Han pasado 97 años desde la creación de la sombrerería más antigua de Santiago y el paso del tiempo ha dejado prácticamente en el olvido a sus verdaderos fundadores. Hoy los descendientes de Fernando Tamayo son los que administran el local, que ha vendido sombreros a Presidentes, políticos, poetas y actores, pero pocos saben que fue una pareja asturiana la que partió con el negocio en 1915.

Todo comenzó cuando José González Noriega se sube a un barco a los 13 años rumbo a Sudamérica. Primero trabajó en Argentina y luego en Chile, con un tío de oficio sombrerero que lo ayudaría a instalar la afamada tienda conocida por el monito que golpea incesantemente la vitrina. Luego se casó con María Sordo, quien a su vez trajo a su hermano José a trabajar en el local. Eran tiempos difíciles, de trabajo esforzado y en donde los empleados dormían en las noches sobre el mostrador para ahorrarse dinero.

El éxito de la tienda se acrecentó con la traída del monito en 1922, figura mecánica que se mantiene hasta el día de hoy y que es todo un ícono en el establecimiento de 21 de mayo, que en sus comienzos también tuvo una salida por calle Esmeralda. Así lo recuerda hoy Julieta Solari, de 95, viuda de José Sordo Viñas y que también participó en la sombrerería vendiendo a la fina clientela ocho décadas atrás.

El destino trajo a Chile a otro José Sordo, de segundo apellido Galguera, quien finalmente se hizo cargo del negocio una vez que los fundadores viajaran a Argentina para emprender una fábrica de tomates.

Años más tarde, José González Noriega y su esposa María Sordo morirían en un accidente al chocar su automóvil con un trolebus en Providencia. Y de ahí su historia pasaría al olvido. Hasta ahora.

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