A principios del siglo XX los caballos de los carruajes hacían sonar sus cascos al pasar por los adoquines de madera de calle Dieciocho. Eran tiempos en que las familias más adineradas del país vivían en gloriosos palacios, casonas y palacetes. Ya desde la Alameda se podía ver la majestuosidad de las grandes casas, partiendo por el Palacio Iñiguez, el Eguiguren y Astoreca hasta llegar al Cousiño en la esquina de Dieciocho y Las Heras.
Al lado izquierdo de este último, se ubicaba y se ubica la casona Harrington. Un inmueble de tres pisos del año 1911 mandado a construir por Isidora Goyenechea, viuda del magnate Luis Cousiño, para su nuera, María Inés Lyon de Cousiño. El elegido para diseñarlo fue Esteban Harrington, un prolífico arquitecto autor de emblemáticas construcciones de Valparaíso. “Mi taratarabuelo trabajó para la familia Cousiño que tenía muchas inversiones en el puerto, justo en tiempos de la reconstrucción tras el terremoto de 1906” recuerda el también arquitecto Daniel Harrington.
Esteban dejó su huella en edificios públicos, comerciales y de oficinas, además de numerosas casas en los cerros Alegre, Concepción y en la avenida Gran Bretaña del cerro Playa Ancha. «Las de Valparaíso, especialmente las de Playa Ancha, tienen un estilo ecléctico, a la usanza de lo que se hacía en San Francisco (Estados Unidos) y que caracteriza las obras de vivienda unifamiliar» dice Daniel.
En Santiago sus únicas obras fueron la casona de calle Dieciocho 422 y su gemela ubicada en la vereda del frente, en donde hoy se emplaza el Instittuto Geográfico Militar. «La casona Harrington tiene un estilo francés con el mérito de agrupar viviendas relativamente económicas en una construcción de gran palacio. En otras palabras, dignifica el nivel de la vivienda elevando su status” explica Daniel sobre el edificio perfectamente ornamentado con hojas, flores y mascarones. En lo más alto del frontis se ubican tres medallones con la cara de una mujer. “Al parecer fue una mujer muy importante para él” confiesa Daniel.
Sobre su vínculo con la construcción, dice conocerla desde desde muy niño. “Iba a un jardín infantil muy cerca y mi papá me paseaba contándome que ese edificio lo había hecho su bisabuelo. Siempre la tuve en mente y hace unos años pude hacer una investigación, donde pude recolectar más datos y algunas fotografías”, comenta Daniel sobre su blog E.O.F. Harrington.
Tras pasar décadas en abandono, el Inmueble de Conservación Histórica, volvió a la gloria gracias al proyecto inmobiliario de la Oficina Ruiz Tagle-Vicuña Arquitectos y la constructora Deisa Desarrollo Inmobiliario Santolaya. «La tomamos cuando la casona estaba en pésimas condiciones. Había mucha basura y ratones. Se demoró un año en tener los permisos y dos años más en su recuperación. Con ayuda de fotos y moldes se hizo de nuevo todo el trabajo en yeso de las figuras de la fachada, se restauró la madera de los pisos interiores y se reforzó la estructura. Quedó como nueva» asegura el gerente de Deisa, Gonzalo Santolaya.
El destino quiso que el edificio volviera a su uso original, ya que hace 114 años partió como departamentos de renta, en dónde podían vivir hasta cuatro familias por piso.
A a principios del año 2013 se entregaron las llaves de los 32 loft y estudios habilitados en la casona. Espacio e 28 y 76 metros cuadrados. Uno de los dueños es Mariano Bustos, un joven ingeniero comercial habitúe del barrio desde hace una década.
“Estudié acá a la vuelta, en la Universidad Central y desde entonces pude ver como el barrio tenía un ritmo agitado en la semana y uno más tranquilo los sábados y domingo. Esos días, la gente sale a caminar y a pasear, es un oasis en el centro de Santiago” afirma Mariano.
De hecho, la hermosura de la casona hace que durante la celebración del Día del Patrimonio los visitantes del Palacio Cousiño pregunten por ella, creyendo estar frente a una continuación de la construcción del arquitecto Paul Lathoud. “La gente le toma fotos desde la vereda del frente y mis amigos siempre me comentan que vivo en un palacio” señala Mariano sobre su departamento.
La casona promueve además el vivir en una verdadera comunidad. “Tenemos un valor que descubrimos viviendo acá y que es el contacto que tienes con los vecinos. Sé quien vive al lado y te podría dar el nombre, apellido y lo que hace cada uno de ellos. La mayoría somos solteros y muchas veces compartimos almuerzos y onces y además somos generosos. Nos cuidamos entre todos” recalca Mariano sobre el tipo de vida que llevan en la casona.
“No podría haber caído en un mejor proyecto. Aprecio la arquitectura y creo que viviendo acá contribuimos a recuperar y mantener el Santiago antiguo”, remata Mariano.
Para Daniel Harrington el tema es igual. “Con esta recuperación el edificio ganó al menos 50 años más de vida, este tipo de obra es un ejemplo de reuperación de los espacios para que Santiago no deje de ser Santiago” concluye.