Sus amigos lo bautizaron como Caiozzama en honor al dios protector de las galaxias que aparecía en la serie animada Dragon Ball Z. “De ahí quedó el nombre, me hice un mail y sin darme cuenta agarró papa”, nos cuenta Claudio Caiozzi (35) sobre el seudónimo que ocupa para intervenir los muros de la calle, con mensajes y fotomontajes llenos de ironía, humor y crítica social.
Fotógrafo periodístico de profesión, este artista de la generación de los videojuegos, es el autor de más de 70 obras, concentradas en los barrios Lastarria, Bellas Artes y Bellavista. Una de las más conocidas, la que sobrevive en Antonia López de Bello 0118 (afuera del Bar White Rabbit) y que nos muestra a un Gary Medel, vistiendo la camiseta de la Roja y domando un velociraptor. Otra que le dio vitrina internacional, fue la de la Novicia Rebelde con dos ametralladoras, que alcanzó a estar tres semanas en la pared temporal de la construcción de un edificio. “Ese fue un hit, hizo que pasaran hartas cosas afuera, se viralizó. Me compraron la foto de Rusia, Italia e Inglaterra”, revela.
Inspirado en los superhéroes de su infancia y en la contigencia noticiosa, ha logrado hacer una carrera en el mundo del street art, con siete mil seguidores en Instagram y coleccionistas que siguen atentos su trabajo.
Hoy, a dos años de comenzar, prácticamente vive de su arte, vendiendo el registro fotográfico de sus obras (realiza series de siete unidades), en las que mezcla imágenes sacadas de internet con las del inmenso archivo que obtuvo tras viajar durante cuatro años por Europa y Asia.
“Todavía no me la creo”, dice.
¿De dónde nace la idea de intervenir los muros?
Cuando viví en Londres conocí el trabajo de Bansky y otros artistas callejeros muy buenos. Comencé a coleccionar este arte fotografiándolos y siempre pensando ‘me hubiera encantado hacer esto’, pero dibujo pésimo. Hasta que descubrí esta técnica del paste up, que es pegar papel sobre la muralla. Cuando volví a Chile, cinco meses después salí a la calle. El primero que hice fue el de Riu (un personaje de Street Fighter) lanzando una bala de Mario Bross.
¿Cómo produces tus obras?
Lo hago todo en el computador. Al principio con imágenes de internet y ahora sumando cosas mías. A mi ahijada la he ocupado un montón. Amanda es la niña que aparece con la pistola, la que cose un vestido de H&M y la que mendiga por unos likes de Facebook. A ella le encanta y lo disfruta. Yo le pago mil pesos y está feliz. El último trabajo que hice, el de los carabineros gay, también es una foto mía, producida y en donde nos conseguimos los uniformes.
¿Cuánto tiempo te toma realizar tus trabajos?
Algunos salen muy rápidos, otros los comienzo y los dejo para terminarlos después, depende. Suponte Gary Mendel arriba del velociraptor me demoré como cuatro días en ‘photoshopearlo’. Después viene el proceso de imprimir, recortar, numerar, formar el puzzle y después pegar, que es lo más rápido. Casi siempre salgo de noche, dependiendo del barrio. Muchas veces acompañado de Santiago Errázuriz, un amigo pintor que conocí hace un año y con quien compartimos esta técnica.
Tus temáticas son recuerdos de infancia, videojuegos, y también mucho de crítica social con ironía
Sí, en este mundo en el que vivimos te bombardean con todo tipo de información al salir a la calle: ‘compra esto, métete a este banco, compra esto otro’. Así que fue un poco atacar de la misma manera con lo que yo pienso.
¿De tus obras, cuál es la que más te gusta?
La del Tranquilein John Wayne. Era algo que mi papá siempre decía y hasta el día de hoy se ocupa. Fue un poco para hacerle justicia a John Wayne. Todo el mundo lo amó, es un cuadro de los que más he vendido. De todas mis obras hago una foto, la enmarco y la vendo. Ahora también he estado experimentando, haciendo intervenciones sobre objetos, como la que hice sobre una madera para una exposición de Galería Madhaus.
Considerando que es arte en la calle ¿cómo es la reacción de la gente y especialmente de los vecinos?
He tenido algunos problemas, a veces llegan carabineros, pero al ver que es sólo papel se descolocan. No es tan invasivo como rayar. Otras veces la gente se fotografía con ellos. Por ejemplo, el del monje en calle Monjitas. Cuando pintaron el edificio no lo sacaron, pintaron todo y quedó el puro monje solo. La señora que vende inciensos en la calle lo cuida y no deja que nadie se acerque. Otra vez encontré gente meditando a su alrededor, pero seguramente no entendieron el mensaje porque si no, no lo hubieran hecho (dice sobre la foto que tomó en un templo de Camboya, y a la que intervino colocándole una tela de Louis Vuitton con la leyenda “la nueva iluminación”).
¿Las murallas tienen que cumplir con algún requisito? Cómo eliges los lugares para intervenirlos?
No me gustan las murallas blancas, a no ser que me dejen, yo feliz. Si no me dejan, busco que estén rayadas, y tienen que tener una textura especial para que se pegue el papel y no se salga. A veces voy caminando y digo ‘uh, esta muralla está ideal para hacer esto’, y otras, tengo la idea y voy a buscarla. También adapto las medidas o encuentro una perfecta para lo que necesito.
En tu sitio publicas tus obras como si fueran seres, con fecha de nacimiento y muerte. ¿Qué te pasa con la temporalidad, con el cariño que uno pueda tener con las que desaparecen?
Lo que hago en calle lo hago una vez, no se repite, si se muere, se muere. Si tengo la foto me doy por satisfecho. La calle es la calle, no hay nada que hacer. Es genial que dure harto tiempo, pero ‘es parte de’, no me molesta para nada.
¿Hay alguna muralla que hayas visto y te hubiera gustado intervenir?
Me gustan las del GAM pero la pintan todos los días, a las doce de la noche o a la una de la mañana las pintan de blanco.
¿Y has pensado en espacios más grandes, como el Metro por ejemplo?
Sí me respetan lo que yo hago, perfecto, pero sé que eso no va a pasar…
¿En qué has estado trabajando en el último tiempo? ¿Festivales, publicaciones?
Hice una exposición individual el año pasado en Galería Espora, estuve por primera vez en la feria Faxxi, desde el sábado pasado en Madhaus y terminando ahora unos murales al interior de Espacio Radicales y en el Café Wonderland de calle Rosal. Coca Cola me invitó a ser parte de un libro de street art chileno, es una publicación corporativa de muy buena calidad, y una muy buena promoción, porque 10 de esos libros se van al Tate y también al Moma. Además estamos armando un programa de street art latinoamericano, y la idea es viajar por Santiago, Buenos Aires, Sao Paulo, Río, Lima, Medellín, Caracas y terminar en Valparaíso, eligiendo a distintos artistas para conocer sus técnicas. Estamos justamente en la etapa para hacer el piloto.
¿Y algo más que te gustaría?
Algún día un libro con todo el registro, ese material nunca lo he mostrado y me encantaría hacer algo con eso. También un electivo, como un taller de collage en alguna universidad.
Finalmente ¿cómo te ves a futuro?
La verdad no tengo idea, lo único que sé, es que no voy a parar de hacer esto.
- Revisa su trabajo caiozzama.tumblr.com
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