Antes de existir, los terrenos del Parque Forestal correspondían al borde sur del ancho y antiguo cauce del río Mapocho, que una vez canalizado en 1891 dejó veinte manzanas de libre uso para la ciudad.
Fue el intendente Enrique Cousiño quien inició en el año 1900 una campaña para que el lugar fuera un parque, un total de 100 metros de largo desde la altura de calle Mac-Iver hasta el Puente Pío Nono que fueron diseñados por el paisajista francés Georges Dubois.
Según explica el escritor Miguel Laborde en su libro Parques de Santiago, se plantaron primero 7.700 árboles provenientes de los viveros de la Quinta Normal y de Salvador Izquierdo, además de palmas chilenas donadas por Ascanio Bascuñán, el dueño de la Hacienda de Ocoa. Al tiempo, que también se construyó una laguna artificial para abarcar las aguas del Mapocho que buscaban recuperar parte de su antiguo cauce.
La hermosa laguna era un punto de encuentro obligado para parejas y románticos de la época. En ella se recorría en botecitos a remo y se reflejaba la fachada del Museo Nacional de Bellas Artes, inaugurado en 1910 para la celebración del primer centenario de la Independencia.
Se extendía aproximadamente media hectárea y aún es posible ver su huella en la depresión del terreno que la contenía, entre las calles Cardenal José María Caro, Purísima, José Miguel de la Barra e Ismael Valdés Vergara. Otra marca patente de su existencia es el muro con argollas al que se amarraban las pequeñas embarcaciones de aquellos días de enamorados.
El Castillito es otro vestigio de aquellos años, construido por el pintor, arquitecto y diplomático Álvaro Casanova, para establecer ahí la casa donde se arrendaban los botes, donde se controlaba, además, la compuerta de descarga en el Río Mapocho y que además funcionaba como la bodega de jardinería del parque.
De acuerdo a la investigación de Mario Rojas y Fernando Imas Brügmann, junto a la laguna -que con la instalación de la Fuente Alemana se redujo a un espejo de agua- también existió La Terraza del Parque Forestal, uno de los primeros lugares para ir a bailar al aire libre. En esta explanada (donde hoy se ubican los juegos infantiles), cientos de jóvenes se reunían a diario para disfrutar la música de la orquesta que tocaba bajo una pérgola de madera. Ritmos de one-step, charleston y foxtrot que animaron felices tardes santiaguinas.
Sin embargo, la historia de la laguna se terminó en 1944 cuando finalmente fue drenada, tras años de reclamos de los vecinos que alegaban por las condiciones insalubre de sus aguas.
¿Qué sería de Santiago si se hubiera mantenido esta laguna? Quien sabe.