. Y mi corazón de mamá llenísimo de amor por haber tenido con mi niña esa sencilla tarde para nosotras.


Milonga Callejera
La Milonga Callejera es un colectivo independiente, autogestionado y gratuito que algunos sábados se instala en diferentes espacios públicos con el objetivo de difundir la cultura del tango y generar integración social y habitar la ciudad a través de esta danza. Y funciona, pues la gente no tarda en juntarse alrededor y se nota también un fuerte grupo e seguidores que da fuerza al espectáculo con sus diestros pies. Cada cita es punto de encuentro para los que disfrutan del tango bailarlo, aprenderlo y compartirlo.
Además de la trastienda del Café Literario del Parque Bustamante se los puede ver en los espacios aledaños a diferentes edificios, tales como el Centro cultural Gabriela Mistral (GAM), Frontis Fundación Cultural de Providencia, la Plaza Ñuñoa o en pleno barrio Italia. Cada evento de Milonga Callejera va acompañado de clases de tango gratuitas y abiertas a la comunidad que allí se encuentre y para ellos invitamos diferentes profesores para cada evento. No se necesitan conocimientos previos, sólo ganas y tiempo.

Para quienes quieran estar al tanto de la ruta de Milonga Callejera síganlos a través de su Facebook/LaMilongaCallejera

Crédito de foto: Milonga Callejera

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