Ñuñoa. Una puerta roja en una casa blanca de dos pisos. Un patio con árboles frutales, un huerto y un invernadero. Aquí viven Juan Pablo Abalo y Emilia Edwards, pareja y socios de El Dólar Chino, un paraíso que ha consquitado a los amantes de las plantas de interior.

Crédito de foto: El Dólar Chino

El día que vamos a conocerlos es un sábado en la tarde. Desde la silenciosa calle sólo se escuchan unas notas de piano. El que toca es Juan Pablo. Músico, también filósofo y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez. Nos recibe sonriente y nos hace pasar a un living que poco se distingue del jardín. En las esquinas, a ras de piso y sobre las mesas se entremezclan hermosas alocasias (también conocidas como mantos de Eva), peperonias,  sansevierias, filodendros de distintos tipos, las populares monsteras deliciosas y por supuesto, los dólares chinos o pileas peperomioides, las favoritas de los dueños de casa.

Explosión verde que es antesala de un patio con terraza donde se suman cactáceas y suculentas, además de cerezos en flor que inundan el espacio con su maravilloso aroma. Placidez y tranquilidad de un oasis que disfruta tanto Juan Pablo y Emilia, como Ester, su fox terrier, los pájaros que saltan de rama en rama, y de seguro las plantas, que si pudieran hablar, nos dirían que aquí se sienten cuidadas y felices con la música que las rodea.

“Partimos hace menos de un año con nuestra tienda online” nos cuentan, y hoy ya tienen dos mil seguidores en Instagram que cada semana preguntan por una especie en particular y cómo deben cuidarla. “Cualquiera puede tener plantas, aun él que dice que se le mueren siempre, porque pueden aprender por qué. Lo importante es la luz, y no exagerar con el riego, no es algo difícil”, dice Juan Pablo, quien cautivó a sus amigos cuando llenó de plantas de interior su departamento sin balcón. “Tener plantas en la casa es como llevarse un poco de naturaleza”, agrega. Sus cercanos comenzaron a pedirle que las vendiera y también sus seguidores que seguían de cerca sus fotografías por redes sociales. Así de forma natural, nació y sigue creciendo El Dólar Chino.

Este amor y facilidad le viene desde niño. Aficción verde que heredó de su padre y que luego se unió con la vida de Emilia, quien por su lado pasó sus primeros 12 años junto a su familia en el Lago Ranco. “Mi papá se compró el libro El Horticultor Autosufiente y lo siguió al pie de la letra, teníamos una granja y un huerto y con eso vivíamos, sin luz eléctrica ni mayor contacto con el mundo civilizado, sólo unas revistas que nos llegaban por correo rompían la rutina”, recuerda la también periodista.

Crédito de foto: El Dólar Chino

Este lazo con la naturaleza siguió latente en sus viajes, en su sorpresa con las grandes plantas en los antejardines de los edificios de la ciudad (incluso del centro) y despertó definitivamente cuando se encontraron con su actual casa. “Mi hermana me decía, no puedes comprártela por sus árboles frutales, pero así fue”, relata Emilia, quien agregó el aspecto comunicacional a la marca, con un estilo simple y acogedor que te hace sentir la urgencia de comenzar tu propia colección.

Así, en estos meses ensueñan sin prisa sus planes de sacar una publicación o tener un carrito para llevar a las ferias y se consolidan como un referente, por haber traido de vuelta las especies que abundaban en las casas de nuestros padres y abuelos. Privilegio compartido para el informal club de amigos que se ha ido formando, interesados en consejos, libros especializados y semillas, “hemos conocido a muchos jardineros, son todos personas bondadosas y generosas con sus conocimientos, todos los que trabajan con plantas son súper simpaticos”, concuerda la pareja. Y prueba de eso, son ellos mismos, vibrantes y luminosos, conectados con los ciclos de sus adoradas plantas.

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