Oscuridad total, encierro y absolutamente nada. Una sensación de vacío que puede hacerte viajar al centro del Universo. Algo así es lo que me pasó al entrar al enigmático tubo negro plantado frente al Museo Nacional de Bellas Artes.
La megaescultura de 18 metros y 12 toneladas de peso es obra del artista sonoro Ariel Bustamante y el arquitecto Alfredo Thiermann. Se trata Dinámicas del vacío, proyecto que realizaron tras una residencia en la Antártica y que desarrollaron en conjunto con la empresa KRAH Piping Solutions, proveedores de tubos de alta tecnología para transporte de fluidos que brindó apoyo logístico y material, además de asesoría técnica.
Dentro de este tubo, te olvidas de todo. Se escuchan sonidos lejanos, como de alguien cavando la nieve y se proyectan imágenes intermitentes de la blancura antártica. Pero finalmente un ruido extraño, permanente y la oscuridad, te saca del espacio. Es como si tuvieras conciencia de que eres la parte y el todo al mismo tiempo. Una experiencia multisensorial no apta para claustrofóbicos ni temerosos de la oscuridad.