*Por Paulina A. Cabrera Cortés
La mayoría sabe que la Iglesia San Francisco es la construcción en pie más antigua de Santiago y del país (en 1572 se pone la primera piedra del templo en adobe, destruido por un temblor y vuelto a levantarse en 1584 terminándose su edificación en 1618). Algunos otros conocerán que en su interior se exhibe la medalla de oro del Premio Nobel que fue entregado a Gabriela Mistral en 1945 y que en su jardín revolotean pavos reales al estilo de un oasis perdido, pero pocos deben saber que en el altar principal se encuentra escondido un mural de tiempos de Pedro de Valdivia.
Fanny Canessa, encargada de conservación y restauración del Museo de Arte Colonial San Francisco, dio a conocer detalles de este hallazgo en una de las charlas con las que el templo celebra sus 400 años de historia.
Se trata de un mural de más de 4 metros de altura que se encuentra en la pared oriente más antigua de la Iglesia, justo detrás del retablo de madera del altar que alberga la figura de la Virgen del Socorro “Socorrito”, la pequeña imagen de 30 centímetros que llegó junto con las huestes españolas a fundar Santiago.
“Uno no se imagina que en estas paredes hubiese un mural escondido, en las paredes de la primera planta que tuvo el templo con forma de cruz latina”, detalla la investigadora, aún cuando recalca que su existencia era historia conocida entre los frailes franciscanos que le dieron la primera pista en 2008, lo que la llevó a levantar junto a un equipo de cuatro personas una primera investigación vía Fondart el 2012.
Con esos recursos, se fotografió el mural, con la dificultad de la escasa distancia entre el muro y el retablo (menos de un metro) y el polvo en suspensión, logrando como resultado un atisbo de lo que pudiera ser la obra. “Esto nadie lo había visto nunca de manera completa, es algo relevante”, asegura Fanny. Es así, como a través de 24 fotografías y posterior dibujo, se pudo reconstruir lo que queda de la pintura: la imagen de dos ángeles con túnicas tocando trompetas y que según la hipótesis, “habrían estado enmarcando la imagen de Socorrito».
Según se puede observar en las fotografías, las imágenes del muro están deterioradas y deslavadas (con fragmentos con grietas y otros en donde simplemente se cayó el muro), e interrumpidas por una estructura de madera que fija el retablo.
La segunda investigación vino después con financiamiento de un Fondef (2015-2020) que hasta ahora ha permitido realizar un análisis de Carbono 14. Este reveló que el mural está pintado sobre una pared de piedra dacita obtenida de las canteras del cerro Blanco, a la cual se le dio una capa de barro delgada y otra de carbonato de calcio o sulfato de calcio (yeso). Sobre esta, los creadores dibujaron las imágenes de los ángeles para luego pintarlas con pigmentos vegetales y minerales, en tonos negros, azules, verdes, naranjos y ocres, aglutinados con proteína animal, probablemente huevo.
Existen indicios que este no sería la única pintura en la Iglesia. Es más, también hay señales de que las construcciones coloniales no siempre fueron en colores blanco y terracota. “Eso es posterior, cuando se decide blanquear los edificios coloniales. Hay que incorporar la idea de que debemos volver a estudiar nuestra historia, principalmente la historia colonial. Hay demasiados indicios de que lo que se ha enseñado en el colegio ha sido construido por el Estado chileno, que ha obviado cosas muy evidentes, como la presencia indígena. La teoría más clara es que fuimos tremendamente interculturales desde el momento en que Pedro de Valdivia llega, hasta avanzada la creación del Estado de Chile. No hay un reconocimiento de que somos una nación intercultural”, reflexiona la investigadora.
En ese sentido, agrega que distintos estudios arqueológicos constatan que durante la Colonia coexisten los elementos indígenas (de hecho la Iglesia San Francisco fue construida con tecnología antisísmica inca), “hay evidencia de que nosotros no sólo nos encontramos con los españoles, sino que nos mantuvimos viviendo juntos y cooperamos. No sólo somos mestizos genéticamente, somos mestizos culturalmente”.
Cuando le pregunto sobre lo que viene ahora con la investigación del mural, Fanny no descarta un nuevo proyecto para mejorar la documentación e incluso un libro que cuente esta historia, una de las tantas que guarda el templo de la orden franciscana.