* Por Claudia Araneda
Sólo tenía cuatro años cuando al compás de las manos de su abuelo los sentidos de Boris Prado fueron despertando a la que hoy es una pasión entre papeles y varillas de bambú. Un oficio muy tradicional que recibió como herencia inmaterial de un valor incalculable, ser volantinero chileno.
La herencia del abuelo Guillermo Prado es enorme por su fuerza patrimonial y también porque transformó su oficio en expresión artística, potenciando su quehacer con diseños interesantísimos, incluso o sobre todo para Nemesio Antúnez, admirador y amigo de don Guillermo.
Así Boris toma la responsabilidad de seguir perpetuar y custodiar el legado, llevando a su expresión máxima el concepto de trabajo artesanal hecho con amor. Ya no volantinero a secas, si no, artista volantinero que a cada una de sus piezas da categoría de obra única, pese a su efímero propósito primigenio, el competitivo.
A través de la técnica del calado de delicadas piezas de papel, unidas en armonía de colores y formas, da vida al volantín, el cual alzará perfectamente el vuelo entre nubes e hilos y en otros casos será enmarcado, atesorado, irrepetible.
¿Cómo fue tu acercamiento a la confección del volantín?
Cuando niño tuve la posibilidad de vivir un tiempo con mi abuelo, quien fue como mostrándome lo que él hacía, en el fondo lo que quería era entregarme el conocimiento, que era bastante importante para la época, porque muchos familiares que sabían este trabajo no entregaron la enseñanza y se fueron. Quedó ahí.
Yo tuve esa suerte, él era un estudioso del tema. Como un profesor de aeronáutica seguía meticulosamente lo que era la ingeniería de todo artefacto volador, de hecho creaba aviones, inventaba cosas que volaban y todo era porque en sus inicios él también era un apasionado del volantín cuando niño. Me empezó a enseñar y de a poquito me empezó a entusiasmar el tema. Como yo era su nieto más próximo, él me pedía que lo ayudara con el tema de las ferias de la Universidad Católica, porque aparte de hacer volantines, él los exponía como cuadros. Entonces esa era otra parte dentro de lo que podía ofrecer del volantín.
Me fui metiendo de lleno cuando tenía 12 años y con el tiempo me empecé a meter cada vez más, me gustó mucho el tema porque aprendí otras cosas, aeromodelismo, a hacer planeadores, a hacer todo tipo de objetos voladores, aparte de las cometas, que eran como cajones grandes que se elevaban. Hubo un tiempo en que vivíamos de esto, ganábamos plata como para vivir tranquilos todo el año, trabajábamos marzo, abril, mayo, junio, julio. Cinco meses haciendo volantines, carretes de volantín, curábamos hilo, en fin… para vender en septiembre y eso te daba para vivir hasta el otro año, era bueno, mucha gente vivía así en esta época.
Cuando estaba estudiando, esto no era un referente para seguir toda la vida, pero el abuelo siempre me decía que aparte de una profesión uno tenía que aprender un oficio. Los oficios son de gran ayuda. De hecho ésta no es mi profesión, este es mi pasatiempo, mi hobby tal vez, pero llevo una carga súper pesada en ese aspecto que quiero asumir con mucha responsabilidad y por eso trato de no dejarlo.
¿En qué momento este artefacto volador se transforma en una pieza de expresión artística?
Bueno esto viene mucho antes, de parte de mi abuelo, o sea, en sus inicios aparte de estudiar el volantín, nace la idea de mostrarlo como un objeto de arte… en el fondo los colores, los diseños que hacía, no todos podían hacerlo (y lograr que volara).
Él lo inició como un agradecimiento a la vida, después de un período que pasó muy mal con un cáncer agresivo, del cual se liberó y se sanó sólo. Se dio cuenta del valor de la vida y quiso promover en cierta forma el tema del cáncer. Entonces le dieron la posibilidad de realizar una exposición, Y tuvo tanto éxito que hizo otra… Y desde ese momento se pasó al tema del arte, después que hizo esas exposiciones conoció a Nemesio Antúnez, que era director del Museo de Bellas Artes en aquella época (entre el 60 y 70 más o menos). Lo invitó a hacer una exposición en el museo y se hicieron muy amigos, congeniaron muy bien, porque él (Antúnez) que estaba dedicado 100% al tema de las artes, descubrió que en los trabajos que hacía el abuelo había mucho arte que lo hacía muy particular.
Y cuando mi abuelo estaba ya en edad avanzada me dijo:» tienes que seguir haciendo este mismo trabajo de tu abuelo, estos mismos diseños porque fuiste parte de este trabajo”, por qué hubo un tiempo en que el abuelo me pedía los diseños, entonces yo se los dibujaba y él los pasaba al papel. Eso era cuando yo tenía 12 o 13 años.
¿Era un trabajo bien simbiótico?
Claro, nos cohesionamos… entonces el deseo de él antes de morir era ese, un día me dice: «oye tengo tres deseos que pedir antes de morir”. Y yo le digo:»ya poh, a ver si te lo puedo conceder”. Y me dice: «Mira cuando yo me muera quiero que me incineren. Lo otro, si tienes la posibilidad de seguir con esto, sigue, si no, da lo mismo, pero lo importante es que alguien de la familia siga o tenga los conocimientos para seguir. Y tercero, que todas mis herramientas pasen a ti, eso es lo que más quiero”. Y así fue, lo divulgué me acuerdo al interior de la familia y se hizo tal cual. Después que mi abuelo falleció me llamaron de la Universidad donde él trabajó y empecé yo con el tema. A partir de eso, tomé la cosa más en serio y empecé a dedicarle más tiempo, de hecho dentro de la vida laboral que llevo, yo reparto 50 y 50. Para poder desarrollar este tema que cada vez se ve más alicaído, pues el juego del volantín se ha ido transformando con el tiempo.
Ha perdido terreno literalmente…
¡Muchísimo! Y en su estructura también ha perdido mucho. Cuando hago algunos talleres, siempre me preguntan de qué tamaño son los volantines. El volantín tradicional chileno, va de los 49 a 50 centímetros por lado, no menos de 47 como son ahora. La gente me pregunta entonces porque ya no se están haciendo como antes y la respuesta es que eso significa trabajo. Un volantín tradicional chileno requiere una técnica que se llama calado, la que le da el diseño y los colores. Papeles pegados entre sí. Hoy, para evitarse ese trabajo, se manda a imprimir pliegos de papel y las imprentas no tienen el formato del volantín tradicional entonces la medida la fueron adaptando hasta quedar en 47 centímetros, incluso en 45 y pasó a ser un nieto ñeclón, un intermedio entre la ñecla y el volantín, que era lo más barato dentro de los volatines que uno compraba cuando niño. Entonces hoy día al volantín tradicional original le llaman semi pavo. Y después de los 50 centímetros para arriba viene el pavo, que es el volantín más grande, y que puede llegar a medir incluso un metro cuadrado o más.
Todas esas cosas se fueron modificando y el juego del volantín también. Creo que está bien que esté prohibido el tema de la competencia en la ciudad con hilo curado, es cierto que es un peligro. Pero tampoco debiera cerrarse tan tajantemente, estigmatizando un juego muy tradicional, un juego bonito.
Respecto a la técnica de tu oficio, ¿cómo trabajas tú actualmente el volantín tradicional?
Yo mantengo sistema antiguo.
¿Cómo es?
Nosotros primero que nada manejamos el formato, el tamaño del volantín que tiene que ser dentro de 49, 50 centímetros por lado. El diseño con técnica de calado, que son papeles cortados que van formando como un rompecabezas y que al final conforman el diseño del volantín. Con los maderos, empezamos usandocoligüe, que es bien laborioso. De una vara de tres metros tú puedes extraer seis pares de palos, el resto lo botas, entonces ya hay una depredación, sin saber además si te van a salir buenos esos seis maderos, aparte que tienes que pulirlo o darle la tensión que requiere… Y después teníamos maderas nativas , el abuelo incorporó el alerce, el mañío, el lingue, el raulí, la araucaria y de todas maneras teníamos que ir a la barraca y teníamos que ver la tabla, o sea había que saber elegir qué tipo de tabla cortar, porque si venía con la beta atravesada, o al lado, no te servía.
¿Qué incidencia tenían el funcionamiento del volantín y el tipo de madero que elegían?
Por ejemplo, el alerce era una madera muy liviana, muy flexible, muy buena elasticidad y era espectacular para volar…
¿Y ahora tú que usas?
Bambú tradicional. Con el tiempo empezó el tema de libre comercio entre países, en una oportunidad mi abuelo se acercó el barrio Meiggs y vio que un comerciante traía adornos en bambú, entonces le llevó un madero de coligüe y le contó que hacía un tiempo había visto volantines con maderos de bambú, volantines chinos, le dijo: “quiero saber si ustedes trabajan este material” y le mostró las varitas. Y el tipo le dijo que sí y le trajeron como muestra y luego para vender, atados de 100, 200, y empezó a masificarse en el comercio, hoy en día te lo venden todo listo…
Yo uso eso, porque mucho más práctico, es material tradicional que se usó milenariamente dentro del proceso del volantín, en la India sobre todo, se jugaba mucho.
¿Cómo es la elección de los papeles?
¡Los papeles!, buena pregunta porque aquí nosotros teníamos buenas materias primas. Buenos papeles, con la diferencia de que eran más desteñidos, pero buena calidad, de hecho para elevar lo mejor que tenemos es el papel nacional, pero el abuelo me contaba que los hacen cada cuatro años, dado que su venta es temporal . Llega la época de septiembre y se vende ese papel y lo utilizan en los colegios, para hacer guirnaldas…
¿Cómo lo reconoces?
Fácil, los colores son siempre más desteñidos, tienen un lado más brillante y un lado más opaco, por eso te das cuenta, además de que la textura es otra. El papel importado es más colorido, colores más fuerte, variedad, pero la calidad es malísima, se rompe porque el papel es chino… yo trabajo con papel alemán, español, italiano y por ahí deben quedar algunos de origen francés… y chileno. El papel chino es de muy mala calidad, si tú lo pones a contraluz se ven debilidades del papel y si tú pones un papel de calidad, se ve parejito y ese papel casi no llega prácticamente, habría que encargar, pero hasta el momento tengo una herencia que me dejó el abuelo… llegué a tener más de cinco mil pliegos. Ahora me debe quedar la mitad yo creo, entre papeles alemanes y españoles, los que dejo para los volantines de exposición.
¿Boris, cómo es tu proceso creativo, la elección del diseño que vas a ensamblar en cada volantín?
La inspiración que teníamos siempre con el abuelo tenía relación con el cosmos, con los pájaros, con todo lo que vuela, con todo lo que está en el aire, en el cielo, o en la naturaleza también y a través de esa inspiración íbamos realizando los diseños. Entonces, veíamos que daba resultado en el aspecto de que eran figuras simétricas, la mayoría de las veces teníamos que hacerlo simétrico para que pudieran ser equilibrados para que volaran. Cuando era más para exposición podíamos hacerlos asimétricos, pero enfocado siempre en figuras como pájaros, planetas, discos voladores, aviones, deltas. Y dentro de todas, las deltas eran las preferidas, porque era un diseño que usábamos para elevar. Las deltas vienen a ser un tipo de alas que se asemejan mucho a las alas delta de los hombres pájaro o al avión tipo triángulo, por ponerte un ejemplo. Y así íbamos sacando diseños e inventando cosas…
¿Y cómo lo haces ahora, te sientas a dibujar o directamente trabajas en el papel?
No… son cosas que se nos vienen siempre a la mente y de un momento otro lo vamos desarrollando en el papel… porque esa es otra cosa que él me enseñó, me decía: «Mira si se te viene alguna idea dibújala, pero si tienes la posibilidad de estar con el papel, hazla al tiro porque a veces la idea se modifica menos… es la esencia de lo que te imaginaste”.
¿Nemesio Antúnez tuvo alguna influencia en este proceso del oficio hacía lo artístico?
Lo que pasa es que él se apasionó con el tema del volantín después de ver los volantines de mi abuelo. Se inspiró para sus pinturas…
¿Y tu abuelo se inspiró en él?
No, era él el que se inspiraba en la obra de mi abuelo… él tenía su estilo, su forma de hacer los diseños y qué se yo… en el fondo también, lo que me contaba mi abuelo era que cuando uno encumbraba volantines, para hacerlo atractivo, uno lo hacía lo más bonito posible. Y ese era el atractivo que sentía el otro jugador por venir a cortárselo. Porque la idea es “corto ese volantín y mando a alguien a buscarlo y me lo dejo para mí… como un trofeo”. Dentro de la competencia también existía ese tema, el volantín como un trofeo… y eso se perdió. Ahora los clubes para economizar modificaron el juego, primero en la forma de hacer volantines, para hacer grandes cantidades ellos mandan a imprimir los pliegos, con el logo de su club y los maderos van y lo pegan, no los equilibran tampoco…
¿Y funcionan esos volantines?
El vuelo que tienen no es como el tradicional. Porque en el fondo la aerodinámica que estudió mi abuelo para que el volantín tuviera un movimiento arriba que te permitiera manipularlo para distintos lugares. Entonces, tú lo podías pilotar al igual que a un avión. Además le quitó la cola, le hizo un estudio matemático (antiguamente el volantín tenía cola, entonces de momento que le quitó la cola quedó más esquivo, más maniobrable). Sin embargo, los que juegan en los clubes prefieren un volantín que gire… Como ellos compiten a baja altura, 50 o 70 metros, entonces el tipo de comisión que hacen ellos es de recoger… entonces se acostumbraron a usar el carrete de manera equivocada. El carrete también fue un invento del abuelo, que era para no andar con el ovillo de hilo porque se te perdía, se te enredaba o se te cortaba.
¿Cuánto te tomas hacer un volantín?
Un volantín básico unos 10, 15 minutos y con diseño ya puede ser una media hora, una hora, depende del diseño. Hay algunos que pueden demorar hasta 10 días, depende de lo que quieras hacer, pero en promedio nosotros hacíamos volantines entre 15 minutos y media hora…
Boris ¿qué importancia tiene para ti trabajar con las manos?
El hecho a mano yo creo que es super relevante en el sentido ya sea de diseño, durabilidad, porque como es un trabajo que tiene técnicas antiguas en su confección obviamente lo hace el trabajo más minucioso, más elaborado, más trabajado, yo estoy manteniendo un formato de tradición.
¿Y porqué es importante para ti continuar con este trabajo de tradición?
Trato de que se entregue el conocimiento a más personas, para que ojalá vuelvan los volantines como eran antaño, porque era realmente bonito. La entretención que teníamos nosotros era impagable, no se compara con ningún otro juego. Entonces sería ideal que se abran espacios, que se legisle sobre el tema, que se regule. Hay que educar también porque no se educa sobre el tema, le han dado un corte drástico, pero no ven la tradición como era. Yo que mucho de los políticos que hicieron el corte al tema fueron jugadores frustrados porque nunca pudieron elevar un volantín… porque si tú le preguntas al cabro de barrio que hoy es adulto te va decir lo lindo que era… jugamos arriba del techo… ya tomarlos con la mano inspira algo muy especial, el hilo, los papeles, es un juguete muy especial, es increíble que eso vaya a volar…
¿Qué es lo que más te apasiona dentro de esta gama en la que transitas entre la confección del artefacto volador y la creación de una pieza de arte?
Yo creo que todo, el conjunto de todo. O sea hacer volantines para elevar me encanta…
¿Pero todos tus volantines vuelan?
Si todos todos… Mira cuando la técnica del diseño o la confección tiene la técnica del calado no debiera haber problemas… aún cuando su diseño no tenga una simetría, vuela, porque en caso de que quedara cargado para un lado eso siempre se puede arreglar con un nudito de los tirantes, es cosa de conocimiento más que nada. Y bueno siempre he tratado de mantener lo más ancestral posibles el tema, y enséñarlo para que no se pierda, esa es la idea…
¿Cómo lo transmites?
He dado entrevistas y hago talleres en colegios y también en lugares culturales donde me han llamado. Me interesa mucho los colegios, pero hay que considerar grupos de no más de 10 alumnos y que sean de octavo a primero medio, por un tema de motricidad.
Los talleres que he dado en universidades han sido en escuelas de diseño, he estado en la Chile, en la Católica, ahora hace poco estuve en la Diego Portales. Se han ido pasando el dato (ríe). Pero fíjate que ha tenido muy buena aceptación, y dentro de todo lo que ellos han investigado hemos concordado en que dentro del volantinismo se mantiene algo mágico y que tiene que rescatarse. Pero yo creo que los colegios son la base fundamental. Y ahí es donde uno tiene que educar, ahí es donde uno tiene que explicar cómo era el juego tradicional antiguamente…
- Es posible encontrarse con Boris y sus volantines en talleres y workshops impartidos en colegios o universidades. Si lo que quieres es comprar uno, puedes hacerlos ya sea por encargo o durante instancias como la Feria de artesanía que la Universidad Católica realiza anualmente.
- Esta entrevista es parte de Hecho en STGO, una serie de cápsulas en video que retratan oficios urbanos. Este proyecto está financiado por el Ministerio de la Secretaría General de Gobierno y el Consejo Regional Metropolitano de Santiago. Producción: Amo Santiago // Música: http://www.bensound.com
Hola, buenas tardes, necesito saber si tienes palillo de colihue, para madio pavo.
De antemano, muchas gracias