*Cobertura Gonzalo Orellana y Paulina Cabrera
Es tarde de domingo y en el Barrio Matta Sur la primavera se deja sentir. En las calles se respira un aire festivo y a lo lejos se escucha uno que otro tambor.
Caminamos al Centro Comunitario Carol Urzúa en avenida Santa Rosa. Aquí, en el gimnasio el ánimo es de preparación. Son decenas de músicos que ensayan al mismo tiempo, mientras otros tantos bailarines repasan algunos pasos y en la galería se improvisa un gran camarín para vestirse y maquillarse. A las 17.30 horas parte la 26ª versión del Carnaval San Antonio de Padua.
En calle Sierra Bella los vecinos y familiares se agolpan en los costados. Vendedores de challa, espuma y globos se ven entre la colorida multitud. Un animador presenta a los reyes del carnaval que parten el desfile a bordo de un auto descapotable. Se trata de Haydee Morales y Ernesto Bravo quienes iniciaron el carnaval en 1992 y que este año pasaron el mando de la organización a nueva generación. Le siguen detrás 41 agrupaciones entre diabladas, cholas, máscaras, zanquistas, murgas, comparsas andinas, afroamericanas y batucadas.
Son seis cuadras desde Ventura Lavalle a Plaza Bogotá. Fotógrafos y videistas -incluido el periodista y antropólogo Ricardo Astorga- captan el momento. Y es que el desplante y gracia, más la suma de ritmos, sonidos y colores, es irresistible.
La fiesta nació en 1992 cuando un grupo de actores de la compañía de teatro La Empresa quiso recuperar los espacios públicos y lograr que la gente del barrio saliera de sus casas tras el vacío cultural y el dolor post dictadura. Se asociaron con la Parroquia San Antonio de Padua, que prestó apoyo para rendir tributo al santo patrono de esta antigua Iglesia Católica ubicada en la calle Carmen con Maule.
Desde entonces cada octubre, la música y el baile se toma las calles a sus anchas, en el que es el carnaval más grande de la capital.