Siete de la tarde, aún hace calor y en las afueras del Nacional, la gente suda y pregunta una y otra vez lo mismo: por dónde entro a cancha, andes o galería.
El calendario marca el 3 de febrero y estamos en la larga fila para entrar a ver a los Rolling Stones. La camiseta de la lengua roja se repite entre los asistentes y una que otra, es la original del concierto que hizo por primera vez la banda en Chile, en 1995.
Después de un caótico ingreso al fin estamos dentro. Nos perdemos el teloneo de Los Tres, pero estamos ahí junto a otras 55 mil personas.
Un video de la presentación de la gira Olé por Latinoamérica, fuegos artificiales y aparecen en el escenario. Suenan los acordes de Start me up y el público enloquece. Mayores, que fácilmente podrían ser mi papá o abuelo, saltan igual que los más jóvenes. Se respira en el ambiente la posibilidad de que sea la única vez en que podremos ver a los británicos en vivo.
Tal como le escuché a Mauricio Jurgensen son una banda que está a la altura de su propia leyenda. Y es que pese a superar los 70 años, Mick Jagger, Keith Richards, Ron Wood y Charlie Watts brillan desde lejos.
En su flacura atlética, Jagger camina en su estilo, salta y contorsiona sus caderas. Su voz es la de siempre, impecable e inconfundible. El público lo sigue cantando y también saltando. Incluso un señor en muletas, levanta el brazo haciendo el símbolo de la paz.
Cuando le toca hablar, Mick repara y bromea en cómo ha cambiado Santiago con los años, especialmente con edificios fálicos (por el edificio de Costanera Center), del intento que hizo por aprender la cueca del guatón Loyola (pero que dijo fue muy difícil) y de cómo aprovecharon los días en la ciudad, visitando la casa de Pablo Neruda, conociendo un café con piernas y acariciando a cuatro perros quiltros.
La canción elegida por el público para incluir en el setlist es She’s a rainbow, y a ella le siguen los éxitos Let’s Spend the Night Together, Wild Horses, Midnight Rambler (en donde Mick saca la armónica) y Sympathy for the Devil.
Un momento especial lo marca Estudio Coral, la agrupación chilena que los acompaña en el tema You Can’t Always Get What You Want.
Sin embargo, el punto cúlmine es probablemente la última canción: los Rolling se despiden del Nacional con Satisfaccion, y de seguro la sensación es la misma para todos. Nadie queda completamente satisfecho. Siempre queremos más.