*Por Hugo Ramos Tapia
A 13 metros sobre la vía del tren y en un muro poniente de la estación Quinta Normal del metro de Santiago, un extenso mural vigila y acompaña en silencio el tránsito de pasajeros, visitantes y de quienes deciden observar las formas coloridas de una obra de arte pensada, realizada y donada en vida por el artista chileno Roberto Matta.
En 1994 y raíz de una visita realizada a París por el entonces ministro de Educación Ricardo Lagos, el también arquitecto y poeta planteó su inquietud artística de pintar y legar un gran mural para los chilenos, con el compromiso que este estuviese exhibido en algún lugar público de la ciudad. A dos años del inusual ofrecimiento, el artista volvió a comunicarse con Lagos, quien ocupaba entonces el Ministerio de Obras Públicas. Matta le comentó que se encontraba afanosamente trabajando y terminando una obra inspirada en la creación del continente americano, su geografía, flora, fauna y pueblos originarios, titulado “Verbo América” (el pintor realizó una colección de obras basándose en el continente americano, entre las que se encuentra esta).
Como titular del ministerio, Lagos inició conversaciones formales para gestionar la llegada de la obra al país y comenzar a planificar las condiciones y el lugar que ocuparía en Santiago. Mientras Matta donaba al Estado chileno el diseño y los dibujos originales del proyecto, el Ministerio se hizo cargo del traslado, además de su montaje, instalación y protección. “Verbo América” llegó a Chile en 18 imponentes cajas en 1996, instalándose provisoriamente en la Plaza de la Constitución con motivo de la VI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado. Posteriormente y con el ánimo de que fuera conocido por la ciudadanía, fue trasladado al frontis del Museo Nacional de Bellas Artes, a la espera de estudios y decretos que permitiesen su instalación en un lugar más acorde.
En 1997 se decidió emplazarlo en el acceso vial del Aeropuerto de Santiago Arturo Merino Benítez. Sin embargo y tras cuatro años en ese lugar, la polución ambiental propia de la zona y la continua exposición de la obra a la intemperie, ocasionaron un importante daño a su materialidad. Esto mismo develó los nulos informes de protección y proyección patrimonial realizados por el Estado chileno. Fruto de este incidente y problema, fue retirado y desmontado en el año 2002, para iniciar un proceso de restauración en el taller Montes Becker. Nuevamente se volvió a pensar en un lugar que cumpliera con los deseos del artista, y la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas en conjunto con comisiones de expertos, decidieron jugársela por mantener el ímpetu que caracterizaba a Matta e instalar el mural en alguna estación del Metro de Santiago. A diferencia del aeropuerto, aún lejano y distante de la ciudad, la entonces recientemente inaugurada estación Quinta Normal brindaba un espacio ideal de acuerdo a la petición original del artista: ubicar su obra a la vista de muchas personas.
En total son 55 palmetas de cerámica policromada, distribuidas en una superficie de 10,60 x 4,80 metros. Para su creación, el artista encargó la fabricación de las piezas al apetecido taller de cerámicas “Bottega Gatti» en Faenza, Italia. Este era conocido por diferentes círculos artísticos, medios y galerías por crear un revestimiento particular desarrollado por el escultor y pintor italiano, Ricardo Gatti. Gracias a su técnica, era posible dar a la superficie de la cerámica reflejos multicolores e iridiscentes, presentándola con destellos intensos, como si fuera de colores metálicos. Utilizando una técnica mixta, el mural narra la particular cosmovisión de un edén americano.
Sin embargo la instalación de la obra también fue motivo y constante dolor de cabeza para el Metro y su Corporación Cultural. Por la magnitud y el peso de las piezas, fue necesario considerar y acondicionar diversos criterios técnicos, estructurales y artísticos. Un equipo de diversos profesionales diseñó una estructura, advirtiendo los posibles riesgos de desgaste, desprendimientos por movimientos telúricos y/o el vaivén propio de la zona por el paso del tren subterráneo. Para su instalación se utilizaron 150 pernos de anclaje, casi un tercio más de lo que la norma técnica de conservación dicta. Con el interés que cada palmeta de la obra fuese adherida a un soporte, el equipo técnico consideró y otorgó a cada pieza de la obra, independencia y elasticidad por unidad de palmeta de cerámica. Esto permite que cada una sólo soporte el peso de sí misma, sin alterar o producir riesgo con las otras en caso de movimiento. Durante meses, una vez cerrada la estación a público, cada noche, un segundo y tercer equipo se dieron la tarea de instalar y asegurar la permanencia del mural bajo diferentes tipos de prueba.
Entre ocres, esmaltes, amarillos, tonos rosa, verde, negro, rojo, azul y otros tonalidades que la paleta cromática de esta obra contiene, emerge el Verbo América. Los relieves del extenso mural por una parte y hacia el lado derecho, se visualiza una metáfora del cosmos, donde diferentes seres coexisten, habitan y esperan encontrarse. Por otro lado, Matta nos regala seres cosmogónicos nadando y navegando a tierra firme, mientras otros se encuentran en la “Kay Pacha” -edén y aldea-, lugares donde mitológicamente la vida se inició. Al centro un árbol hace de límite y puente entre el mar y el continente americano. En este último los otros seres danzan, compartiendo las diversas ofrendas que la misma vida y la tierra les ha regalado. Todos ellos, bajo este mitológico y artístico nacimiento del mundo y la vida, coexisten con el sol y el cielo estrellado del cosmos americano en el mural.
Pocas estaciones de Metro en el mundo tienen como parte de la decoración de sus dependencias una obra tan extensa y dificultosa en su particularidad técnica de montaje, instalación riesgosa por la horizontalidad del muro a la hora de trabajar, y en constante peligro por su ubicación espacial.
Así como Neruda y Mistral escribieron y narraron al mundo sobre Chile, sus pueblos, latitudes y geografías, Matta desde su inquietud artística y plástica, visualizó y comprendió la importancia de plasmar con sus manos la creación del continente americano.