Para algunos arquitectos la propuesta habitacional de departamentos reducidos va en desmedro de la calidad de vida de las ciudades, satura los servicios de los barrios y se convierten sólo en un buen negocio para los inversionistas. Aseguran que sólo son viables si se les considera como lugar de vivienda temporal e individual.
Conoce en la nota las opiniones de Santiago Soto, arquitecto miembro del programa Quiero Mi Barrio del Ministerio de Vivienda y Uwe Rohwedder, director de Arquitectura de la Universidad Central.
Conocidos como edificios waffles, los llamados nano departamentos concentran en pocos metros cuadrados todas las necesidades básicas para una persona. Actualmente en el mercado se pueden encontrar unidades desde los 17 metros cuadrados, en proyectos inmobiliarios que se pueden ver en las comunas de Estación Central, San Miguel, Santiago y Ñuñoa, entre otras. Uno de los últimos construido es el Edificio Plaza Los Sacramentinos, ubicado en Santa Isabel con calle Serrano y que cuenta con 90 departamentos distribuidos en 10 pisos. De estos 80 corresponden a departamentos de 1 y 2 dormitorios entre 30 y 45 metros cuadros y 10 estudios de 25,15 metros cuadrados.
El diseño estuvo a cargo del arquitecto Luis Carreño Urbina de la constructora CE y fue entregado el segundo semestre del 2020 con una rápida compra de todas las unidades, especialmente de parte de inversionistas. En la constructora aclaran que si bien no quedan departamentos para la venta, éstos aún no han sido habitados. Llama la atención sus precios pues los más pequeños fueron vendidos desde 2.130 UF, algo más de 62 millones de pesos.
La propuesta habitacional es para algunos una apuesta de sacrificar espacio por ubicación, una opción para vivir solo o usarlo como estudio y para otros, directamente una inversión para sacar dividendos económicos.
El arquitecto miembro del programa Quiero Mi Barrio del Ministerio de Vivienda, Santiago Soto, explica que el concepto de nano departamento “es un producto inmobiliario que comprende una reducción de los espacios habitables, que se viene adaptando de los años 90 hasta ahora, cuando hay ciertas inmigraciones importantes a la ciudad. El sector inmobiliario recoge esta necesidad creando los primeros departamentos pequeños que reducen básicamente la habitabilidad a tres recintos que son living-comedor-cocina, baño y un dormitorio. Hoy día se fusiona el living-comedor-cocina con el dormitorio y finalmente quedan prácticamente dos recintos: el living-dormitorio y el baño”. Eso sí, aclara que esta solución habitacional tiene muchos problemas pues “generan un abuso de la estructura urbana con calles que están más ocupadas, veredas con mayor tránsito de peatones y el riesgo de que los servicios sanitarios pueden colapsar. Afortunadamente tenemos un muy buen servicio de ductos sanitarios en Santiago pero si se sigue construyendo de esta forma probablemente se va a afectar en ese plano». Su visión critica se extiende a la pérdida de identidad de los barrios, porque a su juicio llegan personas que sólo los ocupan para comer o dormir, «personas de paso y lo que se genera es que la identidad y los valores de barrio, su valor patrimonial comienza a caer justamente por este tipo de usuario y por este tipo de comprador. Entonces le están haciendo un flaco favor a la ciudad estos edificios porque finalmente van a enajenar la identidad de nuestros barrios”.
Desde el mundo académico también surgen críticas. Para el director de Arquitectura de la Universidad Central, Uwe Rohwedder, la rápida proliferación de estas construcciones “son tendencias permitidas por un mercado no regulado y las necesidades que surgen y las habilidades de algunos por encontrar buenos negocios sin ninguna consideración ética por generar mejor calidad de vida, estas soluciones van deteriorando nuestras relaciones y nuestras formas de relacionarnos. Son temas dignos de analizar también por sociólogos y psicólogos ambientales, creo que estos espacios deterioran la salud, o por lo menos frenan el desarrollo normal de nuestros sentidos”, afirma tajante.
Lo que genera un riesgo mayor al considerar por ejemplo situaciones inesperadas, como el contexto de la pandemia. En ese sentido, Santiago Soto agrega que “este estándar habitacional ha generado grandes problemas psicológicos y físicos a las personas que están habitando estas unidades porque ahora están confinados, tienen que trabajar en un espacio bien reducido y finalmente se va afectando la salud del habitante”.
¿De dónde surgen?
La problemática por espacio en las grandes urbes no es nueva. Uwe Rohwendder explica al respecto que “los nano departamentos tienen su origen principalmente en Estados Unidos y son conocidos como Homeoffice, y surgen para una cultura de gente joven que arrienda según dónde consigue trabajo, en general temporales con plazos fijos y reemplazan los apart hoteles e incorporan servicios como lavanderías comunes, pequeñas cafeterías y otros. La versión chilena como departamento se transformó en un buen negocio pero no es una buena manera de vivir, no es digna, de hecho muchos de ellos ni si quiera cumplen con la norma o los estándares mínimos de metros cuadrados por persona porque los permisos corresponden a edificios de oficinas y no habitacionales”.
Respecto al perfil de quienes adquieren este tipo de viviendas señala que “en general los dueños son empresas inmobiliarias que venden a inversionistas para luego rentabilizar vía arriendos. Lamentablemente en nuestro país por la especulación y falta de viviendas, los suelos están muy sobrevalorados y aquello permite que aparezcan estas ofertas y tengan hasta ahora buenas ventas”.
El arquitecto lamenta que se haya dejado de lado un aspecto fundamental al momento de idear una residencia: la calidad de vida. Afirma que “nos falta cultura cívica de saber vivir bien, qué significa habitar con calidad, tener buena ventilación, asoleamiento, espacios comunes, qué pasa con los niños, dónde pueden jugar”. Sus críticas van más allá: “Me parecen soluciones de calculadora, poco humanas, verdaderas máquinas o nichos para vivir”, agregando que “el nano departamento como forma de vida no es digno, sí puede funcionar como arriendos temporales, es decir de 3 a 6 meses en el entendido que se trabaja fuera y no es más que un lugar para dormir. Es una tendencia más del individualismo extremo porque 18 a 20 m2 no puede pensarse en familia”.
Qué pasa en Chile
Los nano departamentos son una tendencia mundial. En Japón existen micro departamentos de 8 metros cuadrados, aunque parezca difícil de creer. En nuestro país comenzaron a ser construidos desde hace menos de una década y son un verdadero boom inmobiliario. El académico de la Universidad Central explica que “es una tendencia relativamente nueva en Chile, debe llevar menos de cinco años”. Lamenta que “al modelo chileno le falta equipamientos, estacionamientos para bicicletas por ejemplo, también por la cantidad de viviendas y la densidad generan externalidades muy negativas. El de Santa Isabel además de destruir la vida de barrio arroja grandes sombras hacia el sur, donde las calles no son anchas y van cambiando formas de vivir. Ni pensar en la convivencia ente vecinos si no se reglamentan los ruidos, los horarios y también la calidad de la construcción en cuanto a aislación acústica. Se pueden transformar en lugares bien poco amables”.
Respecto a los valores, el académico los considera exagerados: “Son un buen negocio, parece increíble que el metros cuadrado esté a un valor de venta entre 50 y 70 UF el m2, bastante más que el m2 de una casa en el barrio alto”.
Santiago Soto también pone el acento en los valores. Asegura que “no hay ni una entidad gubernamental o estatal que pueda determinar cuál es un precio acorde al valor real de esa propiedad. Sólo existe una evaluación del Servicio de Impuestos Internos, que dice cuánto vale un terreno determinado pero generalmente esos valores son muy bajos y terminan siendo inflados por el mercado inmobiliario”.
Lo que falta
Soto señala que “es necesario un marco regulatorio del suelo en los centros urbanos y en el mundo rural. El gran problema que tenemos hoy en día es que tenemos un mercado inmobiliario muy agresivo que está afectando de mala forma a las ciudades, a los barrios, a los vecinos, a nuestro entorno, entonces se hace necesario que alguna entidad gubernamental tenga conceptos vinculantes de distintos ámbitos que pueda dictar ciertas normas de planificación urbana, poder generar políticas estatales y políticas gubernamentales en torno a la conservación por ejemplo del paisaje, del patrimonio y también del desarrollo urbano. Hoy en día tenemos el ejemplo de los guetos verticales, con vecinos que no están habitando de buena forma esos edificios porque son pequeños, porque existen una gran cantidad de departamentos que ocupan los espacios comunes, que ocupan los ascensores de manera intensiva y se están echando a perder, están teniendo que generar todo un despliegue de mantención para poder seguir funcionando y por lo demás son elementos estéticos que no tienen ningún aporte a la ciudad. Hay una ciudad que no es planificada, que no está siendo supervisada por las autoridades y lo peor de todo es que han surgido desde actos irregulares de interpretación o directamente corrupción de algunos entes que deberían velar por este tipo de normativas como son las direcciones de obras, las seremías de vivienda, que no se hacen cargo de estas problemáticas”.
Concluye que “es muy importante en este marco de planificación o de toma de decisiones que se incorpore a la sociedad civil, a los vecinos y a los barrios. Lo que pasa hoy en día es que se han tomado decisiones tecnocráticas y desde la teoría que se aplican en el territorio siendo que el territorio es algo muy orgánico, es muy vivo, por lo tanto es necesario que todos estos actores interactúen en un territorio generando un bien común, donde todos tengan ciertos beneficios y también puedan aportar para generar una convivencia urbana de manera digna y ecológica”.