En lo que fue la torre de control del primer aeropuerto de Chile se instaló el flamante Centro Nacional de Arte Contemporáneo. Un ejemplo de reinvención de espacio que nos mueve de lo que fue el único terminal aéreo en el país hasta 1967 a una gran sala de arte nacional con cuatro mil metros cuadrados.
Corría el año 1928, cuando el filántropo estadounidense Daniel Guggenheim donó 245 hectáreas al Estado chileno, las que fueron destinadas para dar vida al Aeródromo Los Cerrillos. Es aquí donde aterrizaron personalidades mundiales, como los ex Presidentes de Estados Unidos Dwight Eisenhower y de Francia Charles de Gaulle, además de la Reina Isabel II de Inglaterra y el legendario futbolista brasileño Pelé.
Sin embargo, desde que fue reemplazado por el Aeropuerto Comodoro Arturo Merino Benítez, poco a poco comenzó a perder protagonismo registrándose su último vuelo en febrero de 2006. Es aquí cuando parte un nuevo capítulo, como centro cultural y parte del proyecto Ciudad Parque Bicentenario de Cerrillos, un gigantesco plan urbano proyectado para los próximos 20 años que contempla la construcción de más de 16.800 viviendas, un parque central de 50 hectáreas y otras 20 de áreas verdes, es decir una microciudad dentro de la comuna.
Pero ¿Cómo es el Centro Nacional de Arte Contemporáneo? Este domingo fuimos a conocerlo y nos encontramos con amplias salas y recovecos que en su primera exhibición titulada «Una imagen llamada palabra» da cuenta de más de 100 obras de cerca de 57 artistas. Entre ellos, José Balmes, Iván Navarro, Juan Pablo Langlois, Gonzalo Díaz, Gracia Barrios, Lotty Rosenfeld y Pedro Lemebel.
El centro cultural contempla también biblioteca, centro de documentación, videoteca y archivo digital, laboratorios para la investigación y depósitos adecuados para la conservación de colecciones públicas y privadas de arte contemporáneo, todas desde 1967 en adelante.
Entrando por el acceso de la avenida Pedro Aguirre Cerda te encuentras primero con la que fue por 49 años la fachada del aérodromo, un hermoso mural de cóndores en mosaicos y cerámica de los artistas chilenos Samuel Román Rolas y su hijo Héctor Román Latorre.
Pasando al hall central, la que fueran las salas de espera, reciben ahora las creaciones de Arturo Duclos con su Estrella Negra hecha con fémures humanos; el óleo de Voluspa Jarpa con una tremenda y doble bandera chilena; además del mural de cuatro metros de Diego Martínez, Josefina Gulisasti y Francisco Uzabeaga, titulado Museo Hermitage. Unos metros más allá está Cohecho, el pozo de neón de Iván Navarro.
En el ala izquierda, en donde funcionó el restaurante del terminal aéreo, se encuentran fotografías de Paz Errázuriz, Tomás Munita y Alejandro Olivares; el enorme trabajo en fieltro de Mónica Bengoa con el que replica una página de enciclopedia (con una Eucera Longicornis o abeja de antenas largas) y en la siguiente sala, la instalación de 90 televisores de Demián Schopf, en que se leen estadísticas y noticias relacionadas a la guerra y la economía.
Al otro extremo, en el lado derecho del recinto, está el trabajo de Alicia Villarroel con su instalación de pupitres de colegio calados y que tienen la forma de nuestras regiones; además de La Vida Nueva, el registro audiovisual del poema de Raúl Zurita escrito con el humo blanco de cinco aviones y en donde se lee entre otros: “Mi Dios es paraíso”.
En el subterráneo, el registro de otra obra en el cielo, nos roba completamente la atención. El recordado bombardeo del Colectivo CasaGrande, con poemas de 40 jóvenes autores chilenos y que fueron lanzados sobre La Moneda en 2001 como un acto sicomágico para aplacar los dolores del golpe militar.
Cercanos a esta obra, se ubican varios recovecos que te llevan a espacios más íntimos en donde la experiencia es estar casi privadamente uno a uno con la obra: este es el caso de una instalación sonora que rescata lenguas indígenas; y Quadrivium, con la que Gonzalo Díaz instala una serie de mecanismos ópticos que proyectan palabras sobre la pared.
También están en el subsuelo el archivo del fotógrafo Raúl Gómez recopilados en la obra de su hijo Rodrigo Gómez Rovira (y en la que se incluye una espontánea familiar con Salvador Allende), además de otros dos registros de Pedro Lemebel. El primero, una imagen capturada por Gabriela Jara en 1994 en donde se le muestra en una marcha de minorías sexuales en Nueva York, y el segundo, de lo que fue su última acción en vida, cuando intervino la pasarela peatonal de la entrada al Cementerio Metropolitano de Santiago, con spray de neoprén y fuego que marcaron una a una las letras de todo el abecedario.
Ya en el segundo y tercer piso, los amplios espacios dan cabida a otra decenas de obras, entre las que se cuentan creaciones de Juan Luis Martínez; el inmenso No del recientemente fallecido José Balmes y la pintura aeropostal de Eugenio Dittborn, titulada La XXVII Historia del Rostro.
En suma mucho para ver y escuchar.
Sólo decimos: Larga vida a este nuevo centro cultural y bienvenido a Santiago de Chile.
- Dónde: Pedro Aguirre Cerda 6100, Cerrillos
- Cómo llegar: Revisa aquí los recorridos del Transantiago
- Cuándo: De martes a domingo de 09.00 a 18.30 horas
- Cuánto: Entrada liberada
- Más información: centronacionaldearte.cl
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