En un corredor del Museo de Arte Colonial de San Francisco está el tronco de uno de los primeros álamos que llegó a Chile, parte de la familia de árboles que cruzaron la cordillera en la época de la Colonia y que dieron el nombre al paseo de la Alameda de las Delicias.

Corría 1810, el año de la Primera Junta Nacional de Gobierno, cuando el provincial de la orden franciscana, José Javier Guzmán recibió 20 álamos que había encargado a la localidad de Cuyo, en Mendoza. Según la edición de abril de 1840 de la revista El Agricultor, estos 20 esquejes eran de media vara de largo y tenían el grueso correspondiente a plantas de un año. Venían con cogollos y hojas verdes que llegaron secas, “más como las regaban a menudo en el cajón que estaban acomodadas, llegaron bien verdes 19” .

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El mismo padre hizo plantar algunas de estas varas en el entonces patio del convento, repartiendo otras más entre los vecinos que a su vez las reprodujeron. Los álamos llegaron a extenderse rápidamente entre Copiapó y Talca, convirtiéndose en parte del paisaje habitual de la zona central del país.

“Los primeros árboles plantados están en toda su robustez y de un grueso y altura de los robles, pataguas y canelos indígenas de doble edad, que es cuando está en toda su fuerza”, agrega la publicación sobre la vida de estos árboles a 30 años de llegar a Chile.

Conversamos con Juan Jiménez, encargado de extensión cultural del Museo de la Casa Colorada, quien escuchó por primera vez esta historia a través del programa Mira Tú, ese protagonizado por Néstor Cantillana y Blanca Lewin que transmitían hace años por TVN.  Después se puso a investigar. “La primera parte del rompecabezas es el registro que indica que el mismo provincial de los franciscanos mandó a plantar los álamos en el convento San Francisco que estaba ahí donde hoy sólo queda la Iglesia. En 1913, uno de ellos sigue en pie en los jardines, del cual queda su tronco. Nos queda actuar de buena fe de que no trajeron un tronco de otra parte y que ese tronco era de un árbol que estaba dentro del jardín”, nos cuenta el historiador sobre el pedazo de madera que encuentras en un pasillo, junto a una banca y sin placa alguna.

Se trata de un tronco añoso de color caramelo, del ancho más grande que un abrazo y que me llega hasta el cuello (algo así como 1 metro, 30 centímetros). Tiene una inscripción a mano en donde se alcanza a leer álamo, y algunos clavos gruesos de acero enterrados. En su hueco interior se acumulan pelusas y algo de polvo.

“Cuando era director del museo Francisco García le planteamos la idea de poner una plaqueta pero hasta ahora no ha prosperado esa iniciativa”, detalla Juan.

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De la Alameda al resto del país

Según nos detalla el historiador “el álamo era el elemento que existía para poder hacer que un paseo de principios del siglo XIX resaltara y tuviera una cobertura vegetal apropiada en muy corto tiempo, era el elemento para hacer paisajismo en esa época”.

Considerando que no habían viveros, y que eran de rápida reproducción en comparación con las especies nativas, fueron clave para ennoblecer el paseo que se convertiría en la principal arteria de Santiago.

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La Cañada, paseo público de Santiago (Chile). Paris, 1828. Litografía/ huella. 192x 282 mm./ hja 332x 497 mm. Colección Pinturas y estampas. En depósito. Nº inventario FB- 3456. Dibujo de Edmond Bigot de la Touane, litografía de Louis Phililippe Alphonse Bichebois e impreso por Bernard y Frey. Fuente: Museo Histórico Nacional

La Alameda de las Delicias constaba de un paseo central delimitado por tres corridas de álamos, acompañados de una acequia a cada lado, que aseguraba el riego de los árboles. Dos caminos iban por los costados, para carruajes y peatones. Y sobre las acequias pequeños puentes que llevaban hacia las calles laterales.

“En aquella época, para los habitantes de la ciudad, estos árboles de tronco recto debieron ser toda una curiosidad: verdaderas columnas vegetales, ideales para enmarcar caminos y avenidas y que se adaptaban de forma notable al suelo y al clima de la zona central de Chile” recalca Juan poniendo atención en lo llamativo que la especie se propagara justo en el mismo año en que comenzó el proceso político que terminaría con la independencia del país.

De acuerdo a los registros del Herbario EI, de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Chile existen álamos desde Tarapacá, en las localidades de Ticnamar y Chapiquiña sobre los 3.500 metros sobre el mar hasta la XII Región en las cercanías de Punta Arenas, en  las orillas del camino en los poblados más apartados, lo que demuestra la amplia distribución ecológica y ambiental de la especie.

De hecho, Chile es la única parte del mundo en que el álamo tuvo una pequeña mutación logrando una hoja perenne. Pero esa ya es otra historia.

  • Visita el tronco de este primer álamo en el Museo de Arte Colonial de San Francisco
  • Dónde: Alameda 834, Metro U. de Chile
  • Cuándo: Lunes a Viernes de 9:30 a 13.30 horas y de 15:00 a 18:00 horas. (Enero-Febrero hasta las 19.00 horas.) Sábado y Domingo de 10:00 a 14:00 horas
  • Cuánto: Estudiantes y Adulto Mayor $500. Adultos $1.000
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Una de las fotos más impresionantes de la Alameda de las Delicias, alrededor de 1860. En primer plano el obelisco que conmemoraba la Primera Junta de Gobierno, hoy desaparecido. Allí se instalaría años más tarde la Pérgola de las Flores. Al fondo a la derecha sobresale el Palacio de la Moneda, que colindaba con casas por el lado sur hacia la Alameda. Fuente: www.enterreno.com La foto fue tomada desde la torre de la Iglesia San Francisco

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