El que fuera uno de los hombres clave en la historia del Parque Metropolitano murió este martes 21 de julio a los 93 años, dejando tras de sí una serie de obras que fueron pioneras en integrar a la naturaleza. La piscina Tupahue y la Casa de la Cultura Anáhuac (1966), la piscina Antilén (1976) y el Anfiteatro Pablo Neruda junto a Humberto Eliash (2010) son parte de su legado.
Por Paulina Cabrera C.
“Me interesa que mis obras se integren al espacio natural, como si hubiesen estado siempre ahí”. La frase de Carlos Martner (1926-2020) resume de alguna manera la base de los que fue su trabajo arquitectónico, ese en donde logró integrar el paisaje como parte de su arquitectura.
Ideal que plasmó en sus creaciones más reconocidas que forman parte del corazón del Parque Metropolitano, con el cuál tuvo una fascinación desde niño, cuando acompañado de su padre daba paseos por el cerro San Cristóbal, recorriendo sus senderos, subiendo el funicular y visitando el zoológico.
El “Calico”, como le decían con cariño, estudió arquitectura en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile (FAU), titulándose en 1954. Fue Profesor de Composición Arquitectónica, Plástica y Expresión Gráfica de la esa facultad y Profesor de Composición Paisajística de la Escuela de Artes Aplicadas, donde formó parte del equipo promotor de la carrera de Diseño Paisajista de la Chile.
Nunca obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura, pero sí el Premio América que otorgan los Congresos de Arquitectura, en el 2007. Fue profesor de taller en la UAM de México (país donde vivió el exilio durante 15 años) y también de las Universidades de Chile, Central y UTEM.
Sus obras
A mediados de los años 60, mientras trabajaba en la Dirección de Urbanismo del Ministerio de Obras Públicas, Jorge de la Cruz, administrador del cerro San Cristóbal de la época, le pidió que proyectara la piscina Tupahue, que ocuparía el terreno seco y polvoriento de una antigua cantera. Martner ya había diseñado para su amigo Pablo Neruda la biblioteca de la casa La Chascona, por lo que tenía la experiencia de trabajar en este cerro.
A la piedra le dio un lugar de nobleza porque le gustaba “su permanencia en el tiempo y su solidez”. Fue su marca para reconectarnos con nuestra cordillera y nuestro entorno, y sello de toda su obra.
Piscina Tupahue
Ocupa un espacio de cuatro mil metros cuadrados en la ladera norponiente del cerro San Cristóbal, cerca del Torreón Victoria. Martner junto a De la Cruz buscaron cómo financiarla, obteniendo recursos de la Embajada de México.
Cuando comenzaron las excavaciones para emparejar el terreno que era usado como basural, se encontraron con un gran macizo de piedra que el arquitecto decidió conservar e integrar al proyecto. “Hay que dejarlo, es muy bello” pensó Martner en la cita que recoge el libro 100 años, 100 historias del Parque Metropolitano.
Los muros de contención y los bordes de la piscina fueron construidos por los canteros del mismo cerro, que reordenaron una a una las piedras existentes del lugar, en un ejercicio constante de vaciar el terreno y construir.
Con sus 82 metros de largo por 25 metros de ancho, la piscina fue inaugurada en 1966 con el nombre de Tupahue, el nombre que tenía el San Cristóbal antes de la llegada de los españoles, y que significa “Lugar de Dios”.
María Martner, artista hermana de Carlos, ejecutó el mural que corona la piscina, el cuál fue diseñado por Juan O´Gorman, uno de los más importantes muralistas mexicanos. En sus 28 metros de ancho por 7 de alto, representa la unión fraterna entre los pueblos chileno y mexicano. María Martner utilizó piedras de distintos tamaños y colores, recolectadas en diferentes lugares del país.
Plaza México
También construida en 1966 fue parte de las obras que recibieron financiamiento del gobierno de México. En la base del estanque circular que configura la plaza, la escultora María Martner diseñó un mosaico con piedras de distintas tonalidades.
Casa de la Cultura Anáhuac
Emplazada en el sector Tupahue del Parque Metropolitano, la construcción diseñada por Martner, también representa el acercamiento entre México y Chile. De estilo modernista, está construida con muros de piedra extraída del cerro, hormigón ladrillo y vigas de pino oregón. Fue inaugurada en 1966, y en 1978 en una de sus remodelaciones, la pintora y grabadora chilena Roser Bru, pintó el mural interior que lo caracteriza. En el año 2016 fue nuevamente remodelada por Martner y el arquitecto Humberto Eliash.
Todos los fines de semana se organizan actividades culturales gratuitas para el público. Su nombre Anáhuac, significa “rodeado de agua” en náhuatl, la lengua más extendida del antiguo México.
Piscina Chacarillas – Antilén
La idea de esta piscina nació cuando el también arquitecto Miguel Lawner ocupaba el cargo de director de la Cooperación del Mejoramiento Urbano (Cormu) bajo el gobierno de Salvador Allende. Los trabajadores del Parque Metropolitano le propusieron convertir un gran estanque de regadío en desuso en una piscina popular, dado que el valor de la entrada a la Tupahue no estaba a su alcance.
La tarea fue encargada a Carlos Martner, que en dos meses lideró los trabajos para instalar filtros y bombas de agua. Así la piscina ubicada en el cerro Chacarillas abrió en enero de 1971. Sin embargo, dejó de funcionar tras el golpe militar de 1973. Se reinauguró en 1976 para uso público, con nuevas obras y remodelaciones pero ya rebautizada como la piscina Antilén, que significa “qué sol hay”.
En medio del agua se puede ver un montículo recubierto de piedra, con un espino y una bandera chilena. “El espino, un árbol nativo de esa zona, había crecido naturalmente aquí”, recuerda Martner en el libro 100 años, 100 historias del Parque Metropolitano. En algunas de las rocas naturales que conforman la piscina, los canteros tallaron pájaros, peces, corazones y estrellas de mar.
Anfiteatro mirador Pablo Neruda
En el cerro Los Gemelos, también parte del Parque Metropolitano, encontramos este espacio proyectado por Martner y Eliash. Inaugurada en el año 2010, esta estructura de piedras y concreto, es un gran mirador para ver Santiago desde todos los ángulos y escenario de diversas actividades culturales. Está rodeada de espinos antiguos y vegetación nativa, y las tres esculturas de fierro oxidado de su entrada, son una reminiscencia de un templo precolombino. Martner lo bautizó en honor de su amigo poeta.
Parque Violeta Parra de Lo Espejo y Mapocho Poniente de Cerro Navia
De regreso a Chile tras el exilio, Carlos Martner proyectó los Parques Violeta Parra (1994) y Mapocho Poniente (1995) para el programa de parques urbanos del Ministerio de Vivienda y Urbanismo.
También realizó la coronación de dos embalses de agua en el desértico norte de Chile, Puclaro y Santa Juana, donde se enfrenta airosamente al desafío de hacer paisajismo sin vegetación.