Sin importar la edad que tengas, ni de donde vengas, ni que hagas, la experiencia Lollapalooza es un ir y volver de un paseo efervescente. A ratos adrenalínico, eufórico y siempre excitante. Y es que no sólo se trata de ir a escuchar y bailar a algunas de las cien bandas repartidas en siete escenarios que este año movilizó a 240 mil personas en el Parque O´Higgins. Sino que es la suma de una gigantesca producción, la espera de meses para los más fanáticos, caminar de un lado a otro persiguiendo a tu artista, hacer un picnic, ver la instalación del péndulo gigante, sacar el celular para registrar la canción más popular, vivirse las selfies, el look “a lo más” y ensordecer con la música.
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Este 2018 quedó marcado en la historia del festival con los dos conciertos más masivos de su vida: el de Pearl Jam y el de la chilena Mon Laferte (que mostró su molestia por el trato preferencial a los artistas extranjeros). Récord de público que completó de punta a punta el VTR Stage con 80 mil personas. Algo así como una masa uniforme de cabezas que en el caso de la banda de Seatle con 27 años de carrera, diez álbumes de estudio y cientos de shows en vivo, estuvo cargado de intimidad, con un Eddie Vedder que conversó en español, tomó vino chileno en el escenario y dijo sentirse honrado por estar en el “Lollapalooza con mayor cantidad de gente en la historia”. Otro éxito para quienes han vendido más de 60 millones de álbumes en todo el mundo.
Así pasaron tres días lleno de combustible musical.
El viernes vimos a un David Byrne disfrutando descalzo, bailando con su banda y con un público que lo recuerda tanto por Burning down the house, Psycho killer, ser fundador de Talking Heads como por sus camaleónica carrera en casi 45 de sus 65 años. Luego la emocionalidad y simpleza de Matt Berninger de los estaodounidenses de The National y los neoyorkinos de LCD Soundsystem con su “Never change, never change, never change”.
Al día siguiente nos esperó la sorpresa del chileno DJ Caso y los frenéticos de DVBBS que hicieron gritar y despercudirse al PERRY’S Stage by VTR (Movistar Arena).
Pero lo más esperado de la segunda jornada fueron los Red Hot Chili Peppers. Paso vibrante de Anthony Kiedis, Flea, Chad Smith y el guitarrista Josh Klinghoffer que demostraron estar tan vigentes como siempre. Los californianos que han vendido más de 60 millones de álbumes, incluyendo cinco discos LP multi-platino, y ha ganado seis premios Grammy, incluyendo «Mejor Disco de Rock» para el Stadium Arcadium, «Mejor Interpretación de Rock por un Duo o Grupo» por «Dani California», «Mejor Canción de Rock» por para «Give It Away”.
Para cerrar el domingo, el plato fuerte fue un auto exigente Liam Gallagher, que después de cuatro canciones pidió disculpas por su voz retirándose del escenario dejando estupefactos tanto al público como los organizadores. Más tarde un comunicado oficial diría que acortó su show debido a una infección pulmonar. “Liam fue diagnosticado con una infección que ahora se extendió a sus bronquios tras un show en Europa” indicaron sus representantes.
Le siguió Lana del Rey, que con su delicadeza cantó un feliz cumpleaños y emocionó con su acostumbrada melancolía que nos recuerda un poco a las décadas de 1950 y 1960. Balancéandose sobre un columpio dispuesto en el escenario, cantó y el público coreó la letra de Video Games: It’s you, it’s you, it’s all for you.
Se acabó todo con The Killers, la banda formada en Las Vegas en 2003, con el talento del cantante y tecladista Brandon Flowers, el baterista Ronnie Vanucci, el guitarrista Dave Keuning y el bajista Mark Stoermer. En su repertorio incluyó Wonderland, diciendo que Liam, es «my king», un pequeño homenaje al ex líder de Oasis que dejó abruptamente el escenario horas antes.
En el público, muchos igualitos a Brandon. De negro y engominados.
La energía arriba para terminar este festival (que con cuerpo adolorido y trasnoche), nos hace sentir más jóvenes que nunca.