Todo indica que Santiago pierde otro lugar que enriquece nuestra identidad como ciudad. El tradicional barrio de las lanas de calle 21 de mayo se desarma de aquí a final de año. La Congregación Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul vendieron el espacio que ocupan los locales que se ubican entre la sombrerería Donde Golpea el Monito y la punta de diamante en la esquina de Diagonal Cervantes. El Palacio de las Lanas, El Siglo, Lanas Dona, Calidad y La Fortuna (a excepción de La Gioconda, que es de otro dueño) se cambian de domicilio comercial y dejan tras de sí un futuro incierto para este sector que desde la década de los treinta reunió a tejedoras y tejedores.

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“No sólo es que pierden los locales, sino que se pierde el patrimonio del tejido, el sentido que tenía este lugar en donde la gente se juntaba a tejer y a aprender a tejer”, reclama Claudia Araya, directora del grupo Lana Attack, quien junto a La Tejería, Plutón Exiliado, Ingrato, Hombres Tejedores y Patrimonio Chileno se unieron en el colectivo Tejedores Unidos para rendir un homenaje despedida.

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“Comenzamos defendiendo este espacio, que no cerraran los locales, pero como es un acuerdo entre privados, los locatarios asumieron que tenían que irse. Nuestra idea cambió a que si tenían que irse que lo hicieran todos juntos, pero eso tampoco pasó. Así que finalmente quedamos en hacerle una fiesta de despedida a este barrio” nos dice Claudia sobre el evento de este sábado que se tradujo en una instalación de tejidos, lanas entre los árboles y una performance artística.

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Caminando entre los defensores de las lanerías, conversamos con Ingrato, el personaje de Sebastián Plaza que viste un corpóreo de lanas multicolores (que pesa cuatro kilos y que demoró tres meses en hacer). Algo desesperanzado, como todos los que estábamos ahí, nos dijo que es un defensor del trabajo manual, de ahí su nombre, porque muchas veces es “ingrato trabajar con las manos y tratar de vivir con eso, es una pega que cuesta sacar adelante”. Y eso es precisamente lo que más lamenta de la pérdida de este barrio, porque “poco a poco este tipo de tiendas han sido intervenidas por los grandes poderes que hacen edificios y centros comerciales. Es triste cómo ver que a cambio de retail, ropa y zapatillas que se importan, se vea afectado el trabajo de los chilenos. Espero que con estas intervenciones, haya reflexión y el mensaje de que sí hay personas que a esto les importa”.

Según Tejedores Unidos al tratarse de un acuerdo entre privados, la Municipalidad de Santiago no puede intervenir, por lo que el barrio puede convertirse en otro mall o en la sucursal de una gran tienda de retail. “La única solución es que se declare zona típica, pero ya es muy complicado. Nosotros seguiremos haciendo nuestra ruta Patrimonio bajo amenaza estén o no estén los locales acá, lamentablemente hay mucha destrucción de patrimonio”, advierte Sari Romántica Santiaguina del grupo Patrimonio Chileno.

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Junto con la ciudad, también se afecta a las personas que habitualmente compran lana aquí. Sonia del Carmen Ramírez vive en El Salto y todos los sábados, desde hace 50 años, viene a las tiendas de 21 de mayo a comprar sus lanas para tejer ropa de guagua o de muñecas, que luego vende en unas de las bancas que están en el costado de la Iglesia Santo Domingo.

Tiene 76 años y con orgullo me muestra que la prenda que lleva puesta, es un chaleco que le hizo su mamá, quien fue también la que le enseñó a tejer. Sus tiendas favoritas en todo este tiempo han sido El Palacio de las Lanas y El Siglo, especialmente esta última porque cuando no tenía plata le permitían cambiar un ovillo de color por otro.

“Venía con mi mamita a comprar las lanas y pasábamos a tomar once a San Pablo” recuerda y asume “qué se la va a hacer con estos cambios, aunque me da risa que las monjas se llaman de la caridad, qué caridad que le cambien el nombre, le hacen el daño a las abuelas. Yo seguiré tejiendo, porque el doctor me dice que nunca deje de tejer, esto es relajamiento».

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