Formado en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, perfeccionó su carrera en la Universidad de Konstantinos Doxiadis en Atenas (Grecia), donde hizo un Magister y aprendió “a entender espacialmente un lugar” y la importancia de la llamada “dimensión adecuada”. Para el también profesor de Taller (por 25 años en la carrera de arquitectura de la UC) el arquitecto debía solucionar problemas reales de la ciudad, “de la ciudad en la que estamos parados, no de una teoría. El arquitecto es quien tiene la respuesta a ese problema, sino no es arquitecto”.
De esta manera, veía la ciudad como si fuera árbol, un organismo vivo que está en continua renovación y que debe adecuarse a las necesidades de las personas. “La ciudad tiene que tener y resolver todo lo que es indispensable para tu vida” señalaba agregando que hay que “amoblar la comuna como si estuvieras amoblando una plaza o un parque”. Fue precisamente este sello el que dio a la comuna de Providencia con el diseño bandejones, veredas anchas, y la obligación de los edificios de no construir más del 20% del primer piso para destinarlo a áreas verdes. A fin de cuentas diseñar una ciudad caminable, porque para él el sentido de las ciudades lo daban sus habitantes. De ahí, que su visión del Gran Santiago fuera un cúmulo de pequeñas ciudades: “Se sigue pensando que Santiago es una ciudad y no se dieron cuenta que Santiago son 32 ciudades soldadas interdependientes. Mientras sigas pensando que el área metropolitana es una ciudad y la tratas como tal, no puedes resolver sus problemas. Y ves que cada día es peor”.
Las citas que acá les compartimos son parte de las entrevistas contenidas en el documental “La ciudad de Germán Bannen” (míralo aquí) realizado por el artista visual Gabriel Del Favero y la periodista Ana Rodríguez. Película disponible de manera gratuita desde el pasado 25 de mayo y que también incluye fotografías, planos, imágenes de archivo, clases y dibujos arquitectónicos del Premio Nacional 2003.
Conversamos con Gabriel Del Favero, nieto de Germán Bannen, quien nos dio detalles del proceso de realización y la relación más personal que mantuvo con su abuelo, fallecido el 14 de octubre de 2019 a los 91 años de edad.
¿Cómo nació la idea de realizar el documental y cómo fue el proceso de grabación?
La idea nació conversando con Germán, él quería que existiera algún tipo de documentación en video sobre su trabajo, entonces me encargó que realizara el documental. El año 2017 junto con Ana Rodríguez comenzamos a realizar una serie de entrevistas semanales, nos juntábamos por dos horas a conversar con él, abarcando diferentes aspectos de su vida, desde lo personal hasta las ideas fundacionales que luego fue aplicando en la arquitectura. Después de tener todas las entrevistas grabadas junto con Ana comenzamos a transcribirlas y de ahí surgió la columna vertebral de lo que sería el documental, concentrándonos en la filosofía que había detrás de todos sus proyectos de arquitectura. Además como fue docente por muchos años nos parecía esencial que él mismo lo fuera explicando sin la necesidad de otras voces. Durante el 2018 y 2019 me dediqué a filmar espacios de la comuna y crear el montaje, mientras Antonio Del Favero comenzaba a componer la música.
Mucho del material de registro ya estaba prácticamente listo, Pedro Bannen generosamente nos proveyó de una gran cantidad de material de archivo fotográfico, planos, dibujos y croquis que datan del libro que él editó “La ciudad de Providencia en la obra de Germán Bannen”.
¿Cómo resumirías el legado que dejó tu abuelo, especialmente en Providencia?
Creo que todo lo que hizo bajo la perspectiva de considerar la dimensión adecuada y el poder de la palabra. Así fue como logró articular Providencia transformándola en un lugar reconocible pero por sobre todo pensada para los habitantes. Entonces ese modo de pensar la arquitectura, no como la construcción de objetos que se emplazan sin ningún sentido en un lugar, si no que pensar la arquitectura como esa capacidad de “medir tiempos de vida en el espacio” como él decía.
¿Cuál es la relación personal que tenías con él? ¿Cómo lo recuerdas?
Tuvimos una relación estrecha, se avenía muy bien con mi madre (tuvo muy buena relación con sus dos hijas e hijo) entonces siempre fue muy cercano. La afinidad creo que se hizo más estrecha cuando decidí dedicarme al arte. Siempre fue una persona curiosa, le interesaba los procesos creativos, entender cosas nuevas, una mente inquieta, entonces era muy de dar y recibir.
¿Cómo vivió su último tiempo? ¿Alcanzaste a compartir sus opiniones respecto a la inequidad en la ciudad, a propósito del clima pre estallido social? ¿Qué crees que habría pensado de la destrucción derivada de esos días, incluido los daños en el Café Literario que es parte de su obra?
Sus últimos meses, si bien tenía la mente intacta, ya su cuerpo no lo acompañaba mucho. Falleció cuatro días antes del estallido, el 14 de octubre 2019. Me resulta difícil responder por él, pero deduzco por lo que conversamos a lo largo de los años, que hubiera estado de acuerdo con las demandas ciudadanas. Lo que Germán pensaba que debía ser la ciudad era que la comuna como unidad urbana fuera autosuficiente, con todo lo que eso implica; salud, educación, áreas de recreación, servicios básicos.
En algún momento propuso un Plan Regulador para la comuna de La Pintana que no prosperó. El problema que él se planteaba era buscar identificar lo que es lo propio de ese lugar, su origen para así poder desarrollar su destino, una imagen que le otorgue su identidad y con ello, lugar a sus habitantes. Fue lo que logró realizar con Providencia, entonces estaba en su motor pensar en los ciudadanos que habitan y dan vida a los lugares y no esta idea que finalmente se impuso y que fue la que se desarrolló en el Gran Santiago de segregación y que cada día es peor, una ciudad para ricos y otra para pobres, salud, educación para ricos y otra para pobres, así no se puede construir comunidad ni vamos a lograr desarrollarnos como seres humanos.